La descuidada manzana que atesora la historia de Viedma

Es una obra emblemática pero sufre la falta de mantenimiento. Ceferino y Zatti caminaron por allí. Hay bibliotecas, museos y, por supuesto, una infaltable leyenda de fantasmas.

Fue escenario de hechos históricos, como la firma por parte del coronel Alvaro Barros del acta de creación de la gobernación de la Patagonia en 1879, nombrando a Viedma como capital del territorio y desprendiéndose de Carmen de Patagones que quedó en territorio bonaerense. En alguna de sus aulas estudió el beato Ceferino Namuncurá, y por sus galerías caminó otro beato, Artémides Zatti. Alberga museos (incluido un increíble espacio gardeliano), una biblioteca y, como buen lugar centenario que se precie de tal, tiene una leyenda de fantasmas.

La Manzana Histórica Salesiana, en el centro de Viedma, es una gran obra repleta de valores simbólicos, culturales y sociales, y testifica el devenir de la ciudad de los últimos 135 años.

Sin embargo, esta estructura arquitectónica ha sufrido transformaciones y fragmentaciones: el inmueble tiene varios ocupantes y sufre la falta de mantenimiento. Los planes de restauración dependen de la buena voluntad de inversores privados que quieran comprarle tierras al Municipio para solventar el reciclado, tras un prolongado litigio judicial.

Grandes ventanales, miradores –uno de los cuales dio lugar a un palomar por la desidia de años- y molduras onduladas se esconden y permanecen en pie como muestra también de una deteriorada identidad presente.

La biblioteca popular Bartolomé Mitre, que acaba de cumplir 130 años, los museos del Agua y del Suelo, Cardenal Cagliero y Carlos Gardel, aulas de la Universidad Nacional de Río Negro, el Consulado de Bolivia y el Colegio de Arquitectos son parte de una extraña y colorida convivencia.

El fantasma Benito

Cada uno de estos espacios merece su atención en particular. Aunque el premio a la mejor leyenda se lo lleva el Museo Cagliero, inaugurado en 1980 sobre calle Rivadavia para mostrar al visitante la expresión de la fe religiosa desarrollada por los salesianos en materia educativa, sanitaria y cultural.

Como dos los tesoros más preciados, el museo presenta la que fuera la capilla privada de monseñor Cagliero, y el fantasma “Benito” que suele aparecerse. “Hay varios antecedentes de él, pero el susto mayor se lo llevó al restaurador Fuentes Rada”, cuenta Marisa Quintana, la anfitriona que reconoce que algo raro pasa en ese lugar.

El Zorzal Criollo

Otra gema es el Museo Gardeliano. Es un espacio destinado a albergar diferentes exposiciones artísticas, culturales y presentaciones. Muestra una singular y extraordinaria colección acerca de la vida y obra de quien fuera el mayor exponente del tango rioplatense.

Es una propuesta diferente, una interesante iniciativa producto de la pasión de un hombre por la figura y el legado artístico de Carlos Gardel. El objeto más valioso es la colección discográfica completa: 966 grabaciones distribuidas en 22 cajas con 42 temas cada una, haciendo un total de 924 grabaciones y 4 larga duración en un total de 42 temas. Lleva el nombre de “Lisandro Segovia”, un fanático que sabía tanto sobre “el Mudo” que muchos creen que formó parte de su familia.

Los planes de recuperación

Estas perlas y otras que se relatan en estas páginas reflejan que hay un patrimonio histórico que merece cuidado.

Insólitamente en la década del 90 sellaron algunos sótanos donde los curas guardaban el vino que elaboraban en la chacra (hoy barrio Don Bosco), y ahora la humedad de las napas trepó e impregna las paredes recubiertas con barro y cal.

Los frescos al óleo que adornan la biblioteca y el Cagliero necesitan un repintado. Y toda la estructura precisa de una verificación. Por ejemplo, el techo de la galería debe ser reforzada porque no puede seguir bajo puntales riesgosos, y además gran parte del ala del segundo piso –que da a la calle Colón 450– lleva años sin utilizarse por la debilidad de sus paredes.

El emblemático reloj necesita una buena reparación. La torre, donde los Exploradores de Don Bosco practicaban actividades de radioaficionados, está perdiendo ladrillos en la actualidad y requiere de mantenimiento.

Por otra parte sigue pendiente el compromiso de construir una plaza seca donde se desarmó un tinglado que un privado abandonó cuando una concesionaria automotriz que compró allí un terreno presentó quiebra.

Todo el complejo público cuenta con las chapas originales y ya están oxidadas por lo tanto merecen su recambio.

Un incentivo

a la lectura

La biblioteca Mitre, primera en la Patagonia, nació el 25 de mayo de 1887 junto con el Faro del río Negro, y por iniciativa de un grupo de vecinos interesados en que la población tuviera acceso a manifestaciones culturales.

La biblioteca funciona en el espacio que perteneció a la Capilla del antiguo Colegio San Francisco de Sales formando parte así del complejo cultural histórico de la ciudad.

Su patrimonio está compuesto por 30.000 volúmenes, y el texto más antiguo es “Discursos de Reentre” de 1836, escrito en francés.

Lo que se desconoce hasta el momento es qué ocurrió con una colección donada por el exgobernador Adalberto Pagano (1932-1943) de 1.200 ejemplares de los quedan sólo 14, y cuál fue el destino de una buena porción de la hemeroteca conformada por diarios, periódicos y revistas de información general y científica que data, en algunos casos, desde 1964 en adelante. Dos puntales más que mantienen viva su llama es el Desafío Leer, (Proyecto Fundación Leer-La Anónima) que reúne a miles de niños y niñas de colegios primarios, y el programa de conciertos en lugares emblemáticos.

Una construcción de ladrillos unidos con barro que resiste desde 1897

Alquileres, ventas,

abandono

Datos

En 1880, la Orden de los Salesianos se instaló frente a la plaza principal, aunque su radicación definitiva data de 1884. El conjunto de edificios fue construido por obreros, en su mayoría de origen italiano; pero los planos, la dirección de la obra y la decoración interior de las dependencias del Vicariato, terminadas en 1897, fueron realizados por el padre Juan Aceto. En 1904, las dependencias pasaron a ser parte del Colegio San Francisco de Sales y, desde 1975, fueron destinadas al Museo Salesiano. El Colegio María Auxiliadora es probablemente la más antigua de las construcciones salesianas. La capilla, diseñada por Aceto, fue bendecida el 29 de mayo de 1892 por Monseñor Juan Cagliero, quien un año después trajo de Italia el altar de mármol. Del colegio, que funcionó hasta la década del ’20, en la actualidad sólo se conserva la capilla.
La Catedral de la Merced fue levantada en el mismo terreno que una anterior iglesia, derrumbada tras una gran inundación, en 1899. Se destaca su fachadas de ladrillo a la vista en estilo renacentista italiano, y sus torres mirador, que se divisan desde Carmen de Patagones, del otro lado del río. El casco principal fue levantado con ladrillos pegados con barro ya que no era común la existencia del cemento. El Colegio se inauguró el 24 de marzo de 1884, con 30 alumnos. Primero ocupó un modesto local al lado de la iglesia, en tanto se construía el edificio definitivo, con estructura de hierro y bovedillas de ladrillos. Entre 1894 y 1910, funcionó también un asilo de menores. La Escuela de Artes y Oficios y la de Agricultura dejaron de funcionar hacia la década del ’30. El Obispado se construyó al lado de la iglesia y fue inaugurado en marzo de 1945.
A partir de la década del 70,
las necesidades de financiamiento de los salesianos hizo perder el rumbo desde el punto de vista conservacionista. El patio del colegio fue vendido a un privado y un segundo inversionista –como proveedor del Estado– construyó un edificio en Rivadavia y Alvaro Barros que alquila a Educación. Otro privado, también proveedor del Estado, siguió sus pasos, y construyó con el mismo fin. Al parecer, no tomó precauciones y la humedad se le transfería a su edificio. Hizo gestiones, y apareció una piqueta municipal que fue parada gracias a dos funcionarios.
Nadie sabe en Viedma el motivo por el cual la Iglesia no quiso cederle a este grupo de voluntarios el ala de Colón 450, pero de una reunión de exalumnos salió el vendedor
–intermediario– y el comprador.
A fines de los 90, visitó esta ciudad el sacerdote Juan Edmundo Vecchi, autoridad máxima de la obra salesiana de Don Bosco. No quiso responder sobre el descuido del edificio.

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