Zorzal, el vino elaborado por Juampi Michelini en Tupungato

Uno de los enólogos más reconocidos del país elabora un pinot increíble en el afamado terruño de Gualtallary, Valle de Uco, Mendoza.

Escena 1

Juampi Michelini, enólogo mendocino a quien no conozco personalmente, pero con quien hemos hablado por teléfono y mensajeado se levanta una mañana en Gualtallary, Tupungato, Valle De Uco, mira la montaña por la ventana, saluda a su familia, toma un mate y agarra la guitarra en calzoncillos y ojotas.

Canta un tema de Sumo. Uno en el que Luca habla de amor y de libertad, de gritos de batalla entra una Irlanda potente y una Inglaterra soberbia.

Deja la viola, toma otro mate y sale al exterior. El sol le raja la córnea, una epifanía le trae una idea. Corre a la bodega, observa de lejos el viñedo y habla con algún paisano atareado a los gritos y sonrisas.

Saca una foto para su instagram; mientras -y aunque nosotros no lo sepamos- Juampi esta craneando un vino. Lo hace siempre.

Juampi Michelini, el enólogo que primero sueña a sus vinos y luego se despierta y simplemente los hace.

Escena 2

Lo charla con sus hermanos, con su esposa, con sus amigos. Toca la guitarra, hace un cigarro, toca la guitarra, come un asado, toca la guitarra, reza en silencio a su dios para que proteja todo lo que ama, prueba vinos, un corte, dos, tres, cuatro.

Raros, extremos, no convencionales. Así viene el back up en tanque, en barrica, en botella. Se fascina, piensa nombres, manda mensajes por whatsapp, se mete en una calicata, hace chistes, canta otra canción, esta vez sin guitarra, esta vez es Cerati que habla de los misterios de la distancia y los desamores.

Hagamos un Pinot, piensa y Juampi hace un Pinot.

Todavía no perdimos la final con Alemania, todavía no se murió Bowie, todavía no te separaste, todavía no tengo que viajar a Mendoza sin saberlo, todavía.

Escena 3

Cae la noche en Gualtallary, grillos, nubes, una leve brisa de montaña. Los pulmones se abren, el corazón galopa. Juampi recuerda su infancia, junto a sus hermanos.

Las historias del vino se tejen desde los recuerdos. Enciende un cigarrillo, la luna esta menguando, medita, despide a sus hijos, caza la guitarra, hace un cover de Charly que habla de unos raros peinados nuevos. Puntea, pisa un pedal imaginario.

Piensa en Pinot, se mete en la bodega, a la noche cuando todos duermen, prueba, un corte, dos cortes. Mañana se cierra, piensa y se va a acostar.

Escena 4

Juampi se ducha, toma un mate, chequea redes, responde mensajes, por mail, por whatsapp, le tira un palo a un perro que se lo trae y así 7 veces.

El pulso del día está marcado por ese sueño que lo desvela. Se está gestando Zorzal Pinot Noir, Terroir único. Un piropo eléctrico en una época dormida. No se destaca por su potencia frutal. Es una foto sepia, con teja, suelo, hierba, vegetales.

Juampi sueña con vinos, porque los disfruta entre canciones, mientras él fluye todo fluye.

Escena 5

Unos años después de nacido y criado pruebo Zorzal Pinot Noir 2013. Apretado en su botella, luego de toda la milonga de los 10 meses de madera francesa.

Enfrascados los sueños se develan y ahí voy yo. A miles de kilómetros de los cielos de Tupungato, de esos que atravesaron a Cortázar en su estadía mendocina, del aire de Uco que extraño porque lo respiré aún sin demasiado aliento y me hizo bien. Como este Pinot que acaba de calarme los huesos y me ha llevado en sillita de oro al teclado a escupir estas líneas en una siesta pegajosa en la Patagonia.

Gran vino gran, de un ecléctico tipo de rulos dorados y cara de vikingo perdido en la batalla, pero con ganas de seguir adelante, porque así son los vikingos.

Beban los vinos de Juampi, cierren los ojos, en una noche abierta de cualquier lugar de la tierra y piensen en ese tipo tocando canciones de Luca mientras sueña con un vino que nosotros también soñamos.

Los viñedos de este caldo se encuentran en la zona baja de Tupungato. La amplitud térmica del sitio baila entre los 35° C (día) y 15 ° C (noche), así se engrosa la piel de la uva aportando taninos y color.

El suelo es arenoso. Si lo mirás detenidamente el vino tiene un rojo violáceo débil, tenue, en nariz hay suelo, tierra, como si metieras el naso en un cantero húmedo y rico. Suave en boca, hermoso, prometedor y bello.

Perdonen la no objetividad, es imposible.


Formá parte de nuestra comunidad de lectores

Más de un siglo comprometidos con nuestra comunidad. Elegí la mejor información, análisis y entretenimiento, desde la Patagonia para todo el país.

Quiero mi suscripción

Comentarios