Aciertos y errores para tener en cuenta

La XXX edición de la Fiesta Nacional de la Manzana transcurrió. Ahora es saludable asimilar impresiones, algunas positivas, otras críticas. Si se tienen en cuenta, seguro contribuirán a mejorar la organización del evento el próximo año.

En primer lugar, no hay dudas de que el principal protagonista de la fiesta fue el público. Según las estimaciones de los organizadores, alrededor de 100.000 personas disfrutaron del evento durante los tres días. Es posible que esta respuesta tenga que ver con el lugar elegido. La proximidad facilitó la llegada desde los barrios al centro.

Pero también el predio planteó inconvenientes. Una buena planificación hubiera ayudado a ordenar los «stands», distribuirlos de otra manera.

Una de las quejas más escuchadas fue la proliferación de puestos ambulantes.

Es imposible privar a una persona del derecho a ofrecer lo que puede, con más razón en estos tiempos de crisis. Pero permitir una gran cantidad de puestos improvisados, que daban la apariencia de un mercado de regateo, parece impropio de este tipo de acontecimientos. Podrían haberse distribuido mejor y su higiene controlada, especialmente aquellos que expendían comestibles o bebidas.

De hecho, el comercio local merecía más consideración frente a advenedizos de otros lares. En realidad, los precios que ofrecían estos últimos distaban de ser más convenientes que los que suelen verse en negocios que hacen el esfuerzo de brindar precios competitivos ante la creciente oferta de los híper.

Dentro de estas dificultades causadas por la plaga de puestos esparcidos en forma caótica por el centro, no deben dejar de tenerse en cuenta los trastornos para el tránsito, que se extendieron hasta ayer. Claro, la tentación era seguir vendiendo, más allá de que el permiso para hacerlo había caducado el domingo. Y la mugre seguía acumulándose.

Ya que se habla de higiene, los baños no tenían un diagrama claro. Resultado, hubo gente que ensució por calles y veredas y -frente a la necesidad- no advirtió el derecho de viviendas o locales particulares.

Otra cuestión. El sello de una fiesta suele estar dado por la particularidad: en este caso la manzana. En realidad, fue lo que menos se vio (también ocurrió en la Fiesta de la Pera, no obstante su muy buena organización). Si se convino hacer el festejo, pese a la crisis, parece obvio que la manzana debía aparecer y notarse, no sólo en la bendición de los frutos o en el concurso de embaladores. El aporte de instituciones específicas es fundamental, con más razón para una fiesta nacional que estuvo en la mirada de algunos medios nacionales, según nos constó.

Por supuesto, estaban las particularidades autóctonas. La artesanía regional y la foránea, varias muy atractivas.

Es probable que el ajustado período entre la fiesta y la decisión de hacerla generaron estos problemas, así como también impidieron un lucimiento mayor para la preparación de los participantes del desfile. Pero también hubo otros aspectos alentadores. Por ejemplo, los espectáculos. Muchos artistas regionales exhibieron gran nivel y entusiasmaron con su ritmo a miles de personas. Los organizadores demostraron que -si no se puede- no se necesita pagar tanto por un artista nacional para jerarquizar la fiesta. Al mismo tiempo promovieron a los chicos de la región.

Otro de los puntos a favor fue el hecho de que no se registraran serias situaciones de violencia o hechos delictivos importantes. En este caso sí funcionó la prevención y el control del espacio para la fiesta. (AR)


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