Fotografía al desnudo

Un artista que trata de rescatar el alma a través del cuerpo.

Progresivamente la fotografía recobra una categoría de hecho artístico. Hoy muchas se venden mejor que las pinturas. Nicolás Trombetta es un fotógrafo de la joven generación y ha cambiado su metier, en un principio dedicado a la gráfica y los medios, por una expresión propia, muy personal. Todo con una técnica sin sofisticaciones, directa, en procura de rescatar el alma a través de los cuerpos. Así se presentó en la Fundación Klemm, centro cultural Borges o en el original y artístico hotel “Boquitas Pintadas”, entre otros lugares donde expuso sus imágenes. – ¿Cómo ha sido tu historia con la fotografía? – Empecé estudiando y haciendo cursos, y finalmente cursé en la escuela de Arte Fotográfico de Avellaneda, considerada la mejor en su momento, además de gratuita. Enseguida empecé a trabajar como fotógrafo de empresa gráfica en diarios y revistas, como “Página 12”, “Rolling Stone” y “Humor”. Eso me dio mucha aprendizaje en cuanto a rapidez, técnica y solución de problemas. Así estuve alrededor de 10 años. Además todos los veranos mi familia estaba en Mar de Ajó, donde tenemos un hotel que fundaron mis abuelos hace 50 años. Allí paso alrededor de cuatro meses en la playa, es donde me encuentro conmigo mismo y salgo a hacer una búsqueda más personal con la fotografía. Fue así que dejo de trabajar en la gráfica y me dedico de lleno a una expresión propia. Empecé en el Rojas con una de mis primeras muestras importantes, también me había presentado en Salamanca de Palermo Viejo y luego obtuve el premio de la Fundación Klemm. Así me empiezan a conocer en el ambiente de la plástica y el arte. Fueron oportunidades para mostrar lo que hacía en fotografía. – ¿Hay una estética, temática o una técnica particular? – Sí, especialmente en “Lugar Habitante”, que presenté en Klemm y “Boquitas Pintadas”. Hay un hilo conductor. Por ejemplo, buscar un lugar, que fueron las playas y ver el ser humano sin sociedad, desnudo, como nace y muere. Relacionarlo más con un animal, casi en soledad, sin prejuicios. Es volver a las fuentes y conectarlo con la naturaleza y también con una idea trascendente, una búsqueda de espiritualidad. Llego a esto con un sentimiento de retratos propios, muy personal y visceral en la manera de interpretar y ver las cosas. Algo entre mi yo y la sociedad. En otras muestras fotografiaba veraneantes, algo más social. En este caso hay más vuelo y cada uno puede extraer su interpretación cuando ve las fotografías. Por eso tampoco las obras tienen título, para dejar que fluyan. Técnicamente son tomas directas de formato medio, negativos color copiados también sin ningún retoque digital. Uso bastante flash acompañando la luz-día. Es una técnica básica, nada extraña. Claro que tiene un objetivo que es mi interpretación personal. Me interesa inventar una situación, una estética que incluye la técnica pero dentro de una composición propia. Incluso yo mismo me he autofotografiado, y eso me gustó. Resulta algo muy íntimo y seguramente con algo inconsciente que no conozco y está plasmado en las tomas. – ¿Qué opinión tenés de la fotografía y el arte? – Creo que cada vez se toma a la fotografía como si fueran cuadros. Hubo un momento de fotografías blanco y negro de tema social. Pero actualmente la fotografía y la pintura parece que empiezan a jugar un poco el mismo camino, cada una con sus peculiaridades. Hay como un mayor respeto, la sociedad empieza a aceptar a la fotografía como un hecho artístico. De hecho las obras están tomando mayor valor y uno puede vender. La gente hoy quiere tener una foto en su casa en lugar de una pintura. Hay otro criterio y me parece excelente. Uno empieza a sentirse como más cuidado. Hay un movimiento y mayor interés, y, más allá de las virtudes personales, es bueno el apoyo sea de donde sea. Ya abrieron este camino Marcos López, Res o Grosman. Una generación que luchó por una espacio para la fotografía y el respeto a esa expresión. Hoy los más jóvenes podemos disfrutar de este camino que se va allanando.

Julio Pagani

Tocar las fotos

Según Nicolás Trombetta el cuerpo manifiesta sutiles estados interiores. Será por eso que lo primero que fotografió fue una silla de ruedas, allí donde estuvo su madre enferma. Lo hizo frente al mar como para desmitificar el efecto doloroso y darle el sentido de servicio que tuvo como continente de vida. Pero luego, según comenta, lo hizo con los cuerpos de hombres y mujeres, aunque éstas no son tan fáciles de fotografiar. “Entre hombres es más fácil desnudarnos”, dice al acentuar que “el ser humano como objetivo me fascina, me interesa el espíritu, la carne, la forma y lo que emana de ella. Me atrae lo que tiene que ver con lo estético, aunque la figura no sea perfecta, sino lo que me sugiere”. El tema del mar, la arena y los cuerpos emergiendo de esos elementos tiene algo del nacer, un rasgo uterino, como una metáfora vital, nada escabrosa sino plena de simbolismos. En esto se siente ayudado por su trabajo como supervisor de una lujosísimo Spa de barrio Norte. En esa relajada calma de los clientes alejados de la locura cotidiana, Trombetta descubre los cambios del humor y del cuerpo. Allí los observa y ayuda a su trabajo de fotógrafo. Lo mismo le ha pasado en sus recorridos por la Patagonia, Viedma, Las Grutas o Puerto Pirámides, que le dieron otra perspectiva para su cámara. Pero también se permite largos espacios de ocio, porque cada muestra insume mucho trabajo. Ahora proyecta la fotografía con el agregado de arenas, arbustos, conchillas… Ficción y naturaleza en una suerte de técnica mixta que hace a la obra más palpable (a veces sin marcos ni nada que la obstaculice). Porque como él dice “tengo ganas de tocar la fotografía”. (J. P.)

 


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