La Ciudad de la Furia en cuarentena: covid-19 y desigualdades urbanas

La pandemia en nuestra región está lejos de ser “democrática”: entiende de grupos sociales y territorios, refleja las luces y sombras de la urbanización contemporánea, que genera graves injusticias; pero al mismo tiempo es usina de transformación.

Fernando Casullo* Joaquín Perren**


No hay dudas de que la actual pandemia ha transformado nuestro cotidiano. Hizo de los epidemiólogos celebridades, nos volvió expertos en el aplanamiento de curvas y convirtió nuestros hogares en un lugar de confinamiento. Pero no solo eso, la covid-19 puso crudamente en evidencia las desigualdades que atraviesan nuestras sociedades. El mentado coronavirus, así, constituye una posible mirilla desde donde visualizar las brechas sociales de economías que se han cocinado a fuego lento.

Si el rasgo fundante de la actualidad es la desigualdad, tal como nos advierte Thomas Piketty en “El capital del siglo XXI”, nos parece oportuno problematizar un discurso que ha ganado presencia en las últimas semanas. Un argumento que -palabras más, palabras menos- podría sintetizarse en una frase: la epidemia es democrática y, como tal, todos juntos tenemos que superar la grieta para superarla. Este a priori igualador que generó la actual crisis sanitaria, sin dejar de tener algún sentido biológico, debe relativizarse. Si calibráramos sus efectos en la población, veríamos que la pandemia no solo no es democrática, sino que entiende de grupos sociales y territorios. O, dicho de manera más sencilla, el virus no es ciego en términos socio-espaciales.

El arco narrativo se repitió una y mil veces, tanto en grandes áreas metropolitanas como en ciudades de menor envergadura: en un primer momento, la geografía de la epidemia coincidió con el mapa de la riqueza. Los primeros infectados tenían buenos ingresos, habían viajado a Europa y residían en las áreas centrales o alguno de los muchos barrios privados que salpican nuestras periferias. El castigo divino que, a la usanza de “La máscara de la muerte roja” de Edgar Allan Poe, había llegado para abatirse sobre los ricos, o sobre los chetos o runners, si quisiéramos algunas de las palabras de moda en la cuarentena.


La densidad urbana, además de colaborar en la transmisión de enfermedades, permite economías de escala que resuelven muchos de los desafíos que debemos enfrentar.


Ahora bien, aunque los casos iniciales se concentraron en las áreas más consolidadas, los efectos más dramáticos los vemos hoy en las periferias, tanto por la imposibilidad de respetar la distancia social por causa del hacinamiento como por las consecuencias del desplome de la actividad económica. En resumidas cuentas, la espacialización del impacto de la covid-19 coincide con el mapa de la pobreza estructural que, en nuestro continente, se solapa con la ciudad autoconstruida.

Esta socialización del virus nos da pie entonces para profundizar nuestro análisis sobre las ciudades, acaso uno de los objetos de estudio más interpelados hoy por las ciencias sociales. Lejos de hacer leña del árbol caído, nos interesa llamar la atención sobre cuán contradictorio es el proceso de urbanización contemporáneo. Y esto queda a la vista con uno de los temas fetiches de los estudios urbanos: la densidad. La aglomeración de población es quizás el mayor vector de propagación de las enfermedades. De ahí que se asocie de forma muy natural urbanización y epidemias. Aparecen como términos intercambiables, como las dos caras de una misma moneda. Con cada crisis sanitaria emerge la tentación de abandonar la ciudad, la que se vive como un espacio amenazante repleto de aires contagiados.

Ese temor que puede verse sintetizado en el gesto de Marcelo Tinelli confinándose en su estancia en Esquel, pero también en las familias ricas que, en medio de la gripe española de 1918, iban a sus casas de campo, multiplicando el contagio en las áreas rurales.

Sin embargo, la densidad urbana, además de colaborar en la transmisión de enfermedades, permite que haya economías de escala que resuelven muchos de los desafíos que debemos enfrentar las sociedades modernas. No solo abastecen eficientemente los servicios urbanos básicos, desde luz hasta desagües, sino que también generan masas críticas que serían muy difíciles de crear de otro modo. Entre ellas, una de enorme relevancia en la actual coyuntura: las comunidades científicas. Contradictoriamente, los grandes centros urbanos son los más afectados por la pandemia, pero -por su tamaño- albergan los centros científicos que desarrollan tests cada vez más efectivos e inclusive están trabajando en una posible vacuna. Vemos cómo la densidad es un problema, pero también trae consigo una solución.

Algo similar podríamos decir “por debajo”. La cuarentena nos ha mostrado, quizás como ningún dispositivo, lo fundamental que son los trabajadores en el funcionamiento de la maquinaria urbana. Al tiempo, esas obras paradas, jardines descuidados y raíces a la vista pusieron en evidencia el grado de informalidad de nuestras economías. Esa injusticia es resultado de una ciudad que excluye, pero también genera la plataforma desde donde reivindicar derechos.

Distintos estudios muestran que los barrios populares más organizados son los que mejor están sobrellevando la cuarentena. No solo porque tienen mayor capacidad de aprovechar la asistencia del Estado, sino también porque exhiben unos mayores niveles de innovación social (merenderos, radios comunitarias, sistemas de monitoreo y un largo etcétera). Vemos nuevamente las luces y sombras de la urbanización contemporánea: produce flagrantes desigualdades, pero constituye una usina de transformación.

* Historiador, docente e investigador en la Universidad de Río Negro.

** Docente e investigador del Instituto Patagónico de Estudios en Humanidades y Ciencias Sociales (Universidad Nacional del Comahue/Conicet)


El rompecabezas urbano regional, en un nuevo libro

El análisis de las ciudades de las regiones por parte de los autores del artículo se profundiza en el libro “Rompecabezas urbano. Producción de desigualdades en ciudades de la Norpatagonia”, compilado por Joaquín Perren, Fernando Casullo y Nicolás Padín.

La obra fue editada por la editorial de la UNRN y forma parte de un esfuerzo de esta casa de esudios, la Universidad Nacional del Comahue, y el Instituto Patagónico de Estudios en Humanidades y Ciencias Sociales-Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Ipehcs-Conicet).

El libro reúne investigaciones de diversas disciplinas y enfoques sobre las formas de las ciudades intermedias de la región, con especial atención en la estructura y las funciones de las desigualdades que las atraviesan.

Las temáticas de este libro abarcan salud pública, planificación urbana, gentrificación, percepción de inseguridad, entre otros, son algunos de los temas abordados desde disciplinas diversas como la historia, el urbanismo y la sociología. Y distintas ubicaciones (Neuquén, Cipolletti, Villa La Angostura, San Martín de los Andes)

Una de las tesitura principales que sostiene es la crítica al imaginario social que nos lleva a pensar que en las ciudades medianas las desigualdades sociales son menores. El texto se pude consultar en este link


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