¿Confiarías en una receta que te da tu suegra?

Hablar mal de ella es un lugar más que común. Pero solo la narradora Ana Pomar sabe contar recetas con historias como pocas. “Sabores de la memoria” y “Sobre un libro, un pan” son dos obras que hoy recuperamos y que recomendamos fervientemente.

¿Confiarías en una receta que te da tu suegra?

Hablar mal de ella es un lugar más que común. Pero solo la narradora Ana Pomar sabe contar recetas con historias como pocas. “Sabores de la memoria” y “Sobre un libro, un pan” son dos obras que hoy recuperamos y que recomendamos fervientemente.

¿Confiarías en una receta que te da tu suegra?

Hablar mal de ella es un lugar más que común. Pero solo la narradora Ana Pomar sabe contar recetas con historias como pocas. “Sabores de la memoria” y “Sobre un libro, un pan” son dos obras que hoy recuperamos y que recomendamos fervientemente.

¿Sospechás que tu suegra se guarda secretos al momento de compartir recetas con vos?
Gentileza

“En los comienzos de la relación entre suegra y nuera o yerno, hay, generalmente, un lugar oscuro. En ese lugar se suelen producir las guerras domésticas más despiadadas; las indirectas más certeras; los epítetos más soeces expresados entre dientes.

Cuando piensa la suegra, la fantasía del cómico se desata, el sarcástico se regodea, el bueno se asombra de ese novedoso sentimiento hostil que experimenta al tratarla.

Un amigo sostiene, aunque acepta que es difícil probarlo, que además de la de Neanderthal y la de Cromagnon, hubo otra raza prehistórica, la Suegragnon, que debe su nombre al carácter dominante y agresivo de esta estirpe de madres. La especie se extinguió porque, precisamente, lograron evitar que sus hijos se apareasen”.

Así empieza la escritora Ana Pomar el capítulo “¡Suegra, suegra, suegra!”, de su libro recomendadísimo “Sabores de la memoria. Historias con receta” (Emecé), que ya tiene varios años de edición. Poco tiempo atrás, y con una equilibrada fórmula que entremezcla recuerdos, anécdotas, calidez y un recetario familiar probado a lo largo de las generaciones, esta narradora publicó “Sobre un libro, un pan” una bitácora literaria y gastronómica que sigue el ritmo de su vida, desempolva su memoria y cuenta en retazos la relación con su madre, sus abuelos, sus amores y sus hijos. Otro libro de ella que vale la pena disfrutar.

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“Los comienzos con mi suegra Elena fueron duros. Yo sentía que ella se filtraba como el agua en las inundaciones. Me apuraba a poner cascotes, bolsas, arena y cuando estaba deleitándome contemplando la empalizada, ella entraba alegremente por otro flanco”, escribe Pomar en el mismo capítulo. Para párrafos más adelante admitir:

“Creo que cualquiera que recuerde episodios significativos de su vida se sorprenderá de ver que la gran mayoría están relacionados con comidas o encuentros en una mesa”: esta es la idea con que Pomar escribe sus libros.

“Elena era alegre y simple. Le gustaba ir a fiestas y bailar hasta tarde. Tenía una mirada de quince años -a menudo exasperante- para todas las cosas. Pero ante problemas graves, que desesperaban al resto de la familia, su presencia producía un paréntesis en el dolor, y sus palabras, a pesar de ser las mismas que usaban los demás, eran balsámicas.

Elena sabía algo que la enorgullecía y la diferenciaba de los demás: cocinar”.

Y Pomar sigue relatando su relación con su suegra hasta contar la receta de “Strudel de manzanas”, que si se siguen tal cual recomienda en los ingredientes que lleva y cómo prepararla, el resultado es fantástico.

Acá, en este punto, es que nos detenemos un instante: ¿vos aceptarías con total confianza una receta que le da la suegra? ¿No desconfíás que ella se queda con algunos secretos de la preparación para seguir siendo “la única” que sabe hacer como ninguna un plato ya clásico en la familia?

¿Qué dice? ¿Qué decís? ¿Tu suegra te lleva a hacerte es preguntas?

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Una infancia llena de aromas, sonidos y juegos en un Hurlingham despojado de urbanidad; una madre amorosa atenta a las ganas de crecer de sus pequeños; una abuela francesa y una París por descubrir; el temor a la mamografía; la hija menor haciendo su vida familiar en Berlín; una mudanza traumática a la ciudad; las tías solteronas juntas por la vida; amigas lejanas; primos con historias y viajes por el campo son algunos de los relatos de Pomar para introducir al lector a su mosaico familiar, pero también a su recetario personal, en “Sobre un libro, un pan”, editado tiempo atrás.

Como en “Sabores de la memoria” -que fue publicado por primera vez en 1994 y reeditado por Periplo Ediciones en 2012- Ana Pomar (Buenos Aires, 1949) retoma la idea original de fusionar reminiscencias del paladar con vivencias porque, para ella, “los recuerdos son inagotables y, por suerte, mientras siga la vida, seguirá la cosecha”, según sus palabras.

“Sobre un libro, un pan” es la última apuesta de Periplo, delicado sello especializado en gastronomía, arte y diseño, que a las narraciones de Pomar suma etéreas y suaves ilustraciones de Micaela Marinelli, construyendo así un libro-recetario preciso, divertido y emocionante.

“Creo que cualquiera que recuerde episodios significativos de su vida se sorprenderá de ver que la gran mayoría están relacionados con comidas o encuentros en una mesa”, resalta Pomar sobre la masa madre de sus cuentos, atravesados por “los recuerdos en primera persona, cercanos y lejanos. Y una sensibilidad para recordarlos y escribirlos”, como ella misma define.

La vocación de articular pequeñas historias con recetas, cuenta la autora, nació en un lugar y un momento determinado. “Todos los viernes, hace más de veinte años, nos encontrábamos varias amigas a almorzar. Hablábamos de todo lo imaginable. De literatura, de comidas y recetas. La escritora Inés Fernández Moreno me propuso hacer un libro de cocina juntas. Esa misma tarde llegué a casa y empecé a escribir mi primera historia, al día siguiente la segunda y no paré hasta tener el libro. Creo que la idea de Inés, si bien no lo hicimos juntas, me permitió atreverme. La excusa de las recetas me abrió la puerta a estas historias”, recuerda.

Es Fernández Moreno la que prologa a Pomar, “una Sherezade” como la llama, y es quien rescata que en este volumen “se funden los recuerdos, los sentimientos, las nostalgias con los aromas, los sabores y las recetas familiares. Cada nuevo sabor es un peldaño más en el camino de nuestras experiencias”, escribe.

Si bien el curry de Madrás es su propia especialidad, plato al que Pomar dedicó su primera historia en “Sabores de la memoria”, en esta secuela la escritora bucea en el recetario familiar más lejano y toma prestadas para cada cuento una, dos o tres platos.

Así, con el cuento como preámbulo, ella revela herencias como huevos poché, arroz con leche, torta arena, tarteletas de coco, torta de chocolinas, budín de higos, empanadas de carne de la abuela Juana, budín de zanahorias, torta de cebollas, alfajores de maicena, compota de membrillos, sopa vichyssoise, crepes de Nutella y otras exquisiteces.

“El punto de partida de cada relato es el recuerdo real. Después, inevitablemente, tengo que tejer la red para convertir ese recuerdo en materia literaria. En algún caso cambié nombres, en otros, parentescos y en uno, la nacionalidad de los personajes”, dice Pomar sobre la construcción de cada capítulo.

Y sigue: “Cuando escribo quiero atrapar la imagen, la historia, la emoción. Antes de tener nietos no pensaba en la trascendencia aunque siempre tuve presente lo que decía mi padre que decía su padre: ‘escribe que algo queda’. Ahora cuando escribo pienso en mis nietos, que me van a leer, que van a tener curiosidad por conocer las historias de su familia y también ese mundo que les resultará tan lejano pero a la vez propio. Les voy a hablar a ellos cuando ya no esté”.

El acto de cocinar es para ella algo innato, originario, casi ancestral. “En mi familia la comida, las reuniones e invitaciones son parte de la vida. Mi abuela cocinaba, mi madre también y yo también, mucho antes de que fuera ‘cool’ cocinar”, dice. Mientras que el rastreo de recetas que comparte fue una búsqueda en el archivo personal: “son en su gran mayoría familiares, muchas de mi infancia y también incorporadas a lo largo de mi propia vida familiar adulta”.

Guiada por el gusto, la inspiración y el rescate y con la certeza de que los buenos momentos “los arma uno”, Pomar entrega historias chiquitas que a la vez son grandes y hasta universales. Son cuentos de su familia pero que se podrían transpolar a cualquier otra, todo sazonado con un valor agregado único, ella comparte y deja constancia por escrito aquellas recetas que viajaron en el tiempo, de generación en generación y de cocina a cocina.

Fuentes: Yo Como y Telam


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