“La memoria no se usurpa”
Han pasado unos largos dos años y medio desde que mi abuela se fue (y digo largos porque en ocasiones las situaciones insoportables, inaceptables o difíciles de superar parecen aletargar el tiempo). Quizás todos en este mundo quisiéramos –o deberíamos querer, creo– rendir una suerte de tributo u homenaje a nuestros seres queridos, sobre todo a aquellos que han pasado por esta vida dejando una huella imborrable de consejos, enseñanzas y aportes sociales. Mi abuela, Evangelina Cofré, fue una de estas personas. Una de las más recordadas pioneras de Moquehue –paradisíaco paraje neuquino– fundó, tras extensos años de trabajo y dirección de un aserradero legado por su marido, Pacián Garro, la hostería La Bella Durmiente e inauguró así, en el 68, el turismo de aquella zona. Generó así fuentes de trabajo y fomentó, hasta el año de su muerte, el conocimiento del lugar. Por otro lado, con el mismo nombre dado a aquel edificio turístico bautizó uno de los cerros más característicos y majestuosos de la zona. Todo un personaje, mi abuela fue admirada y lo sigue siendo por cientos de turistas que llegan a la zona y desean saber quién fue esta mujer. Asimismo, quiero recordar sus virtudes como abuela: noble, gran consejera, confidente, sumamente inteligente (su falta de escuela no la privó, por ejemplo, de aprender sola a escribir) y tantas otras cosas que no alcanzo a expresar en una página. Tras su partida, sus cenizas fueron esparcidas en su amado lago Moquehue; según un poema que escribió: “espejo” de la Bella Durmiente. En uno de los lugares del parque que integra la hostería se le construyó una fuente de agua para mantenerla aún más presente. Allí habíamos colocado una placa que plasmaba el cariño de sus hijas y sus respectivas familias. Pero, por esas cosas del mundo que aún nos cuesta entender, alguien, casualmente o no, una noche antes de la fecha de su cumpleaños en enero pasado robó la placa. Quiero decirle a esa persona que puede quitar todo lo que quiera pero no la trascendencia de alguien. Quiero decirle que la memoria no es algo que se quita. Y quiero decirle también que me apena enormemente que, con tal actitud, seguramente debe manejar su propia vida y que, por tanto, va a carecer siempre de la admiración, el recuerdo y el amor legítimo de otros. Claudia Evangelina Turco DNI 25.624.442 Cipolletti
Claudia Evangelina Turco DNI 25.624.442 Cipolletti
Han pasado unos largos dos años y medio desde que mi abuela se fue (y digo largos porque en ocasiones las situaciones insoportables, inaceptables o difíciles de superar parecen aletargar el tiempo). Quizás todos en este mundo quisiéramos –o deberíamos querer, creo– rendir una suerte de tributo u homenaje a nuestros seres queridos, sobre todo a aquellos que han pasado por esta vida dejando una huella imborrable de consejos, enseñanzas y aportes sociales. Mi abuela, Evangelina Cofré, fue una de estas personas. Una de las más recordadas pioneras de Moquehue –paradisíaco paraje neuquino– fundó, tras extensos años de trabajo y dirección de un aserradero legado por su marido, Pacián Garro, la hostería La Bella Durmiente e inauguró así, en el 68, el turismo de aquella zona. Generó así fuentes de trabajo y fomentó, hasta el año de su muerte, el conocimiento del lugar. Por otro lado, con el mismo nombre dado a aquel edificio turístico bautizó uno de los cerros más característicos y majestuosos de la zona. Todo un personaje, mi abuela fue admirada y lo sigue siendo por cientos de turistas que llegan a la zona y desean saber quién fue esta mujer. Asimismo, quiero recordar sus virtudes como abuela: noble, gran consejera, confidente, sumamente inteligente (su falta de escuela no la privó, por ejemplo, de aprender sola a escribir) y tantas otras cosas que no alcanzo a expresar en una página. Tras su partida, sus cenizas fueron esparcidas en su amado lago Moquehue; según un poema que escribió: “espejo” de la Bella Durmiente. En uno de los lugares del parque que integra la hostería se le construyó una fuente de agua para mantenerla aún más presente. Allí habíamos colocado una placa que plasmaba el cariño de sus hijas y sus respectivas familias. Pero, por esas cosas del mundo que aún nos cuesta entender, alguien, casualmente o no, una noche antes de la fecha de su cumpleaños en enero pasado robó la placa. Quiero decirle a esa persona que puede quitar todo lo que quiera pero no la trascendencia de alguien. Quiero decirle que la memoria no es algo que se quita. Y quiero decirle también que me apena enormemente que, con tal actitud, seguramente debe manejar su propia vida y que, por tanto, va a carecer siempre de la admiración, el recuerdo y el amor legítimo de otros. Claudia Evangelina Turco DNI 25.624.442 Cipolletti
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