Acerca del valor del orden y el desorden universitario

por OSVALDO ALONSO (*),

Especial para «Río Negro»

No puede desconocerse que en la universidad existe un debate acerca de qué tipo de educación superior se requiere según el modelo de sociedad que se quiere construir. No es una cuestión menor, ni puede pasarse por alto. Una de las maniobras para eludir este debate es reducir lo que ocurre en la universidad a meros acontecimientos desconectados entre sí, atribuibles a la decisión de personas que aparecen como las únicas responsables de lo que pasa como de sus consecuencias. Se elimina así el proceso que permite comprender acabadamente un hecho como un eslabón en una cadena que le da sentido. Esta operación suele estar acompañada por ofrecer una sola versión de lo ocurrido, normalmente la oficial o la más cercana al poder establecido. Es decir, la de aquellos que están menos interesados en el cambio, porque el cambio equivale a perder algo, normalmente privilegios económicos, prestigio, autoridad, comodidad, seguridad, etc.

Sirva esta introducción para comprender el esfuerzo de algunos para descalificar la ocupación de las instalaciones del Centro Universitario Regional Zona Atlántica (CURZA) de la Universidad Nacional del Comahue. Descalificar para deslegitimar, es decir, para que si fuera posible nunca más vuelva a pasar. Algo así como el ejercicio de lo que Bourdieu llama violencia simbólica. Porque de eso se trata de interpretaciones cargadas de un valor simbólico en tanto remiten a algo valioso: el orden, por ejemplo.

Paso a relatar lo ocurrido en estos días (a informar) y luego a dar mi interpretación:

1. La ocupación de la universidad fue decidida en una asamblea universitaria (estudiantes y docentes), abierta y pluralista, dónde todo el mundo podía opinar, debatir y votar en consecuencia.

2. En esa asamblea se decidió que la ocupación durara una semana, culminando con un Foro por la Educación, la Salud, el Salario y el Trabajo, en el marco de la Marcha Federal realizada en Buenos Aires el viernes 16 de setiembre. Este foro se realizó el martes 13 con una nutrida concurrencia y fueron varios los paneles en los que expusieron representantes gremiales, de organizaciones sociales y personas interesadas en estos temas. Los panelistas abordaron estos temas: educación, salud, medios de comunicación, derechos humanos y la problemática de los pueblos originarios.

Por lo tanto, es falso que la asamblea del 14 se haya decidido levantar una medida que ya había terminado, quien participó de la asamblea puede dar fe de que no se votó levantamiento alguno porque no había nada que levantar, en realidad lo que algunos impulsaban era votar que nunca más se iba a decidir algo parecido en el futuro, el absurdo de querer decidir «democráticamente» la cancelación de la democracia a futuro.

3. Durante los días de ocupación se realizaron una serie de actividades con el propósito de difundir las razones del plan de lucha junto al tratamiento de temas que habitualmente no se tratan en nuestro centro, o se lo hace una manera muy parcial, y que son relevantes para construir una universidad y una sociedad diferente. A modo de ejemplo: se pasaron videos sobre desarrollo sustentable, sobre acontecimientos de nuestra historia no tratados por la historia oficial y vinculados a las luchas populares, se dictó un seminario sobre el pensamiento político latinoamericano (que ya venía realizándose y se lo incluye en el plan de actividades); clases públicas sobre aspectos vinculados con los reclamos del plan de lucha, etc. También se desarrollaron actividades culturales: se presentaron grupos musicales, actuó el coro universitario, se expusieron obras de artistas plásticos locales. De todas ellas participaron universitarios y personas de la comunidad sin vinculación directa con la universidad.

En consecuencia, la universidad no estuvo cerrada, estuvo abierta, abierta a aquellos temas y actividades para los que habitualmente no hay lugar, o hay poco lugar.

 

En cuanto a mi interpretación

Para comprender qué pasa en la universidad hay que remitirse a lo ocurrido en los últimos quince años. La educación superior fue alcanzada, como todos los sectores de nuestra sociedad, por el intento de terminar con todas las instituciones que representaran un interés cercano a lo público, a un interés colectivo, a un proyecto nacional. Para ello se operó en tres planos:

1. El ideológico: a través de una campaña para descalificar la universidad estatal, de libre acceso, pluralista, crítica, autónoma y gobernada democráticamente. A ella se oponía un modelo de universidad que debe atender a la «demanda», entendiendo por demanda casi exclusivamente a la que proviene del sector empresarial, sin preguntarse cómo se confi

guran esa demanda en relación con el poder relativo de los diferentes actores y las condiciones del contexto político y económico.

Esta cruzada ideológica iba acompañada del barniz de una terminología que hacía de la «excelencia» y del sistema de posgrados pagos sus referencias más altas, en un proceso de creciente elitización de la educación universitaria.

2. El político jurídico, cuya expresión más acabada es la Ley de Educación Superior sancionada en 1995 por la mayoría menemista del Congreso Nacional. Esa ley promueve un modelo universitario competitivo entre las universidades, potenciando la fragmentación del sistema de educación superior, introduciendo la posibilidad de financiamiento privado y arancelamiento de los estudios de grado, la desregulación salarial docente y el cercenamiento de la autonomía universitaria.

3. La presión del presupuesto, el manejo por parte del Poder Ejecutivo Nacional de los recursos imprescindibles para el funcionamiento de las universidades. Esta variable es la que ahora juega un papel central en la disputa por la orientación de la universidad ya que, pese al desprestigio creciente del modelo empresarial de universidad, la falta de recursos obliga en los hechos a adoptarlo (contratos de servicios a terceros que financian a áreas o facultades enteras).

En cuanto a la ocupación del CURZA ( prefiero ocupación a toma, se ocupa aquello que está vacío o no adecuadamente utilizado).

1. Que un grupo de estudiantes y docentes decidan democráticamente una medida en defensa de la universidad pública, con un fuerte compromiso personal y político, y que, sobre todo los estudiantes, se organicen para sostenerlo constituyendo comisiones (de coordinación, abastecimiento, prensa, etc.), decidiendo horizontalmente a través del debate de ideas y el respeto de la decisión colectiva, implica, desde mi modesto punto de vista, un inusual proceso de aprendizaje colectivo, un ejercicio de puesta en práctica de conocimientos adquiridos y de producción de nuevos conocimientos, una especie de taller práctico para estudiantes de carreras vinculadas con la política, la educación, la administración, la gestión y la comunicación.

Los docentes -que debemos reconocer que en muchas de nuestras clases no logramos entusiasmar a los alumnos- tenemos que aprovechar estas circunstancias, en vez de reprenderlos admonitoriamente, y hasta autoritariamente, ayudarlos a reflexionar sobre lo que esta pasando, sobre la decisión tomada, acerca de los aspectos organizativos, la relación entre medios y fines, etc. Es muy pobre la visión que sostiene que sólo se enseña y se aprende cuando hay clases.

2. En segundo lugar, esta experiencia ofreció también la posibilidad de debatir aquellos temas que en el rutina universitaria casi nunca están presentes por aquello de que lo urgente posterga lo importante. ¿Por qué no ver una oportunidad para discutir sobre los objetivos de nuestro Centro Regional, sobre la política universitaria, sobre el funcionamiento interno, etc., etc?

Las instituciones necesitan repensarse, reformularse, para mejorar y avanzar y muchas veces es necesarios conmoverlas, sacarlas del «libreto» para lograrlo. Claro que para una visión jerárquica y reproductivista hay «procedimientos» ya establecidos que no deben alterarse. Sin embargo está probado que la «vía normal» de tratamiento de los problemas es insuficiente, alcanza con indicar que hace años que venimos padeciendo los mismos problemas sin que ni las autoridades universitarias asuman con decisión su resolución Si quienes tienen mayores responsabilidades se pusieran a la cabeza de los reclamos, si se promoviera la iniciativa y la participación de todos los integrantes de la comunidad universitaria, si se estuviera menos preocupado por las formas y las rutinas, se evitaría que perspectivas y demandas se canalicen por otras vías.

En fin, de acuerdo con cómo interpretemos y actuemos frente a los hechos sacaremos conclusiones diversas y nuestro balance de «ganancias» y «pérdidas» será diferente. Lo que algunos consideran pérdidas (de días de clase, por ejemplo) para mí son ganancias cuyo volumen habría sido superior a partir de una mirada más amplia y de una acción consecuente.

¡Después de rezongar tantos años porque los estudiantes eran individualistas, poco comprometidos, solamente interesados en obtener un título para beneficio personal, cuando ocurre algo diferente no somos capaces de reconocerlo y valorarlo! ¿Será que pese a los discursos, seguimos creyendo que el orden es siempre mejor que el desorden, y que «el silencio es salud»?

(*) Profesor Titular de Sociología y Sociología política

Secretario General de ADUNC,

Centro Universitario Regional

Zona Atlántica,

Universidad Nacional del Comahue


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