¿Aburren los juguetes?

El investigador Diego Lascano, que estudia el tema desde 1995, asegura que hoy los juguetes son más limitados y no dejan tanto espacio para que los niños imaginen.

A pocos días de la celebración del Día del Niño, el investigador Diego Lascano aseguró que los nuevos juguetes “son bastante limitados y aburren a los chicos con mayor velocidad que los fabricados hace 30 años”. “El juguete hiperrealista de hoy limita la invención infantil al poseer dispositivos que reemplazan todo lo imaginable por un niño, ‘hipersaturado’ ya de información”, aseguró Lascano. “Hasta la década del 70 los juguetes representaban la realidad en miniatura, para que los niños ‘jugaran a ser mayores’ asumiendo el rol de los adultos con la seguridad de controlar un entorno proporcionado al tamaño de sus posibilidades”, apuntó quien desde 1995 estudia la fabricación de juguetes en Latinoamérica. Según Lascano, “la irrupción masiva del juguete derivado del mercadeo de dibujos animados, cine y televisión, modificó esa ‘realidad miniaturizada’ hacia un universo irreal”. “Casi sin juguetes tradicionales en los comercios, los niños no tienen otra alternativa que interactuar con los productos corporizados de la bidimensionalidad e idiosincrasia de la industria audiovisual”, criticó. Lascano confesó que le da “mucha tristeza” ver a los niños “aburrirse rápidamente con los ‘efectos especiales’ de sus juguetes, e incapaces de atribuirles otra función que nos sea la anunciada en sus cajas o comerciales de televisión”. El investigador argentino, residente en Uruguay, es autor de los libros “Juguetes uruguayos 1910-1960” (2004) y “Matarazzo. Juguetes de hojalata argentinos” –en coautoría con Daniel Sudalsky (2005)– y ha realizado distintas exposiciones sobre el tema en Uruguay, Argentina y Chile. Es creador, además, del guión del documental “Juguetes (con historia)”, que realizó en 1997 sobre la colección del Museo de la Ciudad, y está a punto de publicar un volumen sobre la historia del “soldadito de plomo”. El interés de Lascano por el tema se remonta a su infancia, cuando separaba los juguetes entre “para romper y aprender” y “para coleccionar”, aunque su memoria viaja hasta un soldado prusiano de pasta de inicios del siglo XX que halló en la casa de sus bisabuelos –cerrada por más de 30 años– y que lo levó a apasionarse por los juguetes de antaño. “Los juguetes del pasado son la fascinación de muchos arqueólogos, antropólogos e historiadores por las hipótesis que generan sobre el motivo real de su creación, función o uso: herramientas para el juego o instrumentos rituales o propiciatorios”, indicó. “Estos objetos traen al presente miniaturizadas circunstancias culturales y sociales de su tiempo, que dan indicios sobre la identidad y las creencias de los que los concibieron y de quienes jugaron con ellos”, explicó. El material con que se fabrican los juguetes es un punto a tener en cuenta, ya que muchas veces determinaban preferencias: “Los juguetes de hojalata litografiada permiten mecanismos de cuerda o fricción que les dan vida propia, además de ser los más atractivos estéticamente por la posibilidad de imprimir en la plancha de hojalata dibujos detallados”, señaló Lascano. Para el investigador, la irrupción del plástico fue decisiva para la industria del juguete: “El proceso industrial de inyección del plástico permite volúmenes de producción impensados hasta allí, aunque excluye a artistas, pintores y ensambladores. Carecen del toque humano que poseen los fabricados en madera, hojalata u otros materiales nobles”, evaluó. Las ventajas están en la fidelidad en el acabado, “con detalles y miniaturizaciones difícilmente reproducibles en hojalata o madera, además de que su producción masiva abarata notablemente el precio final”, indicó Lascano. Sobre el emblemático “soldadito de plomo” –tema de su próximo libro– el autor señaló que su historia se remonta al Egipto de los faraones, “cuando se tallaba en madera infinidad de pequeñas figuras militares y civiles que acompañaban las diminutas representaciones de deidades y del mismo difunto en su viaje al ‘más allá’”. Los vaivenes entre importación y producción local, al ritmo de las guerras mundiales, pesan también en la fabricación del célebre soldadito. Así, tras la Primera Guerra Mundial la demanda obligó a firmas europeas a considerar el diseño de versiones específicas para América del Sur: “Llegaron soldaditos de plomo con uniformes uruguayos, argentinos y chilenos, aviones con escarapelas distintivas de los países de la región y trenes identificados con las compañías locales”. Pero fue en los 40, con la Segunda Guerra Mundial, que se iniciaron los “años dorados” de la fabricación del juguete: “Es cuando la industria nacional asume de nuevo la responsabilidad de sustituir los productos importados y proveer a su clientela; ingenieros y artesanos locales pasan de adaptar antiguos diseños extranjeros a crear los propios”, explicó Lascano. “Cada juguete evidencia la ideología de una época: “Hitler, Mussolini o Franco en formato de soldadito y otras tantas miniaturas de pasta representando las juventudes simpatizantes de esos regímenes podrían dar un indicio. Hay que preguntarse cómo jugarían los niños con esos ‘juguetes’ y qué quedaría de esa propaganda en mentes tan permeables”. (Télam)


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