Los Esteban, 89 años detrás del mostrador

Lo inició “Quico” en 1928, para abastecer a los obreros del dique Ballester. Lo siguió “Angelito” en los 50 y hoy le dan continuidad al almacén de ramos generales los hermanos Luis y Enrique.

Nació casi como puesto callejero. Los obreros que construían el dique Ballester necesitaban pan, papas, vino, alpargatas, camisas, sal, fideos y había que abastecerlos. Francisco “Quico” Esteban, un andaluz que había llegado al país a los 18 años y su esposa Francisca, en noviembre de 1928 se instalaron frente al obrador y dieron lugar a un negocio que acaba de cumplir 89 años.

No sólo en el mismo lugar –la calle Decio Severini, que era la ruta 151-, sino hasta un salón de aquellos años, de paredes de adobe crudo, sigue en pie, los Esteban siguen alimentando una historia que tiene tanto de comercio-empresa como de profundos sentimientos familiares impregnados de nostalgia.

Tampoco sólo el extenso frente de la propiedad del polirrubro “Casa Esteban”, con estructuras de la primera década del siglo pasado y mil objetos –herramientas y partes de vehículos antiquísimos, artefactos que funcionaban a alcohol o querosén-, y un amplio patio arbolado, enlazan el pasado con el presente.

En uno u otro ambiente del local Ángel Esteban, “Angelito”, quien con su esposa Norma Lascano tomaron las riendas del negocio en 1958, hoy a los 87 años engalana el comercio saludando a los clientes que, sin excepción, le hacen un gesto de afecto.

Norma –“Era el ‘alma’ del negocio”, dijo su hijo Enrique Esteban, que junto a su hermano Luis Ángel están al frente del ramos generales-, que se jubiló de maestra en Vista Alegre, falleció hace unos años.

“Nos cuesta mantener el estilo de polirrubro, pero le vamos buscando la vuelta”, señaló Enrique.

De recados, cabestros, estribos a CD, soldadoras de última generación, compresores; de fideos, azúcar y vajilla a riles y cañas de pesca; de alpargatas, bombachas de campo a repuestos de electrónica, pinturas y pinceles. Hay ollas de hierro, sartenes. No faltan las hormigoneras, palas, cemento, cal, chapas. De todo se consigue en Casa Esteban.

Con un sesgo de broma Enrique sintetizó el por qué de tan variado stock. “Pedí que lo tenemos… En realidad ese fue el criterio que originó el negocio que impulsó ‘Quico’. Vendía lo que le pedían, de verduras a pan y vino. Con los años la clientela pasó a ser gente de campo, los crianceros a los chacareros. Unos les pedían correajes para los animales y otros sulfatadoras para curar los frutales. Bueno, había que tener lo que pedían. Mantenemos el polirrubro, pero cuesta porque exige un stock amplio”, comentó.

El mayorista de talabartería acaba de poner en uno de los mostradores un apero de suela recién lustrada; la camioneta de reparto sale a los quejidos cargada con blanco sanitarios en una punta de la carrocería y cajas de cerámicos en la otra; un vecino se quejó del precio, pero igual se llevó un par de ojotas grises.

Es el clásico negocio familiar, que creció al ritmo del pueblo y sigue vigente adecuándose a los tiempos sin perder
la identidad.

Punto DE ENCUENTRO: barda del medio

Datos

Es el clásico negocio familiar, que creció al ritmo del pueblo y sigue vigente adecuándose a los tiempos sin perder
la identidad.

Temas

Centenario

Formá parte de nuestra comunidad de lectores

Más de un siglo comprometidos con nuestra comunidad. Elegí la mejor información, análisis y entretenimiento, desde la Patagonia para todo el país.

Quiero mi suscripción

Comentarios