Un “Lorito” con carcasa de Ironman

Para el debut en su primera carrera, camufló una bicicleta de mujer. El largo camino desde su taller de chapa y pintura a la medalla de Ironman, en Cozumel, México.

Historias únicas: Miguel “Lorito” González

Historias únicas: Miguel “Lorito” González

Con su amuleto a cuestas: el colorido pañuelo en la cabeza.

Andrés Maripe

El hombre de hierro de Roca no es de hierro, ni es de Roca. Miguel “Lorito” González nació en Concepción, Chile, hace 54 años y suele entretenerse con acero todos los días, en su taller de chapa y pintura.

Cuando Lorito deja su ropa llena de aceite y se coloca su famoso pañuelo de colores en la cabeza, se transforma: corre, pedalea y nada. “El pañuelo es para que el viento patagónico no me cruce los pelos en la cara”, avisa, sobre esa marca de distinción, que usa cada vez que sale a entrenar por las bardas de Roca. El amuleto le dio alegrías: en 2010 le colgaron la medalla de Ironman en una inolvidable prueba en Cozumel, México.

El Ironman, la prueba de resistencia más soñada por triatletas, de repente era realidad para Lorito, el hombre con carcasa de hierro. “Antes era un puro hombre de goma”, lanza hoy con picardía desde su casa-taller, donde acumula cientos de trofeos en la esquina de una habitación, convertida en un altar propio.

Roca 04/08/17: Miguel Loro González, el chapista que compite en pruebas combinadas de atletismo.
Andrés Maripe.

Tiene 54 años, baja estatura, cuerpo ultraliviano y fibroso, nariz gancho, ojos negros chispeantes y un lenguaje muy florido, con acento chileno. Siempre va enfundado en remeras deportivas de colores vivos. Y es raro verlo con campera puesta, aunque afuera esté helando. “Me considero un tipo carismático y me gusta distinguirme en lo que hago”, explica el “Lorito”, que no tiene problema de ser visto a veces como “un agrandado”.

Llegó a Roca desde la ciudad trasandina de Concepción, con 16 años, y la dictadura a ambos lados de la cordillera. Huía de un padre alcohólico que lo puso en la calle cuando se murió y de un hogar en el que apenas alcanzaba la comida para su madre y tres hermanos. Fue vendedor ambulante, mantero y practicó artes marciales desde los 8 años para convertirse en “el Bruce Lee del barrio”. Dice que era “un alfeñique que pesaba 36 kilos”, manejaba el nunchaku hasta volverlo invisible y quería superarse para ser mirado de otra manera por sus pares. Así fue diseñando su cuerpo y fortaleciendo su mente.

Su entrenamiento: “Priorizo la calidad a la cantidad. Lo hago tres veces por semana. Muchos van todos los días y cuando llega la hora de la carrera están desgastados”

Ya en Roca, se inició en el oficio de chapista. Arrancó con la lija. De aquellos días recuerda que no podía ni siquiera sostener un mate porque las diez yemas de sus dedos estaban en carne viva.

No le fue fácil con sus primeros empleadores. “Para esto no vas andar. Mejor dedicate a cosechar manzanas”, cuenta sobre uno de ellos. “Otro me invitaba siempre a almorzar, cosa que agradecía porque yo no podía parar la olla. Pero cuando le reclamé la paga para comprarme ropa, me dijo: ‘con todo lo que te comiste vos me estás debiendo a mí ´”.

Más tarde le llegó el turno de armar una familia. Tenía 22 años y se casó con Cristina Espinoza, de Cipolletti. Tuvieron a Deysi y Celina, hoy de 30 y 17 años respectivamente. Con sus hijas, considera que revirtió la historia que vivió con su padre. Argumenta que si alguien trae una vida al mundo es para darle un bienestar dentro de sus posibilidades. “Lo que mi viejo no me dio, yo se lo pude dar a mis hijas. Una base desde la cual ellas puedan superarse”.

Vergüenza: “Hice de todo en la vida, y siempre me llevé bien con la vergüenza. Tener vergüenza es lo que permite superarte, las ganas de querer salir de una situación precaria”

Miguel ha viajado por el mundo para competir en pruebas muy exigentes. Cuando ya fue “parte del club privilegiado”, compitió en verdaderos paraísos, de esos que ni siquiera había soñar de pequeño: la Polinesia, Isla de Pascua, el caribe y varios desafíos en la zona de volcanes de Chile, saben de su determinación y ritmo sostenido.

Roca 04/08/17: Miguel Loro González, el chapista que compite en pruebas combinadas de atletismo. Foto: Andrés Maripe.

Foto: Andrés Maripe.

Foto: Andrés Maripe.

Atrás queda el día en que compró una bicicleta de mujer para su primera carrera en las bardas. Lo hizo porque no le alcanzaba la plata para la de hombre. Le cruzó un palo de escoba y lo cromó. Nadie se dio cuenta.

Más atrás, mucho más atrás, está el niño que jugaba en el patio de tierra de su casa pobre y todas las mañanas veía salir un pájaro gigante detrás de una loma. Era un avión al que soñaba subirse para recorrer el mundo. Con su pañuelo en la cabeza, el Lorito cruzó su meta.

Foto: Andrés Maripe.

Foto: Andrés Maripe.

Datos

Su entrenamiento: “Priorizo la calidad a la cantidad. Lo hago tres veces por semana. Muchos van todos los días y cuando llega la hora de la carrera están desgastados”
Vergüenza: “Hice de todo en la vida, y siempre me llevé bien con la vergüenza. Tener vergüenza es lo que permite superarte, las ganas de querer salir de una situación precaria”

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