Compartir la comida en una mesa larga y con desconocidos, más que una moda

La roquense Florencia Guirardelli dice por qué vale la pena vivir experiencias de este tipo.

Compartir la comida en una mesa larga y con desconocidos, más que una moda

La roquense Florencia Guirardelli dice por qué vale la pena vivir experiencias de este tipo.

Fotos: César Izza

“Debemos buscar a alguien con quien comer y beber antes de buscar algo que comer y beber, pues comer solo es llevar la vida de un león o un lobo”.

Esta frase del filósofo Epicuro, padre del hedonismo racional, la ha hecho propia Florencia Guirardelli en cada encuentro gastronómico que arma en su bodega familiar en Roca, Agrestis.

“Acá en la bodega no tenemos un restaurante donde venís, comés y te vas. Nada de eso. Ni siquiera tenemos restaurante. Planteo siempre una experiencia donde no falte nunca la comida, una buena música, vino y por supuesto, champagne”, dice esta eventera chic, de 37 años, que hace 10 años la viene remando con fuerza y éxito en la oferta turística regional. Desde su Roca junto a su familia.

Venía de trabajar dos años en el “Faena Hotel Buenos Aires”, en Puerto Madero, cuando volvió a su pueblo para empezar de cero con todo los millajes laborales a su espalda.

“El viñedo con la bodega dan una excelente escenografía para encontrarse con el otro y vivir un momento placentero, de amistad”, agrega.

Y es en esos eventos que ella organiza donde arma, casi siempre, dos mesas de 50 comensales cada una. “Tengo muchos clientes que son solos o que están solos. Y saben que no van a encontrar ningún inconveniente aquí en sumarse a la mesa”, comenta haciendo énfasis en un concepto que a ella le agrada en demasía, la comensalidad. “Lo que importa, con esta idea, es que aquel que no pertenece a ningún grupo pueda incorporarse a la mesa no solo a comer y beber sino vincularse con quienes tiene a su alrededor y enfrente, conversar en un verdadero clima de confort”.

Esto le importa de igual modo como lograr que la comida llegue a punto al plato del comensal.

Tanto a los que llegan solos como en grupo este formato les gusta, afirma Florencia, que en un mes más será mamá.

Esta modalidad que hoy es tendencia pero que para nada es nueva se inspira en ese “hacer sentir como en casa” al cliente, compartir platos, quedarse todo el tiempo que quiera, muy la onda de los “beer garden” de Alemania. “Si organicé un almuerzo, la gente empieza a llegar tipo 11. Interactúa con otros invitados, copa en mano. Viene una entrada, otros platos… el postre… un descanso y por ahí hay gente que se va como a las 18 de la bodega… Esto implicó una merienda antes. ¿Te das cuenta, entonces, que esto es una experiencia?”, comenta Florencia. “Es muy mágica la dinámica que se da”, acota. Comer es un acto social, no quedan dudas.

La mesa grande, la mesa larga y compartida, permiten no solo armar grandes celebraciones o recepcionar a grandes grupos de amigos sino que también posibilitan a las parejas o a los solos/solas que no se conocen compartir un plato, un trago, una conversación o al menos una sonrisa.

Siempre hay una excusa, un relato, “algo que organice la convocatoria. Celebrar una fecha patria o el comienzo de una cosecha o el término de la misma, una orquesta que viene a la bodega, una clase de cocina, un curso… A partir de eso se arma el resto”. ¿Y la deco, y la ambientación? “Nunca una mesa se parece a otro de un encuentro a otro. Pero mi estilo es bien tranqui, chic y bohemio, cálido, donde abundan los linos, la madera y la alpillera. La mezcla de vajilla antigua muy vintage es otra de mis características”. Los arreglos florales se arman a partir de las flores silvestre del viñedo o bien de ramas de vid. Acá, hasta lo más simple, luce una elegancia campestre.

¿Quiénes te inspiran? ¿A quién seguís? “Juliana López May y Jessica Lekerman, son lo más para mí. Instagram, a full, obvio”.


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