A las víctimas las ataron y las atacaron en el suelo

Para los forenses serían al menos dos los asesinos. Detallaron dos formas en que fueron agredidas.

ROCA (AR).- La masacre del laboratorio fue cometida en forma planificada y por alguien que conocía muy bien el lugar donde fueron asesinadas Carmen Marcoveccio, Alejandra Carbajales y Mónica García, y donde fue herida gravemente Ketty Karavatic. Al menos así se desprende de las conclusiones que en la audiencia de ayer realizó el forense Ismael Hamdam, quien junto a su colega Claudio Schoua, prestaron los testimonios más importantes de la jornada.

Ambos peritos coincidieron en que con un alto grado de probabilidad fueron al menos dos los asesinos, ya que hay padrones distintos en el ataque a las cuatro mujeres, lo que incluso podría determinar distintas personalidades de los atacantes.

Siempre según las conclusiones de los forenses, las víctimas fueron maniatadas en la sala de extracción de sangre del laboratorio, las maniataron, y una vez en el suelo, comenzaron los ataques.

Carmen Marcoveccio y Alejandra Carbajales sufrieron numerosas heridas de arma blanca, y focalizadas en distintas partes del cuerpo. En el caso de la primera, las recibió en su costado

izquierdo y también en un glúteo. En el caso de Carbajales, sufrió varias heridas en el abdomen, cuello, en una pierna y en la espalda.

Según los forenses, las lesiones punzocortantes en el glúteo de Marcoveccio y en la espalda de Carbajales, sugieren que mientras estaban maniatadas y apuñaladas en el suelo, se dieron vuelta como un intento desesperado de frenar los ataques. Por ello, dijeron los forenses, sufrieron esas heridas. A criterio de Bernal, el atacante tuvo como primera intención causar daño, y posteriormente darles muerte.

Sin embargo, con Mónica García y Ketty Karavatic, el ataque tuvo otra modalidad. A diferencia de las otras dos víctimas, prácticamente no fueron golpeadas, tampoco recibieron heridas de arma blanca -salvo García algunas pocas y superficiales-, pero sí fueron baleadas a una distancia de unos 50 centímetros. «Si fuera el mismo atacante, las apuñalaba a todas», concluyó Bernal. También indicó que por la cantidad y características de las heridas, el autor de las puñaladas tiene que haberse manchado con sangre.

El forense Ismael Hamdam, reforzó la hipótesis de que antes de ser atacadas, las víctimas estaban maniatadas. «Generalmente, las heridas defensivas se producen en las manos, cuando la persona que es atacada con arma blanca trata de frenar las puñaladas. Sin embargo, en ninguna de las víctimas aparecieron estas lesiones»

Hamdam descartó que el ataque fuera producido por un psicótico, ya que «es más desprolijo. Este fue un crimen organizado. El victimario supo manejar la situación. Fue preparado y atacó en un solo lugar. Se trata de alguien con perfil como para someterlas, neutralizarlas, ultimarlas, no dejar las armas y llevar elementos a las escena del crimen», en relación a las correas con las que las mujeres fueron atadas y que no se corresponden con las de ninguna abertura del laboratorio. «Este homicidio fue planificado, y seguramente ha existido una cuestión previa. El autor manejó absolutamente todo, aunque me cuesta creer que haya sido una sola persona», indicó.

Finalmente, señaló que a su juicio, «el agresor conocía el lugar y seguramente a alguna de las mujeres».

Las víctimas, tras ser atacadas, fueron rociadas con ácido acético que había en el laboratorio. El botellón estaba identificado como tal, según quedó en claro en la audiencia del miércoles.

A una pregunta del defensor Eves Tejeda, Hamdam indicó que la utilización del ácido no lo relacionaría con la cultura que pueda tener o no el asesino, «sino que está encuadrado dentro de la perversidad. Puede tener como fin seguir lastimando, borrar pruebas o desfigurar a las víctimas».

Luego de las tres jornadas iniciales, el juicio -que tiene como único imputado al lavacoches cipoleño David Sandoval- pasó a un cuarto intermedio hasta el martes, día en que será el turno de los investigadores policiales


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