Adiós a Amelia, ejemplo de lucha contra el cáncer

Cárdenas peleó 5 años contra la enfermedad y fue pilar de grupos de autoayuda y otras instituciones en Bariloche

SAN CARLOS DE BARILOCHE (AB).- Después de 5 años de lucha desigual, contra un enemigo poderoso e invisible, el miércoles murió Amelia Cárdenas, pilar de los grupos de autoayuda de enfermos de cáncer, y también de otras instituciones comunitarias del barrio El Frutillar de Bariloche.

Como enfermera del hospital, y cuando el cáncer todavía no la amenazaba, contribuyó a la creación y organización de la Sala de Salud de su barrio; como vecina, impulsó la radio comunitaria F.M. Estrella del Frutillar, y la construcción de la iglesia San Cayetano. Después, ya como paciente oncológica, organizó las primeras reuniones del grupo Amuayu-Peñí (Vamos hermano), para contener y alentar a los enfermos de cáncer de Bariloche y El Bolsón, y a sus familiares directos, porque entendía que la depresión era el principal enemigo de los pacientes, y sólo entre ellos podían ayudarse.

Amelia explicaba que en esas reuniones, los pacientes «a veces se juntan para llorar lejos de sus familiares, porque nos supera la angustia, y sabemos que no podemos aflojar delante de nuestra familia», pero las charlas de grupo, a las que en una oportunidad asistió el cronista de «Río Negro», resultaban tan animadas y entretenidas como cualquier reunión de vecinos con intereses comunes.

Amelia ya conocía bien por su oficio el sufrimiento ajeno y la discriminación que afectaba al enfermo de cáncer, pero cuando le tocó padecerlo en carne propia los comprendió mucho más: «imploramos a 'Tatita' desde el alma para que se vaya el dolor, pero también nos duele que algunos no quieran tomar mate con nosotras, porque piensan que el cáncer es contagioso», lamentó. Sobre e dolor, reconoció que «preferimos compartirlo con otros enfermos, porque sólo el que sufre el tratamiento -de quimioterapia- sabe de qué se trata».

La enfermedad nunca sirvió de excusa para Amelia, siempre sonriente, dinámica y dispuesta. Cuando accedió a la última entrevista con este diario, el 15 de diciembre de 2003, acababa de someterse a una sesión de quimioterapia, y de asistir a las exequias de un paciente y compañero que acababa de perder su batalla contra el cáncer. No derrochaba optimismo y jovialidad, pero en esa ocasión estaba feliz, mientras limpiaba los pisos de la filial local de la fundación Apanc (Amor de padres y amigos de niños con cáncer), inaugurada el 18 de noviembre, impulsada y patrocinada desde Neuquén, porque desde esa base aspiraba a disminuir el sufrimiento de los chicos enfermos y de sus familiares.

El tema de la muerte no podía estar ausente en las entrevistas, pero la actitud de Amelia siempre estuvo más relacionada con el arte de vivir que con el proceso de morir. Y era evidente que, al igual que las personas que se acercaban al grupo que inspiró, vivían más intensamente desde que tuvieron conocimiento de su enfermedad y se decidieron a enfrentarla, dándose fuerza mutuamente, y asistiendo a los más desesperados en sus angustias y depresiones.

Peleó varios años contra el cáncer, pero no pudo con él. Sin embargo, su ejemplo de valor y solidaridad la sobrevive en los grupos de autoayuda que creó o ayudó a conformar.


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