Delfina sigue con el oficio de moler trigo, a los 85 años, en El Cholar

Si bien comentan que está perdiendo la memoria, la vecina del norte neuquino explica con precisión cada paso de la técnica de moler grano con molino de piedra impulsado por agua.

Delfina sigue con el oficio de moler trigo, a los 85 años, en El Cholar

Si bien comentan que está perdiendo la memoria, la vecina del norte neuquino explica con precisión cada paso de la técnica de moler grano con molino de piedra impulsado por agua.

Victoria Rodríguez Rey

Por Victoria Rodríguez Rey

Prosperina del Carmen San Martín, aunque en El Cholar la conocen como Delfina, aprendió de chica a usar el molino que otra familia construyó y abandonó. Hoy, con 85 años sigue con la misma función, y servicio a la comunidad, aunque con distinta frecuencia de trabajo. A diario ruega que llegue agua del arroyo que ponga en movimiento el histórico molino.

La escanda y la escaña son variedades de trigo, uno de los primeros pastos silvestres domesticados. El lugar de origen es Medio Oriente. El tiempo es prehistórico. Sin embargo a partir de la invasión ecológica generada del choque cultural, en una relación de fuerza desigual entre el viejo continente y los invadidos, el mapa alimentario cambió en su totalidad. Las rutas de los alimentos que se fueron trazando, con embajadas de prueba previa a instalarse en algún destino fijo, como el caso de Haití, son escabrosas. Las adaptaciones de las especies vegetales y animales han fracasado en algunos casos y prosperaron en muchos otros. El café africano tuvo gran desarrollo en Brasil, el mijo asiático sigue aumentando su zona productiva en Estados Unidos, el maíz y el cacao como tesoros mesoamericanos se ajustaron a las condiciones ambientales africanas, la papa andina ya es parte de la identidad irlandesa, por dar algunos ejemplos. Por estas latitudes climáticas y culturales, en una localidad bien al norte de la provincia de Neuquén, en zona de parajes y cielo amplio, el trigo se arraigó.

Delfina vive en El Cholar. Recuerda que de pequeñita vinieron de la cordillera, de Chacaico, con su madre, hermano y hermana después de que los “sacaron” al venderse aquellas tierras en donde vivían. Se ríe y se define como un “pellizco de mujer” (por lo pequeña), camina despacito y algo encorvada.

Tiene la voz de una niña y si bien comentan que está perdiendo la memoria Delfina explica con precisión cada paso de la técnica de moler grano con molino de piedra impulsado por agua. Se afirma en un palo de escoba para bajar la empinada pendiente que conduce de su casa al molino, y dice que ése es su caballo más fiel.

Hace aproximadamente 70 años Delfina y su familia se instalaron en una casa con un molino de piedra, movido por la corriente de un arroyo, y desde entonces y hasta el año pasado junto a su hijo molían el trigo que se producía en la zona. Una corta y justa cadena de producción. Por el servicio a la comunidad cobraban una maquila que es un porcentaje de la molienda de “harina en rama” (harina integral).

También tostaban el trigo en cayana para obtener ñaco, elaboraban locro (trigo molido grueso) y harina cernida, sin afrecho (cáscara del grano). Por estos tiempos, la realidad es distinta, ya no se produce trigo y el agua es insuficiente. Si le preguntan a Delfina que significa el trigo para ella, afirma que “es una cosa importante, es alimento y trabajo”. Con la misma conciencia sabe que sin agua no hay trigo, ni alimento, ni trabajo.

El nombre Prosperidad tiene la carga de los tiempos de bonanza que Delfina ansía. Ruega que vuelvan los ritmos caudalosos del arroyo. Cree que la alfalfa fue la que corrió los sembradíos de trigo. Recuerda un molino en Chacay y otro en Vilú Mallin. Lamenta la sequía estival. Reza por un invierno más húmedo. Confía volver a escuchar el sonido copioso de la piedra moliendo el grano que alimentó su vida, la de su hijo y la de un pueblo silencioso.


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