Una odisea por los caminos del café

Stewart Lee Allen, que se autoproclama antropólogo social del café, maravilla con su libro “La taza del diablo”.

Una odisea por los caminos del café

Stewart Lee Allen, que se autoproclama antropólogo social del café, maravilla con su libro “La taza del diablo”.

Una odisea por los caminos del café

Stewart Lee Allen, que se autoproclama antropólogo social del café, maravilla con su libro “La taza del diablo”.

“Ojalá que llueva café en el campo /pa que en la realidad / no se sufra tanto”.

Juan Luis Guerra

Lo descubrí semanas atrás en una librería de saldos en la calle Corrientes, en Baires.

El subtítulo del libro ya es atractivo. “La taza del diablo. El café, la fuerza impulsora de la historia”, de Stewart Lee Allen (editorial Oceáno).

Y hay otra bajada en la tapa que promete más. “Una odisea geográfica, histórica, antropológica y cultural”.

El autor se autoproclama antropólogo social del café. No solo por haber tomado 2920 litros de espresso, latte, cappucino, instantáneo, americano, macchiato y con panna para acercarse a la verdad del café. Sino porque recorrió Yemen, Zaire, Brasil, Estambul, Viena, París y Londres, entre otros destinos, para encontrar los orígenes y las influencias de nuestro impulso incontrolable más civilizado, que es el disfrutar de un buen café. Cuando recién nos levantamos, cuando estamos con amigos en una confitería, después de un almuerzo, a mediatarde… o a la nochecita para calmarnos.

Fatigó 32.000 kms para conocer historias y leyendas que suenan desde familiares a exóticas acerca del café. Las registró mientras caminó, anduvo a caballo, en tren, camiones y trenes de carga.

Todo esto para explicarse desde cuatro continentes cómo actuó y actúa esta fuerza que ha impulsado a la civilización.

En los primeros capítulos narra que los nativos -la casta de cultivadores de café, los harash- de Harar, ciudad del este de Etiopía, veneraban sus tazas de café, lo que constata por la oración que le hicieron a esta bebida mágica: “Una taza de café nos da paz / una taza de café hace que los niños crezcan / aumenta nuestras riquezas / nos protege contra el mal / nos da lluvia y hierbas”.

En Occidente también tenemos nuestra oración a la primera taza de café del día, cuenta el autor: “Oh, taza mágica, ayúdame a soportar el terrible tráfico, no hagas que me enfurezca en el subte y perdona a mi patrón, como me perdonas a mí. Amén”.

Lee Allen recupera al historiador francés Jules Michelet (1798-1874), quien sostuvo que la civilización occidental ilustrada nació cuando la sociedad europea pasó de consumir cerveza al mediodía en los lugares de trabajo a tomar café. “Todas las religiones tienen sus bebidas sagradas”, resalta el autor. Los cristianos y los judíos tienen el vino; los budistas el té; los musulmanes, el café. Para los hindúes es la leche extraída de las vacas sagradas”.

De todos modos, afirma, más allá de las religiones cuando en un lugar invade el aroma del café enseguida cualquiera se hace devoto de esta bebida.

Cada uno de nosotros ama el café por distintos motivos, se sabe. Lee Allen, con su libro, nos ayuda a agregarle mística a este amor.


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