Abril Rosales: “No me voy a encerrar a llorar, voy a marchar”

Abril Rosales está lastimada, pero no rota. “Amo la vida”, dice esta sobreviviente, como su madre, que hoy participará de la convocatoria en Neuquén.

– ¿Qué es lo que más te pregunta la gente cuando sabe que sos la hija de Ivana?

– No sé… cómo pudimos sobrevivir a todo eso.

– ¿Y cómo pudieron sobrevivir a todo eso?

– Juntas, no tengo otra manera de explicarlo.

Abril disfruta de Los Redondos y La 25. Va a la nocturna. Fuma un cigarrillo antes de entrar a la escuela y pita otro a la salida. Trabaja durante el día. Vive con su novio. Está lastimada, pero no rota. A Garoglio lo llama progenitor y usa el apellido de su mamá, Rosales.

El 18 de abril de 2002 tenía tres años cuando Ivana le planteó a Garoglio que quería separarse. Él intentó ahorcarla con un alambre, la golpeó con una piedra en el rostro y en el cráneo, y la encerró en el baúl del auto. Nunca cumplió la pena que le impuso el poder Judicial porque se fugó. Recién cuando vio el documental “Ella se lo buscó”, en el que Ivana narra su historia, Abril empezó a comprender lo que había sucedido.

“No tengo recuerdos, era muy chiquita, lo que no me voy a olvidar es lo que me pasó a mi. Nos cagaba a palos, a mí me hacía dormir la siesta con él y ahí empezaba el abuso. Lo que me acuerdo es que teníamos un montón de niñeras que siempre se iban. Yo a mi mamá le hacía así (estira la mano y frunce los dedos), la agarraba. Yo a mi mamá la lloraba, me acuerdo, y ella siempre nos decía que cuando estemos lejos, cuando estemos separadas y llueva eran besitos de ella. Entonces yo me ponía en el techo, cerraba la ventana para que no me pudieran agarrar y me ponía en el techo a recibir los besitos de mi mamá”, cuenta.

La primera persona que supo de los abusos de Abril fue Mayka, su hermana mayor. “Nos miramos y dijimos: “no, no está bien.” Pero ella siempre fue muy reservada, no me dijo lo que le pasaba a ella, pero por lo menos sabía lo que me pasaba a mí. Cuando escuchaba a mi progenitor decir “vamos a dormir la siesta”, ella me decía “no, vamos a jugar”, asegura.

Garoglio también violaba a Mayka y por eso fue condenado a cuatro años de prisión. Ella se suicidó, tiempo después.

“Día a día lucho conmigo misma para no olvidarla. Éramos re pegotas, estábamos todo el día juntas. Todo el tiempo nos jodíamos. Para hacer algo necesitaba su aprobación, siempre, desde chiquita. Pienso ¿estará feliz con la vida que llevo?, ¿estará militando conmigo?, ¿estará escuchando la misma música que yo? Mi hermana no pudo salir adelante, se ahogó. Hay dos cosas que me duelen: haber perdido a mi hermana y que hoy mi vieja sufra epilepsia a causa de los golpes que le dio mi progenitor”, relata.

Su único hermano se fue a vivir con Garoglio. “No sé de él y no me interesa que sepa de mí. Tenemos contacto lo justo y lo necesario. Si yo me entero que a un pibe de 18 años le pasó algo en la calle le pregunto “estas bien”. Fue”, sostiene.

Sus abuelos Raúl y Elsa Vera la ayudaron a sanar. También las “guachinas” y las marchas. “Ojalá pudiera haber una marcha todos los días, ver tantas mujeres reunidas, militando por sus derechos me fascina. Descargo, es mi momento para cantar, para saltar, para gritar, para llorar. Amo la vida, amo mi cuerpo”, manifiesta.

Cuando se apaga el grabador Ivana, que acompaña en silencio, la toma de los hombros: “ella no sabe lo valioso que es que esté viva.”


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