La celebración rionegrina del vino: hay clima, agua, tierra y talento

En el Alto Valle de Río Negro, bodegueros, elaboradores, productores y funcionarios analizaron el presente del sector y arriesgan a decir cómo será el 2018 para la industria del vino regional.

La celebración rionegrina del vino: hay clima, agua, tierra y talento

En el Alto Valle de Río Negro, bodegueros, elaboradores, productores y funcionarios analizaron el presente del sector y arriesgan a decir cómo será el 2018 para la industria del vino regional.

La celebración rionegrina del vino: hay clima, agua, tierra y talento

En el Alto Valle de Río Negro, bodegueros, elaboradores, productores y funcionarios analizaron el presente del sector y arriesgan a decir cómo será el 2018 para la industria del vino regional.

Protagonistas de la industria del vino en Río Negro de brindis.

Un cielo diáfano y una temperatura agradable que rondó los 20 grados el último fin de semana fue el marco de la celebración provincial por el Día del Vino, un evento nacional que se replicó en distintos puntos del país. En el Alto Valle de Río Negro, bodegueros, elaboradores, productores, funcionarios y medios de comunicación coincidieron desde el mediodía del viernes en el establecimiento Humberto Canale, donde se ofreció una degustación de las principales etiquetas de la región, algunas con sólido prestigio internacional.

“En Río Negro tenemos vides de 140 años”, recordó Carlos Banacloy, secretario de Fruticultura, quien destacó que “hay decenas de años de esfuerzo, por eso el vino es cultura; y nuestro desafío como gobierno provincial, es acercar el vino a la gente”.

Como si fueran sus más preciadas ofrendas, los bodegueros acomodaron sobre un ancho tablón sostenido por dos toneles, lo mejor de su producción. Había señoriales malbecs, desafiantes merlots con fuerte presencia de madera, y sutiles exponentes de pinot noir. Uno de ellos, de Canale, rosado por su sigiloso paso por la prensa, se llevó varios comentarios. Resulta asombroso, porque no es cargoso de dulzores, como los típicos rosé pensados para el paladar de la dama. Engaña, porque es un tinto agazapado dentro de un envase a rosca, que se sirve frío. Y se toma sin rebusques. Es directo.

Narices adiestradas (por el ágape paseó su bonhomía y don de gentes el veterano Alcides Llorente, enólogo de referencia del INTA Alto Valle), variedad de quesos de cría y una esperanza compartida, marcaron el entorno del encuentro. Hay esperanzas porque el horizonte para los vinos rionegrinos es generoso, dado que aún resta desarrollar el turismo en torno a los viñedos, y porque aun nosotros, los locales, los que tenemos tanto deleite en la puerta de nuestras ciudades, aun tenemos mucho por conocer. Y por consumir.

“Lo que tenés acá, primero, es la luminosidad, y el tiempo de luminosidad que tenés respecto de otras regiones. Segundo, la amplitud térmica a pesar de estar a 200 metros sobre el nivel del mar. Y la tercera, que es él diferencial, es el agua, por abundancia y calidad, que no tiene ninguna otra región”. Guillermo Barzi (h), parece que hablara de una novia por el embelesamiento con el que se expresa. Pero habla del terroir de sus vinos. A 20 pasos están los viñedos, con sus verdes intensos debido al reciente despuntar de la primavera.

Y a pesar de pasearse por Londres y Berlín, los Canale sostienen que “el mercado interno siempre ha sido importante para nosotros. En los malos momentos, siempre nos puso el hombro”. Más conocido como “Guillo”, quien en los papeles figura como Director Comercial de la bodega, lanzó tal agradecimiento al consumidor criollo cuando le preguntaron por la marcha de su negocio. Confió que “se hizo una nueva arquitectura de marca, se invirtió en una nueva línea de fraccionamiento, y en nuevas plantaciones”.

Canale, luego de las fotos y los brindis, adelantó los desafíos de la bodega: “al 2020, esperamos un crecimiento de casi un 25 por ciento en unidades”.

Alcides Llorente y Marcelo Miras, dos “potencias” de la vitivinicultura regional.

Para sostener el impulso emprendedor, desde el gobierno provincial se gestionó la participación de Río Negro en una estrategia a nivel país. “Hoy además celebramos –manifestó Banacloy-, la adhesión de la provincia al plan nacional de promoción del vino. Es una planificación al año 2020, con mucha comunicación, para acercar el vino, y reflotar el sentido de pertenencia de los rionegrinos con este producto”.

Hace 40 años, en los registros del Instituto Nacional de Vitivinicultura (INV), figuraban registradas 275 bodegas rionegrinas. Hoy quedan 33, y unos 30 establecimiento elaboradores. “Da un poco de nostalgia”, reconoció el Secretario, quien resaltó como dato positivo que “hoy nuestros vinos llegan y son reconocidos en 25 países, por eso el mayor desafío es puertas adentro”.

Ratificó, luego de las experiencias de los años 70 y 80, que “en Río Negro no somos competitivos para hacer vinos masivos, y debemos aceptar que la Patagonia está destinada a hacer productos de nicho, de calidad”.

Mientras hacía declaraciones a la prensa, bajo el alero del museo de Bodega Canale, intercambiaban opiniones distintos referentes del sector, entre los que se encontraban representantes del INV, SENASA, INTA, INTI y del gobierno provincial, como el Ministro de Agricultura de Río Negro, Alberto Diomedi. También asistieron enviados del Ministerio de Agroindustria de Nación, y Ricardo Tello por la Corporación Vitivinícola Argentina

Por el lado de las bodegas acudieron representantes o dueños de Miras, Del Río Elorza, San Sebastián, Noemia, Canale, Familia Gennari, Domingo Rastrilla, Favretto, Agrestis, y KM 1120.

Entrando al epilogo de tan entretenido en encuentro, que tuvo aires de despedida de año, detonaron los corchos de unos espumantes de bodega Agrestis. Un clásico, que no por sus años de vigencia, deja de sorprender por el equilibrio y la facilidad con que se toma. No hay burbujas insolentes ni ácidos presumidos.

Varios grupos de charla se fueron formando, y ni una brizna de viento inquietó el lugar. Lánguidos, unos sauces añosos fueron los encargados de garantizar un entorno de sombras refrescantes. Hubo abrazos entre varios que hacía mucho que no se veían. Ante tanto ajetreo vitícola, se escuchó la sentencia de Marcelo Miras, ya ubicado en un sitial de maestre en esa logia secreta de los grandes enólogos: “Hoy es un día para disfrutar, no para juzgar”. Alguien se quedó con las ganas de conocer su juicio sobre un tinto regional.

Una mujer, de perfil técnico y muy respetada en el medio, confió agitando su copa que ella, a pesar de los gustos predominantes, prefiere el blanco. ¿Cuál? La pregunta salió de inmediato. Esta sabe. “En torno a los 100 o 120 pesos hay muy buenos vinos”, deslizó. Ella, miembro de jurados, también estaba sorprendida por el pinot noir rosado que había presentado Canale. ¿Cuándo toma una experta? Todos los días a la noche, cuando cocino. Bajó el tono, y ya al borde del off de record, llegó la confesión: “comparados con algunos vinos consagrados, algunos están un poco caros”.

¿Qué le falta a los vinos de Río Negro? Entre otras cosas, una ruta. Una ruta que no sea una tortura, que les resulte agradable a los visitantes. Que el de Neuquén es el tercer aeropuerto del país en cantidad de pasajeros, pero visitar bodegas por la ruta 22 no es nada placentero.

“Hay cultura para transmitir, porque hubo mucho esfuerzo hecho para llegar a esto. El vino es un producto diferenciado y tenemos el orgullo de habitar una de las pocas provincias argentinas con cultura vitivinícola”, remató Banacloy, no sin antes recordar que en el país unas 380.000 personas viven de la industria del vino, y que la actividad abarca en Argentina 220.000 hectáreas.

Informe: Fabricio González


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