Un lugar en Cipolletti donde cocinan locro todos los días

A cuadras de la terminal cipoleña sobre Pacheco, esquina Avellaneda, está abierta una embajada de sabores completamente artesanales y con raíces norteñas. Conocé la historia de Norma.

Un lugar en Cipolletti donde cocinan locro todos los días

A cuadras de la terminal cipoleña sobre Pacheco, esquina Avellaneda, está abierta una embajada de sabores completamente artesanales y con raíces norteñas. Conocé la historia de Norma.

Un lugar en Cipolletti donde cocinan locro todos los días

A cuadras de la terminal cipoleña sobre Pacheco, esquina Avellaneda, está abierta una embajada de sabores completamente artesanales y con raíces norteñas. Conocé la historia de Norma.

Por Victoria Rodríguez Rey

El locro que hoy conocemos es producto del choque cultural. En período prehispánico fue la opción calórica y nutricional de los pueblos originarios que mediante una larga cocción combinaban poroto, zapallo y maíz. Esta tríada de origen latinoamericano resultó ser la verdadera riqueza que transformó la dieta mundial, aunque equivocadamente creyeron que la fortuna se encontraba en los metales preciosos. Luego se incorporó la proteína animal, que hoy sabe a locro.

El alimento diario como parte del patrimonio de los pueblos es uno de los rasgos culturales más arraigados y de más difícil modificación. Quizá por eso la jujeña Norma cocina lo que trae. Norma se ríe bajito y cocina lo que aprendió desde tiempos tempranos para once hermanos a cargo. Lo lleva en la sangre. De vez en cuando hace llamados a su madre para que le recuerde los pasos de alguna receta hasta que de repente siente conectar con esos momentos mágicos, como clases magistrales de la infancia, en las que participaba observando a distancia. Posiblemente es por eso que Norma considera que cocinar locro es una cuestión de todos los días. Como lo hizo siempre.

En su gran mayoría, elabora platos con frutos de tierra norteña, que combinados y condimentados con precisión, los vuelve alimento: tamales, humita, guisos, empanadas jujeñas, empanadas tucumanas, empanadas de mondongo, bombitas de carne, panchuques, chicharrón con mote de maíz, son algunas de las opciones. La materia prima la consiguen en las ferias de Neuquén, mediante pedido a proveedores del noroeste y en sus viajes que no son muy frecuentes.

Norma comenzó siendo ayudante de cocina de la casa de comidas Runas de la que terminaría siendo dueña. Junto con su hija eran convocadas en los periodos de mayor trabajo. En los tiempos en los que el molinillo no descansa y anuncia el ciclo de la producción de maíz, es momento de celebración y de elaboración de la humita. Claro está, que en ese recinto no hay lugar para maíces híbridos, la pasta dulce es propia de un momento estacional.

Después de tres años de trabajo de ayudante de cocina, Norma y su hija tuvieron la opción de hacerse cargo por completo del negocio. Con miradas cómplices celebran el logro. Decidieron mantener el nombre del local: Runas, porque saben que en su tierra quienes son llamados así representan la fuerza, la sabiduría, la armonía personal y con su entorno natural de vida.

Norma se trasladó de su tierra tabacalera a la región del Alto Valle hace nueve años. Vino un año acompañando a su marido que trabajaba en temporada de cosecha de la fruta. Al año siguiente decidieron traer a sus a dos hijos. Norma está por terminar la carrera de enfermería en la Universidad Nacional del Comahue. Cursa de mañana hasta el mediodía, y vuelve con las ganas de vestirse de cocinera. Cerca de las tres de la tarde acomoda una mesita en la recepción de su negocio y aprovecha a estudiar hasta que vuelve a encender el fuego. Aún no tiene definido que hará cuando se reciba. De lo que sí está segura es que por una u otra opción se seguirá vistiendo de blanco.


Formá parte de nuestra comunidad de lectores

Más de un siglo comprometidos con nuestra comunidad. Elegí la mejor información, análisis y entretenimiento, desde la Patagonia para todo el país.

Quiero mi suscripción

Comentarios