Tres mujeres que jamás le fallan a su equipo

Son fanáticas de Buena Parada, un club chico de Río Colorado que sólo tiene 200 socios activos. Dalmira, Silvia y Emilia suman juntas 240 años y se criaron en el barrio. Su aliento resuena en cada partido y provocan chanzas y carcajadas entre el público.

En invierno se enroscan las bufandas y gorros de lana para soportar el frío. En verano se las ve con gorra y sombrilla, a resguardo del sol. No hay clima que las detenga. Se ubican detrás del alambrado y la consigna es una sola: alentar y defender la camiseta roja sangre con bastones blancos, la que identifica a su equipo, Buena Parada.

Con asistencia casi perfecta en las tribunas, Emilia (94 años) Dalmira (80) y Silvia “Tati” (66), son integrantes de las familias fundadoras del club. Las mayores y mejores representantes de un puñado de hinchas fanáticos, que no dejan de alentar y trabajar por el crecimiento de la institución.

El club Buena Parada, fundado el 18 de septiembre de 1948, está asentado en el barrio El Fortín, donde nació Río Colorado. Se trata de una comunidad humilde, de trabajadores. Tiene 200 socios activos y cuando lograron su primer campeonato de fútbol en la liga local en 2009, la cancha explotó con 2.000 personas.

Las tres mujeres viven para el club. Organizan bailes, loterías, rifas, comidas y salen puerta a puerta en busca de alguna colaboración monetaria, que permitan amortizar los gastos de funcionamiento.

Se les llenan los ojos de lágrimas cuando recuerdan lo que han hecho por Buena Parada. Y no dudan en que seguirán trabajando y alentando desde la tribuna hasta el último día. “Morir en el club, será lo mejor que nos pueda pasar”, coinciden ellas.

Las tres gozan de vitalidad y espíritu alegre. Alientan de principio a fin de los partidos, independientemente de los resultados. Cuando hay que “gastar” al rival se las ve de pie, contra el alambrado. Y si hay que insultar se insulta, “sin pelos en la lengua”, cada vez que un rival le comete una falta dura a alguno de “nuestros muchachos”.

El final de los partidos siempre las encuentra dando ánimo, saludando con un cariñoso beso a cada uno de sus “gladiadores” .

Emilia, Dalmira y Silvia pasaron toda su infancia jugando en las calles y patios de las casas del barrio, hasta que se sumaron al club y se fanatizaron con el equipo de fútbol. El amor es tan grande que siempre ponen a disposición sus casas para alojar jugadores o realizar reuniones por algún evento.

En el repaso de lo hecho por la institución, reconocen a otras personas y familias que están y estuvieron “poniendo el hombro”, aunque se lamentan que “hoy no hay muchos jóvenes que trabajen para el club.”

Las mujeres tienen tonos diferentes en la voz, a la hora de alentar. Y son fáciles de identificables así la tribuna esté llena. “Me causa mucha satisfacción que la otra hinchada y los mismos jugadores del equipo rival sepan que la que insulta o grita soy yo, porque yo defiendo a muerte a mi camiseta.” Cuenta con orgullo “Tati”.

“Y cuando no me escuchan, saben que ese domingo no pude ir a la cancha por alguna motivo y luego vienen a casa para preguntar qué me paso, si estoy bien.”

Entre la infinidad de anécdotas destacan una con Maximiliano Tunessi, surgido de las inferiores de Defensores de la Colonia, y que luego pasó a Independiente. “Cuando jugaba para el rojo no teníamos problema de insultarlo en todos los idiomas que te imagines. Pero cuando vino a jugar para Buena Parada lo defendimos a muerte, como si fuera nuestro hijo”, cerró “Tati”.

El gran recuerdo

Las tres mujeres recordaron a Jorge Dilschneider. El albañil fue el principal responsable de volver a levantar las paredes del club cuando un furioso temporal destruyó todo. Ocurrió el 2 de diciembre de 1992. “Fue un duro golpe. Era difícil dejar de llorar al ver el salón. Y Jorge fue quien puso muchas horas de trabajo y sin cobrar un peso, para levantar el gimnasio”, indicaron.

“Muchas veces nos dicen ‘los negros de Buena Parada’ y les respondemos que estamos orgullosos de serlo”.

Dalmira, la más apasionada de las tres.

“Tengo muchos conocidos en otros clubes, pero cuando juegan en contra los desconocemos. Y si los tenemos que echar a la m… no tenemos problema”.

Silvia (Tati), siempre marcando el terreno.

“Nos duele mucho no poder regalarles una camiseta a los jugadores, pero no tenemos recursos económicos para comprar cada tanto un juego para todos”.

Emilia, de 94 años, y uno de sus anhelos.

Quieren una cocina

Cada sábado, cuando juegan las inferiores del club, son las madres del barrio las encargadas de darles algún alimento a los chicos después de cada partido. Desde hace tiempo, Silvia peregrina pidiendo a los distintos funcionarios de turno la colaboración de una cocina. “No son momentos fáciles para el barrio, y si pudiéramos tener una cocina le daríamos una copa de leche a los chicos que tanto lo necesitan”.

Datos

“Muchas veces nos dicen ‘los negros de Buena Parada’ y les respondemos que estamos orgullosos de serlo”.
“Tengo muchos conocidos en otros clubes, pero cuando juegan en contra los desconocemos. Y si los tenemos que echar a la m… no tenemos problema”.
“Nos duele mucho no poder regalarles una camiseta a los jugadores, pero no tenemos recursos económicos para comprar cada tanto un juego para todos”.

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