Adiós al último símbolo del poderío ruso

En las primeras horas de mañana, la estación espacial rusa "Mir" se precipitará al Pacífico, tras 15 años que marcaron la historia de la cosmonáutica.

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MOSCU.- Con la destrucción de la estación espacial Mir, prevista para las primeras horas de mañana, Rusia pierde el penúltimo vestigio de superpotencia para hablar de tú a tú a Estados Unidos.

Pero a Moscú le ha costado lo suyo abandonar su codo a codo en la carrera cósmica y resignarse a la cooperación multilateral con otros 15 países en la estación Alfa actualmente en marcha.

Equiparada en muchos aspectos, aunque no en todos, a la llegada del hombre a la Luna, la misión Mir nació soviética y termina rusa, y ese salto mortal se ha notado lo mismo que en todo lo demás.

Científicos de todo el mundo, empezando por EEUU, han rendido tributo a los avances que ha logrado y que se están aprovechando en la estación Alfa, entre ellos la ingeniería de módulos, el diseño y habitabilidad y la capacidad de aguante en condiciones extremas. Para el Kremlin y sus dirigentes, más incluso que para los rusos de a pie, lo más importante que ofrecía la Mir no era tanto el éxito en sí como el significado de esa gesta: la «prórroga» del orgullo nacional.

«Mientras esté ahí arriba, todo irá bien», dijo hace años un jefe técnico de la Agencia Aeroespacial Rusa sin reconocer que desde 1995 la Mir vivió de prestado con 400 millones de dólares que pagó la NASA por el proyecto conjunto con los transbordadores de EEUU.

Más de cien inquilinos

La estación espacial Mir ha sido el primer apartamento habitable en el cosmos por el que han pasado más de cien inquilinos.

Durante 15 años, la Mir fue el principal polígono internacional de pruebas y experimentos, donde soviéticos primero y luego rusos compartieron con colegas extranjeros su experiencia única de vuelos espaciales de larga duración, clave de la cosmonáutica del futuro.

Entre los experimentos más espectaculares figuró el intento parcialmente fallido de desplegar un enorme «sol artificial» que iluminara la noche y calentara grandes zonas de la Tierra mediante el desvío de los rayos solares con un gigantesco espejo circular.

Desde que la Mir recibió a sus primeros tripulantes, en marzo de 1986, Leonid Kizim y Vladimir Soloviov, a bordo trabajaron 104 astronautas rusos y de once países extranjeros.

De las 28 expediciones tripuladas, 16 fueron de larga duración, con una media de seis meses, y en una de ellas el médico ruso Valeri Poliavok estableció el récord absoluto de permanencia ininterrumpida en el espacio: 438 días. El hombre que más veces visitó la Mir es Anatoli Soloviov, quien formó parte de cinco expediciones.

Las mujeres asimismo marcaron hitos, como la rusa Elena Kondakova con su vuelo de 169 días y la estadounidense Shannon Lucid, quien permaneció en el espacio 188 días y se mereció una medalla rusa y elogios algo machistas de sus compañeros por su «valor y encanto».

En total, la Mir recibió visitas de 62 astronautas de once países extranjeros: 44 de Estados Unidos, cinco de Francia, tres de la Agencia Espacial Europea, dos de Alemania y uno de Siria, Bulgaria, Afganistán, Japón, Reino Unido, Austria, Canadá y Eslovaquia. (EFE)

Aporte a la ciencia

La estación orbital Mir, un proyecto que la URSS había arrinconado para acometer otras ambiciones espaciales, se convirtió de rebote en el mayor éxito de la ciencia rusa y pionero de la colonización del espacio .

Con escasos recursos y ante la indiferencia de los burócratas, la Mir hizo historia en sus 15 años de vida, que sirvieron entre otras cosas para allanar el camino a la Estación Espacial Internacional, en construcción desde 1998. El 20 de febrero de 1986, a las 00:28:23 segundos hora de Moscú, un cohete puso en órbita el primer bloque de 20 toneladas de la Mir.

Según la agencia aeroespacial rusa, el coste de la Mir fue de 3.000 millones de dólares, y sus equipos científicos se valoraron en otros 1.800 millones de dólares. Con participación de 30 países, en la estación se llevaron a cabo 24 programas espaciales internacionales, y sus laboratorios probaron altas tecnologías para la creación de nuevas medicinas y materiales imposibles de obtener en la Tierra.

Inicialmente diseñada para funcionar durante cinco años, el mayor triunfo de la Mir ha sido triplicar su vida útil. (EFE)

Chile, con los dedos cruzados

Uno de los países que mayor preocupación ha manifestado es Chile, consciente de que el hundimiento de la Mir es una operación controlada pero con cierto aire de «ruleta rusa» por la eventual caída en tierra en vez del océano Pacífico. El país trasandino ha expresado su molestia a través de su cancillería.

Tras casi tres años de indecisión, el Kremlin dio la orden para hundir la Mir en diciembre del año pasado.

Si los rusos pierden el control, la caída de la Mir será una especie de tómbola, con riesgo potencial para los 5.000 millones de personas que viven entre los paralelos 51,6 grados de latitud norte y 51,6 grados de latitud sur. En estas latitudes se encuentran metrópolis como Roma, París, Londres o Tokio. Si la Mir desciende con arreglo a lo calculado, a una altura de 90 a 70 kilómetros la mayoría de sus elementos se desintegrarán por la fricción con la atmósfera.

Pero otros, con un peso de entre 20 y 25 toneladas, caerán al Pacífico convertidos en una lluvia incandescente de más de 1.500 fragmentos, en una zona de 6.000 kilómetros de largo por 200 de ancho. Desde el momento del primer impulso hasta que los restos de la Mir toquen la superficie del océano pasarán poco más de 30 minutos.

El fracaso comercial fue decisivo

Dos refrescos de cola en dura competencia, un cava español, una marca de pizza y otras iniciativas comerciales y publicitarias no han sido suficientes para financiar y salvar la estación espacial rusa Mir.

Durante sus quince años en el cosmos, Rusia tuvo el monopolio del «mercado espacial» y firmó acuerdos con otros países para explotar la estación, pero no consiguió consolidar su comercialización.

El fracaso del proyecto determinó entre otras causas la decisión del Gobierno ruso de hundir la Mir, pese a una última intentona para convertir la plataforma espacial incluso en destino turístico.

Antes de renunciar a la conservación de la estación, Rusia hizo varios ensayos comerciales y buscó entre los inversores occidentales un socio para reanimar la gesta tecnológica.

Pero el proyecto multinacional para la creación de la Estación Espacial Internacional o Alfa abrió la perspectiva a muchos países de dejar de ser clientes para convertirse en socios y dueños, y esto marcó definitivamente el fin de la Mir.

«La coyuntura del mercado ha cambiado bruscamente a favor de la Estación Espacial Internacional», reconoció Yurí Kóptiev, director de la Agencia Aeroespacial Rusa (AAR) al explicar por qué ya no valía la pena apostar por la Mir.

En una rueda de prensa el pasado 28 de febrero, Kóptiev resaltó que cuando se intentó fomentar el capital privado, «ningún cliente serio demostró interés en invertir en la Mir». (EFE)


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