La barrera del top 100

¿Cómo llega al circuito un tenista de clase media? ¿Cuándo empieza a ganar dinero? ¿Sólo es una alternativa la alta competencia para vivir del tenis? Cuando era apenas un niño, Mariano Hood comenzó su carrera en Neuquén, en una suerte de academia donde se juntaban los mejores de la zona. Perfeccionó su mano y dispuso su mente para la competencia importante en Buenos Aires, pero fue en el exterior donde encontró el apoyo económico para solventarse la carrera. Fue en Alemania, específicamente en los torneos interclubes. Esas competencias pagan muy bien, son tradicionales y las instituciones apuntan a jugadores que ya empezaron a hacerse un nombre en el circuito. Para el caso, en el equipo de Hood estaban Feliciano López, Verdasco y el francés Santoro. Llegó a ese lugar cuando era 350 del mundo, por intermedio de un manager alemán y con lo que embolsaba en los interclubes (40 mil dólares cada 4 partidos) se mantuvo la carrera en la ATP. Eso le cambió la vida y así lo cuenta: “Cuando llegué a Alemania tenía 23 años y no podía comprar una gaseosa, no me sobraba un mango. Pero a los 24 pasé la barrera del top 100, llegué a ser 20 del mundo en dobles y me compré un departamento y un auto”, explica el extenista con apellido de héroe de los desposeídos. “En los interclubes se paga muy bien, y eso le permite a un chico que está 120 del mundo bancarse económicamente una temporada compitiendo”, insiste. El tenis, como en cualquier deporte, no es una ciencia exacta y hay mucho de apuesta. “Son pocos los jugadores a los que vos ves y decís ‘llega seguro’. O sea: hoy no existe un Coria, que con 14 años sabías que sería un fenómeno. La Legión fue una camada, y se terminó. Hoy sacar buenos jugadores es muy complejo”, remarca Hood, que junto a Mariano Monachesi entrenan a Guido Andreozzi, un chico que tenía “buena madera” pero que estaba hastiado del tenis y sus malos tragos. “Los captamos a los 18 años, estaba perdido, con sobrepeso, harto, pero había sido un muy buen tenista en menores. Llegó desordenado, sin plan de trabajo, con la cabeza en la luna… Lo ordenamos, lo potenciamos y hoy es 145 del mundo y ya jugó un Grand Slam (último US Open)”. Para Hood una de las claves es superar la barrera del top 100 del mundo. “Hay mucha diferencia entre un 120 y un 95 del ranking. Hablamos de nada a ganar 200 mil dólares al año”. Un top 100 juega los cuatro “grandes” y sólo por participar embolsa 100 mil dólares. Claro, para cualquier chico de la zona es un sueño casi irrealizable. “Así y todo, el tenis profesional se nutre del interior porque de Capital Federal no salen jugadores. Lo que pasa es que aquí no nos podemos comparar con Córdoba, Mendoza o Santa Fe. Nosotros no tenemos infraestructura y nos sobran carencias, mientras que en Córdoba se juegan 10 futures al año, challengers, hay 80 clubes afiliados, sede propia y mucha ayuda del Estado”, explicó Luis Ojeda, presidente de la federación de tenis rionegrina. (S.B)


¿Cómo llega al circuito un tenista de clase media? ¿Cuándo empieza a ganar dinero? ¿Sólo es una alternativa la alta competencia para vivir del tenis? Cuando era apenas un niño, Mariano Hood comenzó su carrera en Neuquén, en una suerte de academia donde se juntaban los mejores de la zona. Perfeccionó su mano y dispuso su mente para la competencia importante en Buenos Aires, pero fue en el exterior donde encontró el apoyo económico para solventarse la carrera. Fue en Alemania, específicamente en los torneos interclubes. Esas competencias pagan muy bien, son tradicionales y las instituciones apuntan a jugadores que ya empezaron a hacerse un nombre en el circuito. Para el caso, en el equipo de Hood estaban Feliciano López, Verdasco y el francés Santoro. Llegó a ese lugar cuando era 350 del mundo, por intermedio de un manager alemán y con lo que embolsaba en los interclubes (40 mil dólares cada 4 partidos) se mantuvo la carrera en la ATP. Eso le cambió la vida y así lo cuenta: “Cuando llegué a Alemania tenía 23 años y no podía comprar una gaseosa, no me sobraba un mango. Pero a los 24 pasé la barrera del top 100, llegué a ser 20 del mundo en dobles y me compré un departamento y un auto”, explica el extenista con apellido de héroe de los desposeídos. “En los interclubes se paga muy bien, y eso le permite a un chico que está 120 del mundo bancarse económicamente una temporada compitiendo”, insiste. El tenis, como en cualquier deporte, no es una ciencia exacta y hay mucho de apuesta. “Son pocos los jugadores a los que vos ves y decís ‘llega seguro’. O sea: hoy no existe un Coria, que con 14 años sabías que sería un fenómeno. La Legión fue una camada, y se terminó. Hoy sacar buenos jugadores es muy complejo”, remarca Hood, que junto a Mariano Monachesi entrenan a Guido Andreozzi, un chico que tenía “buena madera” pero que estaba hastiado del tenis y sus malos tragos. “Los captamos a los 18 años, estaba perdido, con sobrepeso, harto, pero había sido un muy buen tenista en menores. Llegó desordenado, sin plan de trabajo, con la cabeza en la luna... Lo ordenamos, lo potenciamos y hoy es 145 del mundo y ya jugó un Grand Slam (último US Open)”. Para Hood una de las claves es superar la barrera del top 100 del mundo. “Hay mucha diferencia entre un 120 y un 95 del ranking. Hablamos de nada a ganar 200 mil dólares al año”. Un top 100 juega los cuatro “grandes” y sólo por participar embolsa 100 mil dólares. Claro, para cualquier chico de la zona es un sueño casi irrealizable. “Así y todo, el tenis profesional se nutre del interior porque de Capital Federal no salen jugadores. Lo que pasa es que aquí no nos podemos comparar con Córdoba, Mendoza o Santa Fe. Nosotros no tenemos infraestructura y nos sobran carencias, mientras que en Córdoba se juegan 10 futures al año, challengers, hay 80 clubes afiliados, sede propia y mucha ayuda del Estado”, explicó Luis Ojeda, presidente de la federación de tenis rionegrina. (S.B)

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