Un pinot de golosina

Un chupetín, un caramelo… una canilla de uva libre… todo eso es este pinot noir.

Un chupetín, un caramelo… una canilla de uva libre… todo eso es este pinot noir.

Un pinot de golosina

Un chupetín, un caramelo… una canilla de uva libre… todo eso es este pinot noir.

Un ejemplo de etiqueta para demostrar la comunión del pinot noir con la Patagonia y darnos cuenta que están enamorados para toda la vida.

Nos referimos al pinot noir de la línea Reserva de la Bodega Del Fin Del Mundo 2015

Una añada caracterizada por un año caluroso, un vino con la madera justa y bien lograda. Un balanceo perfecto entre el mundo de los frutos rojos y el mundo de los arboles robustos. Años de savia, clorofila, vientos, minerales, cielos, lluvias, compost, todo eso en el nervio de un pinot para comerse el mundo, desde el fin del sur para arriba.

Un año de guarda en roble francés y americano de primer uso. No hay restricciones para tomar este vino, no existe un maridaje que le quite lugar a otro, no es un manual de instrucciones, es un vino para llorar hasta morir, y para reír hasta nacer de nuevo. Quizá un golpe de aire en la previa del tintinear, mientras cortamos unos quesitos y una rodaja de pan observando de reojo el tomillo y la botellita de oliva, o ponemos un disco, o miramos el techo.

Es una obviedad decir que este varietal en la zona de San Patricio Del Chañar y quizá en gran parte de Rio Negro y Neuquén tiene características que lo hacen ciudadano ilustre del entorno, una raíz que se lleva muy bien con el contexto, la identidad del pinot con la Patagonia es innegable, se abrazan, besan, están enamorados para toda la vida.

Como yo del pinot y de los sandwichitos de miga.

Redondo, copado, compañero, delicioso, placentero. Tiene todos los rótulos a favor porque él es el rotulo. Un vino inclusive para guardar 3 o 4 años, cosa que yo hago cada vez menos. Por eso los escribo, para recordarlos.

Dele una oportunidad, como a los deseos.