¿Al fin solos?

Por Alicia Miller

La decisión de los «Blancos» radicales de dejar al veranismo solo en la decisión de las candidaturas para senador y diputados nacionales que se elegirán en octubre tiene varias lecturas:

Visto de un modo, es una demostración de debilidad. Los Blancos liderados por Bautista Mendioroz intentaron por todos los medios, y no sin cierta razón, obtener un lugar entre los tres expectantes en disputa. Y fracasaron. Su retiro de la lid, su decisión de no defender su tesis en elecciones internas, no hace más que evidenciar que temen no ganar, y que -si no lograran batir al veranismo en las urnas- una derrota sería más dolorosa que la admisión actual de la caída. Es más, hay quienes opinan que este portazo «con la frente alta» es mejor para ellos que si hubieran conseguido ubicar a una mujer de Viedma o Bariloche en reemplazo de Amanda Isidori como candidata a senadora en segundo término, ya que nada les garantizaba que alguna de esas ciudades -difíciles para el oficialismo por sus propios giros internos- le hubiera sonreído a la Alianza.

Otra lectura es la que los propios dirigentes Blancos han instalado en estos días: «El ala «dura» de Verani muestra más preocupación por los cargos que por la caótica situación financiera de la provincia. La gente no merece que nos enfrentemos en una interna cuando hay problemas mayores que atender, como pagar los sueldos a tiempo o prestar los servicios de salud, educación y seguridad en forma eficiente».

Pero hay otra visión más, que -si se expresara en palabras desde el punto de vista del sector Blanco- diría más o menos así: «¿Quieren estar solos? Bueno, pues quédense solos. Solos en la campaña, solos en el gobierno, solos en la elección general, impulsando a un Falcó que dista de ser un «preferido» por las masas de votantes».

Lo cierto es que, como sea, hubo un desplante, y un portazo, que agudizó el clima tenso que dejó entre veranistas y mendioristas la insistencia del gobernador y su ministro Sartor para que el psicólogo arriaguista Luis Di Giácomo fuera designado defensor del pueblo.

En aquella oportunidad les tocó ganar a los Blancos, que lograron que el nuevo defensor sea seleccionado mediante un concurso abierto de antecedentes y no mediante el «dedo» del gobernador. Esto violentaba no sólo la Constitución -que asigna a la Legislatura la responsabilidad de elegirlo-, sino que ofendía incluso al sentido común.

Es decir que, al día de hoy, los dos sectores mayoritarios de la Alianza están «uno a uno», que no es lo mismo que «mano a mano y aquí no ha pasado nada». La actitud parece ser, más bien, la vigilia de las armas durante una tregua precaria.

Y la reflexión no es menor, ya que el gobernador -que nunca ha sido sereno- está mostrando una especial irritación. Una particular tendencia a librar pequeñas (o grandes) batallas. Y lo hace con desigual suerte.

Una de estas lides, que planteó interrogantes esta semana, fue la conferencia de prensa que el gobernador convocó para difundir un anónimo que involucraba a dos de sus más fieles adláteres roquenses en el incendio del auto de un periodista hace varios años. ¿Temía que la prensa lo hubiera recibido y apuró un gesto de «transparencia»? Bastaba llevarlo a la Policía o a la Justicia, cosa que recién hizo cinco días después.

Lanzó una batalla con la nueva línea interna, antes de que sus dirigentes demostraran qué tanta relevancia tienen.

Y declaró otra dentro de su propio gabinete económico, en momentos en que las finanzas provinciales no están como para dispersar energías. La provincia depositó recién el viernes los salarios de marzo a legislativos y judiciales; Hacienda admite que la recaudación de impuestos provinciales bajó; y la gravedad de la crisis llega a la instancia judicial: un juez acaba de ordenar al hospital de Bariloche que provea de medicamentos a los enfermos de cáncer que están en tratamiento. No es la única área con problemas: el Colegio de Abogados de Roca exigió mejoras en las alcaidías, la Policía no tiene ni con qué moverse y las escuelas públicas funcionan en una austeridad cercana a la pobreza. Y la Nación insiste en que no enviará dinero si la provincia no cumple en reducir el déficit. Pero Verani insiste en que «está todo bien» y que no habrá problemas para pagar salarios y mantener servicios.

Nada está bien. Al menos, eso es lo que opinó el ministro de Economía, Domingo Cavallo, cuando el gobernador se puso al teléfono desde el despacho del presidente de la Nación: «La provincia cumplió con todo» fue -palabra más o menos- la expresión de Verani. «Gobernador, los números que tengo aquí no dicen lo mismo», le respondió el ministro.

Esa fue la razón de la nueva batalla: Verani volvió a Viedma y acusó a su ministro José Luis Rodríguez de aportarle cifras inexactas, lo que habría generado tal enojo en el funcionario que optó por tomarse los días de descanso que tenía pendientes.

Si las batallas verbales solucionaran problemas…


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