Adrián Abonizio, músico de muchas palabras

El compositor rosarino es un "Extraño conocido" que cuenta historias en sus canciones, las que hoy mostrará en Roca y mañana en Neuquén haciendo un 'paseo' por su nuevo disco.

Adrián Abonizio anda rondando oídos con su compacto «Extraño conocido». Pieza fundamental de uno de los más importantes movimientos del rock argentino, denominado Trova Rosarina durante la incipiente primavera democrática del 83, Adrián ha compuesto algunas de las canciones más bellas de nuestra música popular, «Mirta, de regreso», «El témpano», «Dios y el Diablo en el taller», «La historia de Mate Cocido» y una cuarentena más, que cantaron Juan Carlos Baglietto, Amelita Baltar, Gabriela Torres y Joaquín Sabina, entre tantos intérpretes.

Con su nuevo disco el compositor estará hoy, después de la medianoche en el hall de Casa de la Cultura de Roca y mañana a las 23 en La Curtiembre de Neuquén.

«Lo que más tranquilo me deja es que quienes han tomado mis temas, les dieron un valor agregado. Siempre el compositor, debe estar más abajo que el intérprete, que tiene la función de multiplicar lo poco o mucho que ha hecho el autor. En líneas generales, me gusta que se reconozca la tarea realizada, que ha permitido que mis obras prevalezcan por más de veinticinco años».

El disco «Extraño…» -que contiene temas de ese largo período, grabados tal como fueron concebidos, con guitarra y contrabajo- pasa en limpio la versión original, sin recurrir a las actuales tecnologías. «Algunas cosas no las pondría como las pongo ahora, pecan de inocencia. Cuando compongo no estoy solo, no soy un cronista de la realidad. Yo no creo en eso, porque sería una mochila muy pesada. A veces, se escribe con la esperanza del momento, y cuando el país salió de la dictadura, todo era flores. Y componía esperanzado; no podía ser el crítico mordaz o cínico que puedo ser ahora que estoy más descreído, sin tantas ilusiones por cómo la gente ha votado».

«Algunas canciones son muy ingenuas, pero en el contexto de la época, no me arrepiento. Sí, me parece, que no puedo dejar de escribir con la densidad que lo hago. Es como un estilo de pintura, la hay más liviana y más barroca. Yo escribo muy cargado y eso hace que muchos temas míos no puedan ser cantados por intérpretes que son más alegres, más pasatistas, dicho de otra manera», explica.

«No puedo sintetizar porque sé qué significa hacer una canción, su forma y que no puede durar más de tres o cuatro minutos. Pero… Soy muy extenso, larguero, un charlista de esos que les gusta hablar mucho de sobremesa. No puedo comer, levantarme e irme. Me gusta quedarme tomando un café, mate, para hablar. Y la canción, en mí, precisa un desarrollo largo. De quienes me han padecido, el más importante es Juan Baglietto porque gusta de lo que hago y, por más que seamos distintos, es el único que admite este tipo de cuestiones».

– Contás historias y eso requiere tiempo, inevitablemente…

– Seguro, pero además, me propuse siendo muy jovencito- no escribir como los Rolling Stones, sensaciones cortitas, a lo mejor directas en algún punto… Yo heredé mucho del cancionero folclórico, del más profundo, y del tango. Porque vivo en la Argentina y soy latinoamericano. Y con el barroco literario de un Alejo Carpentier y muchos escritores peruanos, paraguayos, con la densidad que se escribe en nuestro continente, tengo que hacerme eco de eso. No puedo escribir de otra forma, no me da el cuero para contar una historia con cuatro palabras como Gustavo Cerati, que -con todo respeto- no va a quedar como un contador de historias. Y, hablo en plural, me gustaría que quedemos como tales y no como relatores de imágenes sueltas que andan por ahí, dando vueltas en el cosmos. Una historia es irrepetible. Por más difícil que sea, la gente recuerda tangos como «Mano a mano» que es larguísimo.

– ¿Cómo aparecen las palabras para armar la historia?

– Yo trato de escribir como hablo, como pienso. No puedo describir un partido de fútbol con la misma variedad de términos que uso para narrar un hecho más espiritual o más profundo. No hay mucha diferencia entre lo que escribo, pienso o hablo. Me cuido mucho de que las palabras tengan sonoridad y combinen entre sí… Que generen una historia atractiva, que no aburra. Me gusta incorporar términos no muy usados en el rock, para que quienes nos escuchan, se pregunten por su significado. No hablo de palabras exóticas, sino de que se note que escribe alguien que se ha pelado las pestañas leyendo otras cosas. Hoy por hoy, lo literario dentro de la canción de rocanrol, deja mucho que desear. Es muy parecido a lo del Club del Clan. Lo que actualmente canta Babasónicos, podía cantarlo Leo Dan, aunque éste era más profundo que los primeros (sonríe). Así es la cosa…

 

EDUARDO ROUILLET


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