“A un gran amigo: José López Reale, el Potro…”

Potrinch, amigo querido, te fuiste hace un rato y por un rato, hasta que nos encontremos nuevamente. Te fuiste sin equipaje, porque tanta riqueza acumulada en tu vida nos la dejaste a nosotros, acá, a tantos que te conocemos y te queremos. ¡La pucha si te queremos! Imposible no hacerlo. Y eso, amigo, es mérito tuyo, porque si hay algo que supiste fue hacerte querer. Nos dejás un gran bagaje de cosas buenas: el culto por la amistad, tu don de gente, tu generosidad, tu alegría. Siempre fuiste un excelente anfitrión, estuvieras donde estuvieras; en tu casa, ¡ni que hablar! y en tantos campamentos compartidos en esos extraordinarios lugares que muchos conocimos gracias a vos. Era la misma sensación, ya que los sentías y nos los hacías sentir, valorar y cuidar como la gran casa, la casa de todos, la naturaleza. Donde estuvieras era imposible que pasaras desapercibido, al contrario. Irremediablemente eras el centro; es que sabías cautivar a la gente con tu guitarra, con tu folclore, con tus boleros, con tu risa estruendosa, inconfundible. También nos encantabas con tus relatos, siempre adornados, siempre exagerados. Podías contar los mismos cuentos, reales o no, una y mil veces pero siempre lograbas mantener la atención y la alegría de todos lo que te escuchábamos. Con el paso del tiempo las truchas eran cada vez más grandes, los tacles más duros, los rivales más bravos y los caminos más arduos. Todos lo sabíamos pero nadie te contradecía, ya que era un deleite para el humor y para el alma escucharte una y otra vez. Fuera el tema que fuese, siempre tenías una historia para contar, sobre todo si se trataba de alguna de tus pasiones, la pesca, el rugby, los viajes, la guitarra, la buena música, la buena comida, el buen vino, los hijos, los padres, los amores, los amigos. Siempre los amigos. Vuelvo a leer mi relato y siento que me equivoqué, porque puedo ver que no te fuiste, amigo: te quedaste en cada una de nuestras almas, en cada una de nuestras vidas, ya que supiste alojarte tan profunda como amorosamente en cada uno de nosotros, los que hemos tenido la suerte de pasar tiempo contigo. Gracias, amigo, ya que con tu generosidad, tu alegría, tu sabiduría, tu don de gente y tu permanente culto a la amistad has colaborado para hacer más valiosas nuestras vidas. Por eso rectifico el inicio de mi relato y digo: Potrinch, Potro, José, no te fuiste, amigo, te quedaste con nosotros para siempre. Te quiero mucho, y somos muchos los que te queremos. Fue un honor y un placer haberte conocido. Te vamos a extrañar. Gracias, amigo. Fernanda Gil, DNI 16.226.842 Neuquén

Fernanda Gil, DNI 16.226.842 Neuquén


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