Alarmó a barrios de Cipolletti una fuga de amoníaco

La rotura de una válvula en un frigorífico generó una nube de gas irritante. Fue reparada tras una hora y media

CIPOLLETTI (AC).- Una fuga importante de amoníaco de un frigorífico de esta ciudad causó inquietud y temor en un amplio sector de la zona norte cipoleña, y motivó la protesta de varios vecinos, indicando que no era la primera vez que sucedía un episodio del tipo.

Se formó una nube -que pasó algo inadvertida por el cielo tormentoso y cubierto- con un olor que provocó la irritación de ojos y vías respiratorias de pobladores, aunque sin que hubiera ningún caso grave.

En una de las ambulancias se auxilió a una señora que al parecer sufría de asma, lo que se acentuó por las emanaciones de gas hacia la atmósfera.

Con trajes especiales, bomberos y personal de la firma propietaria de la cámara ingresaron al sitio de la fuga y de manera manual superaron el incidente. Los móviles de la policía, los camiones de bomberos y las ambulancias que convergieron a la zona hicieron temer lo peor.

Muchos curiosos desde la acera del Parque Norte seguían los movimientos de los policías y, a lo lejos, de los bomberos que entraban y salían del complejo de frío.

El amoníaco es el gas que utilizan casi todos los frigoríficos del país como refrigerante básico. Su olor es altamente irritante, afectando la vías respiratorias -si es absorbido en gran cantidad y densidad puede ser mortal- y también provoca corrosión inmediata al contacto directo.

La fuga se produjo aproximadamente a las 11.40 en el frigorífico que la empresa Kleppe posee al final de la calle La Esmeralda, casi llegando a Circunvalación, en adyascencias de los barrios Santo Domingo, Doctor Salto, las 300 y las 1.200 Viviendas, y otros, aunque el olor se expandió y se sintió más allá del Anai Mapu y en los asentamientos cercanos al Club Marabunta.

Jorge Aragón, jefe de planta de Kleppe, fue uno de los que primero llegó al lugar del delicado incidente, y tomó las riendas del caso para solucionarlo.

Comentó Aragón que mientras personal idóneo realizaba maniobras de mantenimiento en una cañería del pasillo del complejo se rompió una válvula y hubo una importante fuga de amoníaco, provocando una densa nube en el interior.

Inmediatamente se puso en marcha un sistema de ventilación que actúa por sensores que detectan amoníaco en escalas superiores a las normales, mientras llegaban los bomberos y la policía.

El jefe de Bomberos local, Osvaldo Lavezzo, llegó con dos dotaciones y una comisión especial de tres hombres dotados de trajes para afrontar riesgos tóxicos de alto rango, con escafandras oxigenadas y autonomía de manejo.

También tenía un traje así la empresa, por lo que cuatro personas se adentraron en la nube interna del pasillo y de forma manual obturaron la válvula dañada.

En un momento dado, el lento movimiento de los hombres en los trajes y la densa nube que los envolvía trajo alguna semejanza a un episodio de una película espacial.

Con mecanismos específicos dispersaron el gas hacia la atmósfera, y los efectos irritantes con el olor característico del amoníaco se expandieron con el viento y llegaron a los vecinos de forma inmediata, mientras la radio LU19 lanzaba la noticia que puso en alerta a la población, que hasta ese momento sentía el problema pero no sabía de qué se trataba.

Algunos pobladores indicaron que no era la primera vez que se daba una fuga de amoníaco en esa planta.

«¿Dónde están las autoridades, y los políticos, y los concejales?. ¿Cómo se permite que funcione esto tan cerca de tantos barrios», expresó Diana, un ama de casa que con un nene de la mano se alejaba del sector. «Voy a hacer una denuncia por daños a la salud», exclamó, más que enojada.

El subcomisario Lavezzo impuso ayer al periodismo de que había entregado a Defensa Civil del municipio una nota conteniendo apreciaciones sobre cómo se debe controlar la seguridad en este tipo de complejos.

Aragón, de Kleppe, reconoció que no es anormal que haya alguna pequeña fuga, sin incidencias mayores, en los frigoríficos, pero dijo que en la planta de calle La Esmeralda fue la primera vez que ocurría una pérdida importante de amoníaco.

A las 14 -una hora y media después del inicio de la fuga- todo había pasado, aunque quedaba flotando en el ambiente no sólo el olor del gas sino la inquietud de muchos pobladores por este suceso, de cara a lo que podría haber pasado si no se hubiera detenido la pérdida con celeridad y precisión.


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