Adiós a la vieja

NEUQUEN (AN).- Zona roja que disparaba las estadísticas policiales, paraíso de pungas y cuenteros del tío. Sobre sus bancos durmió alguna vez Julio Aquines antes de ganar triste fama en las orillas del Limay. Por sus pasillos hace rato que no corre Gracielita Mendoza, la nena por todos conocida y a la que nadie vio desaparecer.

También, territorio de risas y de lágrimas, escenario de abrazos interminables antes de la despedida, de reencuentros, de sueños, de comienzos, de finales. Allí los relojes corrían como insectos cuando se trataba de llegar, o chorreaban cansancio derretido cuando tocaba esperar.

Ya se vendió la última garrapiñada, y un cartón de jugo quedó tirado como señal del adiós.

Cascarón vacío, pronto caerá sin una queja y nadie querrá guardar su triste memoria. Salvo ese nostálgico que en el improbable futuro se parará sobre el césped que para entonces habrá crecido, y recordará el día en que llegó a la ciudad. ¿Pueden creerlo? Llovía, pero justo salió el sol.

Notas asociadas: Más de diez mil personas visitaron ayer la nueva terminal neuquina  

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