“El Paseo de las Picadas” va ganando altura en Bariloche

La nueva peatonal comenzó a funcionar el fin de semana y sumó visitantes y buenos augurios.

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En una ciudad rodeada de naturaleza inagotable y salvaje, la promesa de un área de relax justo donde confluyen dos de sus más pintorescas calles no viene mal. Nada mal. Por un momento hace pensar en lo que sucedería si San Telmo tuviera montañas a sólo unos metros de distancia. Pero es Bariloche que empieza a darle forma a su peatonal.

El paseo aún no posee su propia historia sin embargo poco a poco la va tejiendo en una zona que se caracteriza por la presencia de turistas nacionales y extranjeros. Hay razones para esto. Juramento y la puntita de 20 de Febrero constituyen una postal de otra época. Son uno de los vestigios urbano-europeos que conserva Bariloche. Los veteranos edificios del área albergan hoy el negocio que puede considerarse como el más lógico para el actual momento: pubs, pequeños restaurantes, cafés con la mayor parte de su superficie al aire libre. La misma Juramento es dueña de un empedrado que recuerda a los incontables laberintos del Viejo Continente. “El Paseo de las Picadas” vino a encajar como la pieza faltante de un rompecabezas. Ahora que los fines de semana excluyen la posibilidad del automóvil el reloj del tiempo vuelve sobre sí mismo convocando a un orden pasado. Como una película de celuloide perdida en algún baúl, que acaba de ser puesta en el proyector del presente, las personas regresan y con ellas sus hábitos culturales y culinarios.

De la mañana a la noche las postales han iniciado su lento proceso de construcción. Hombres y mujeres mojándose con codicia los labios con el agua bendita de una cerveza, un clown que se gana la atención, ya que no el dinero, lanzando sus claves de colores hacia un inmenso cielo despejado, dos pequeñas de vestido y moñito se persiguen la una a la otra mientras su madre trata de aleccionarlas, un novio le compra un aro pequeño pero significativo a su novia, un grupo de mochileros hacen un break antes de continuar andando kilómetros adentro y así la gente pasea, picotea, como propone el nombre, de un eslabón al siguiente.

“Estuvo lindo, se mueve, hay gente, va a ir creciendo con los días”, asegura a DeBariloche Daniela una de las artesanas del flamante paseo. “Esto es una prueba piloto, va saliendo bien y nos gusta este espacio”, se suma Osvaldo, otro artesano local.

El “Paseo de las Picadas” no está retirado del Centro Cívico pero los microemprendedores señalan que aun es necesario que desde el municipio continúen apoyando la idea. “Acá se juntan varios esfuerzos, el del microemprendedor, el del municipio, tránsito. Para que se sostenga se necesita una política de Estado que lo avale y es lo que está sucediendo”, indica a este medio Gustavo Hernández, representante de la Asociación de Micremprendimientos de Bariloche. La peatonal, es cierto, se alimenta de distintas energías coincidentes. A la de los microemprendedores, la mayoría de ellos artesanos, se les suma la dinámica propia de los pubs y pequeños restaurantes y, como un plus, los distintos espectáculos de música que van pasando por el escenario. Un combo, un abanico, una carta de presentación para seducir a un turista que cada vez acumula más opciones en su agenda para un presupuesto apretado. “Sin apoyo no podríamos trabajar, no funcionaría”, señala Marcelo, otro de los feriantes.

Hasta el momento la peatonal tiene 45 puestos pero estiman que podrían llegar a los 100. Habrá que esperar. “Esta es también una salida para organizar el centro de la ciudad y a las personas que trabajamos vendiendo en el espacio público”, opina Hernández. Este grupo de feriantes en especial estaba instalado a metros del Centro Cívico pero la idea del municipio los convenció. La propuesta es que se queden aquí hasta fines de febrero, después se reunirán con los funcionarios de Desarrollo Social para determinar si continúan o recalan en otro sitio.

Entre tanto, la peatonal gana altura. Con la parsimonia de un animal mayor, va ampliando su campo de acción. Sus movimientos. Si las “energías” continúan en convergencia, es probable que el paseo se vuelva un día una tradición dentro de un escenario tradicional. Una simbología arquitectónica al que el negocio turístico necesita apelar aunque no siempre posee los elementos propicios. En Bariloche están, uno frente al otro, como dos espejos enfrentados. Que la coincidencia nos aproveche a todos.

Claudio Andrade

candrade@rionegro.com.ar

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