A la conquista del extremo norte neuquino

Un grupo de zapalinos que practican enduro empezó hace unos años a incursionar en escenarios situados casi en el límite con Mendoza. El riesgo, las bellezas conocidas y las anécdotas son motivo de esta nota.

La pasión por las motos dio vida a nuevos retos para un grupo de amigos zapalinos. La idea era desafiar los límites y llegar hasta lugares recónditos del norte neuquino, casi entre Mendoza y Chile. Fue así como surgieron las travesías que dejaron cientos de anécdotas y sellaron una amistad que no tiene fecha de vencimiento.

“La primera travesía surgió de forma muy casera, hace unos seis años. Fuimos con el Gallego Luis Rivera, Tono Altamirano y yo. La idea era llegar hasta el paraje Los Raris, donde había una escuela. Hicimos base en Manzano Amargo para dar toda la vuelta por detrás del volcán Domuyo. No teníamos mucha información ni referencias. Ni siquiera sabíamos cuánto combustible podíamos gastar. Realizamos la travesía en unas ocho horas aproximadamente y llegamos muy tarde porque dos motos se quedaron sin nafta”, recuerda Jorge “el Gato” Leali, uno de los referentes de esta actividad.

Con el paso del tiempo, esta locura se fue potenciando y se sumaron otros amigos.

“Los paisajes son incomparables, todos deberían conocer el norte neuquino. Hay lugares como la laguna La Fea que son difíciles de acceder pero que regalan una paz interior absoluta. El último objetivo que logramos era llegar a la laguna La Negra que es mitad mendocina y mitad nuestra, una belleza increíble”, afirmó.

Tantas horas en moto tienen su premio. A unos 2.500 metros de altura sorprende el espejo de agua más alto de la provincia. De un azul intenso que contrasta con el paisaje agreste aparece la laguna La Fea. Todo un paraíso en medio de la nada.

Los registros oficiales hablan de una superficie estimada en unos 20 kilómetros cuadrados y más de 200 metros de profundidad. Es un oasis en medio de la cordillera neuquina. A poca distancia, unos seis kilómetros aproximadamente, surge su hermana, la laguna La Negra.

Desde aquí surgen las nacientes que luego le dan vida al río Barrancas, que al unirse al río Grande dan como resultado el Colorado.

La temporada para estas travesías arranca en diciembre y se extiende hasta marzo. Los cursos de agua bajan con mucha turbulencia en aquella zona y los cruces se convierten en verdaderas odiseas.

Otro de los escenarios privilegiados que recorren los motoqueros es el paraje Cochico, uno de los pueblos más pintorescos de la provincia. A unos 3.200 metros sobre el nivel del mar, el lugar atesora la historia de la ruptura del dique natural que contenía la laguna Cari Lauquen, allá por 1914.

Fue una catástrofe natural que terminó con cientos de vidas y cambió para siempre el paisaje. De hecho, en la actualidad la laguna tiene casi cien metros menos de profundidad que aquella que colapsó.

El espejo de agua es hoy una suerte de palangana de unos 21 kilómetros de largo por 10 de ancho. Allí se puede observar la fauna típica de la zona, con los chivitos como principales referentes.

La experiencia les fue dando más elementos a la hora de planificar nuevas salidas desde Zapala. Datos como el nivel de consumo de combustible son herramientas claves a la hora de definir recorridas y hacer cálculos.

“A nivel personal creo que la moto ideal para estos desafíos es la Honda XR400. Es cuatro tiempos, usa combustible común y te garantiza una alta autonomía. Con un tanque podés hacer 180 kilómetros y en la mochila llevamos botellas descartables de combustible que hacen otro tanque adicional. Eso si no hacés mucha travesía. Hay subidas donde el consumo se duplica”, explicó el Gato.

“Es adrenalínico. A veces no te das cuenta pero vas fuerte, casi al límite. Si pasás de largo, fuiste”.

Los costos

Los costos para practicar este deporte no son bajos aunque nada parece detener a los fanáticos.

“Se invierte mucho tiempo, es lo que te sale más caro. También hay que disponer de buena indumentaria que tiene que ser de calidad para realizar estas travesías. Hay que contar también con un vehículo para transportar la moto hasta el campamento. “La primera vez que salimos nos quedamos sin nafta con el Tono Altamirano. Pasamos la noche a 3.000 metros de altura. El Gallego Rivera se fue a buscar ayuda y nos quedamos ahí. El espíritu es ese. Si salimos tres volvemos tres. Estábamos todos mojados así que decidimos meter los pies en la arena caliente del día. Fue la única manera de mantener la temperatura porque a la noche hace mucho frío allá arriba”, rememoró.

El entrenamiento y la forma física son vitales para el desarrollo de esta actividad.

“Después de andar nueve horas en motos, te bajás y te caés solo. Sentís que las piernas ya no te sostienen. Se pierde la sustentación y el cuerpo queda inerte”, explicó.

“Hay desfiladeros que son impresionantes. Vas bordeando el río Barrancas por 80 kilómetros donde hay partes que no permiten el mínimo error. En el camino siempre vemos que está lleno de casitas con cruces de gente que se cayó y se fue, porque ahí no tenés retorno”, finalizó.

Cochico y laguna

Cari Lauquen

Aspectos a tener
en cuenta

“El último objetivo que logramos era llegar a la laguna
La Negra, que es mitad mendocina y mitad nuestra, una belleza increíble”.

Jorge Leali, uno de los iniciadores del grupo de motoqueros.

El espíritu de solidaridad se mantiene bajo cualquier circunstancia

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Datos

Otro de los escenarios privilegiados del recorrido es el paraje Cochico, uno de los pueblos más pintorescos de la provincia. A unos 3.200 metros sobre el nivel del mar, el lugar atesora la historia de la ruptura del dique natural que contenía la laguna Cari Lauquen, allá por 1914.
Fue una catástrofe que terminó con cientos de vidas y cambió para siempre el paisaje. De hecho, en la actualidad la laguna tiene casi cien metros menos de profundidad que aquella que colapsó.
El turismo con motos tipo enduro tiene sus requisitos. No es una actividad barata aunque ello no desalienta a sus cultores.
Los costos de las motos son muy variables. Una Honda XR400 modelo 2000 puede andar en 150.000 pesos y una
0 km hay que hablar de 350.000 para arriba.
La indumentaria también es especial y proporciona tanto protección contra eventuales caídas o raspones como para las condiciones extremas del tiempo que a veces el deportista debe enfrentar.
“El último objetivo que logramos era llegar a la laguna
La Negra, que es mitad mendocina y mitad nuestra, una belleza increíble”.
Una de las anécdotas más recordadas de esas expediciones en dos ruedas lo tuvo como protagonista al Gallego Rivera.
“La pasamos muy feo en una oportunidad en que me arrastró el agua con la moto. Cuando salís sabés que tenés esos riesgos. Es un arroyo que vos tenés que cruzar y seguir por la margen derecha y arriba hay otro paso. Mi error fue preguntarle a un puestero que me indicó bien, pero para pasar a caballo. Cuando llegué a la mitad me fui derecho con moto y todo. Empecé a dar vueltas y no paraba más. Pude sacarla de casualidad y ahí quedamos parados”, contó Rivera.
“Estaba tranquilo porque sabía que nos iban a buscar, mi compañero era nuevo y estaba un poco ansioso. Recuerdo que se me dormía y entonces le digo: salgamos a buscar leña para hacer fuego. Tapamos una botella de plástico, la llenamos bien y la calentamos. Así pasamos toda la noche tomando mate. Sabía que mis amigos no me iban a abandonar”, añadió.
“Esos códigos de amistad son inquebrantables. No te dejan nunca tirado. Pueden demorar porque a veces las distancias son amplias pero siempre llegan a buscarte. O volvemos todos o no vuelve ninguno”, aportó Leali.
“Practiqué muchos deportes en mi vida pero en ningún lado vi los códigos de solidaridad que tiene el enduro”, cerró.

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