Nihilistas de lo artesanal

Yo soy: Gastón Mich y Rodolfo García

p- En diez palabras, más o menos, ¿qué es Nihilista?

r- Una cerveza con identidad propia y un objetivo claro.

p- ¿Por qué Nihilista?

r- No buscamos una marca que pegue o tenga un perfil marquetinero, queríamos algo que nos represente. Más que una marca, buscamos un título para este proyecto, algo de nosotros mismos y que tenga esa impronta en el producto final.

p- Cada vez hay más cerveceros artesanales, ¿por qué creen?

r- Fundamentalmente, y como cualquier negocio, porque hay una demanda a satisfacer. Ahora bien, creemos que hay dos tipos de cerveceros: los que lo hacen por pasión y se iniciaron como hobbistas y hoy tienen la posibilidad de volcarlo a un nivel comercial y el que vio la oportunidad de negocio y montó una fábrica.

p- ¿Cuál es la historia de ustedes con lo artesanal?

R- Es una historia de muchos años, comenzando como hobbistas en nuestras casas, con equipos de 30 o 50 litros, usando hornallas de la cocina, buscando el rincón adecuado de la casa para que las levaduras hagan su trabajo en las mejores condiciones que podíamos tener. Tener alguna heladera reciclada para poder controlar temperaturas de fermentado y madurado era como tocar el cielo con las manos. Y a partir de allí probar, desarrollar, estudiar y conocer estilos, aprender de las materias primas que utilizamos, etc. Es el inicio de un camino que no tiene vuelta atrás ni punto de llegada.

P- ¿Cuáles son los límites de lo artesanal?

R- No hay una definición clara sobre límites. Si es por volumen, la respuesta es rotundamente no, por aplicación de tecnología tampoco. Para nosotros, mientras se siga con la misma pasión, con la búsqueda de mejora constante, con la utilización de productos nobles; mientras se siga priorizando la idea de hacer un buen producto sobre los costos de producción que conlleve, seguirá siendo una cerveza artesanal.

P- ¿Cómo detectamos una buena artesanal de otra que no?

R- Podríamos hablar de estilo, de perfiles, de deméritos… pero nosotros nos regimos por la premisa de que, si esa cerveza te invita a tomarte otra será una buena cerveza, al menos para el que la estará tomando.