Conectados: Amores

Carlos Mario quería olvidar a Beto y ahí nomás lo invadió una idea razonable.

Fue al Registro Civil y solicitó para Beto un nuevo nombre, esperando superar de este modo la necesidad olvidadora. La empleada del registro le dijo que no había problema ninguno, que se acercara en horario de 8 a 9 un martes o un viernes, con un sellado de 3,50 y fotocopia del acta de nacimiento de la persona a olvidar. Le dijo que esas copias se entregan solo los jueves pero que la encargada está de encargue con fecha probable de parto dentro de 27 días. Destacó también que no olvide buscar tres testigos ya sean de crímenes o cosas que ayuden a la policía que como es de público conocimiento está escasa de personal y que además, se viene la peña policial por el día del garrote y los agentes están abocados en armarse su merecido propio homenaje de ellos mismos. Le dijo, por fin y por final, que estaba de suerte porque lo atendía ella en persona, pero que se apurara porque la estaban por trasladar a la perrera municipal debido a la escasez, de perros.

Carlos Mario sin desanimarse notó que cuando la empleada del registro dijo “de suerte” cuando dijo exactamente “está de suerte”, le sucedió un destello que nació desde el hueso peroné y la tomó toda entera como a un ángel gallardo o Labruna, produciendo un efecto parecido a la luz mala, pero buena, “pero bueno” dijo ella; al advertir la mirada engripada de amor de Carlos Mario, “pero bueno hombre, prométame algo pero pronto, antes de que me trasladen de sección”.

Carlos Mario dejó la oficina con aquella muchacha prendida de su cuerpo, la sintió enganchada junto al hígado o tal vez el riñón desde donde repetía: “de suerte” o exactamente le decía “está de suerte”.

Animado se dirigió a la clínica para que le realizaran una ecografía y poder precisar de este modo en que lugar se había prendido este amor incipiente. Si del riñón o el hígado que no es lo mismo aunque casi, o quizás de algún otro pedazo del interior Carlos Mariense.

El doctor que lo atendió era lejano, ajeno y enojón como una olla de madera. Con una serenidad parienta de la indiferencia le dijo que sí, que bueno, que “no hay problemas Carlos Mario”, y agregó, “véngase en ayunas con la luna en creciente, un día impar en que Huracán gane 2 a 1”. Y antes de cerrar el consultorio con un portazo glamoroso le pasó en cajitas de muestras gratis, un almanaque con las lunas y todo, y una revista “El Gráfico” para que sepa todo sobre la campaña del equipo recetado.

Carlos Mario salió destellante. Nunca había visto un hombre y tampoco un doctor que cerrara la puerta de ese modo. Así como diciendo: “10 de máxima, 7 de mínima”, como diciendo “diga 33”, es decir un amor sin coseguro, puro huevo y corazón.

Fue entonces que supo que eso que lo estaba molestando era hambre. Que por querer olvidar una cosa que ya no estaba seguro si era una novia, un novio, o una pesadilla en blanco y negro; se había extraviado de comer. Y no podría afirmar en este punto si ahí fue que vio la fonda o que en realidad fue fondeado por la vida. Pero pasó que ese lugar lo llamó con el aroma de la cebolla saltándose; con el ruido del cascar de huevos y el aroma de los chorizos embrujando el espacio. Carlos Mario entró y quedó hipnotizado al ver a la mujer. Sus manos sabían todo; acariciaban de memoria lo que poblaba esa cocina. Esas manos se llamaban con el salero y la pimienta como si fuesen hermanitos. La mujer llenaba el aire de una dicha posible, instantánea. De una dicha del día. De una dicha minuta y a buen precio.

Entonces Carlos Mario tomó aire y se lo dijo: “Deme un plato de comida por favor, y deme más”. Ella le contestó salpimentada a gusto que sí, que no había ningún problema, si esperaba. Porque ahora tenía que despacharle a Don Palote que venía con la resaca de haberse tomado del pico un desamor bastante en serio.

Carlos Mario aceptó. Tomó asiento, tomó vino con soda y se tomó el tiempo para mirar por la ventana y ver pasar. Esto sucedió a la hora exacta en que parece que a propósito, las gentes del pueblo se trasladaban a la verdulería, a visitar las tías, a la esquina a ver si llueve y a comprar medio de miñones; inolvidables.

Perfil: Rafael Urretabizkaya

Nació en Dolores, el 8 de octubre de 1963.

Vive en San Martín de los Andes desde 1983, pero trabaja en diferentes comunidades rurales del sur neuquino. Libros publicados:

• Publicó varios libros y sus cuentos fueron incluidos en varias antologías regionales y nacionales a ambos lados de la cordillera.

• Para títeres también. Es autor de una versión del “Quijote de la Mancha” (2014) y “Vairoleto pechito libertario”, (2016), ambas obras llevadas de gira por la compañía sanmartinense La Pelela Títeres.

Rafael cree como Rodolfo Walsh que “escribir es escuchar”.


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