Doloroso pedido a 18 años de una misteriosa muerte en Villa Traful

El cuerpo de Atilio Gallego apareció en el lago. La pésima investigación nunca avanzó. La madre reclama: “Alguien tiene que saber qué pasó”

“Mi esperanza es que algún día alguien de los que le pusieron una mano encima a mi hijo, diga la verdad, por qué motivo lo hicieron. Mientras viva voy a esperar eso, porque alguien de Traful tiene que saber qué pasó”, dice Fernanda Astete tratando de sortear el inevitable nudo en la garganta al recordar la muerte de su hijo, Atilio Gallego, ocurrida el 17 de marzo de 2002.

Una investigación plagada de irregularidades y complicidades. Un fiscal que luego fue juez y después terminó preso. El miedo, el silencio cómplice y la impunidad terminaron por configurar la página dolorosa que marcó un antes y un después en la vida de la pequeña comunidad de Villa Traful.

Atilio tenía 21 años de edad, pero mentalmente era un chico de 8 o 9 años. Como todos los domingos por la tarde, salió de su casa para ir a la misa del padre Rubén Capitanio, en la capilla ubicada en el centro de Traful. Salió cerca de las cinco y media. “Me voy a misa y en un ratito vuelvo”, le dijo esa misma tarde a su madre antes de salir. 16 años después, la frase, tan habitual, le resuena como un eco. Fue la última vez que vio a Atilio con vida.

La última vez que fue visto, según testigos, Atilio entraba en el destacamento policial, en el ingreso principal a Villa Traful, cerca de la capilla.

Fue hallado al otro día al costado del muelle principal, sumergido a 80 centímetros de profundidad del lago Traful.

La justicia se apresuró a decir que se había ahogado, pero cuando la familia estaba preparando el cuerpo para sepultarlo, le encontró golpes y hematomas.

La hipótesis de la familia es que Atilio vio algo que no debía y que involucraba al poder, y que por eso lo mataron. La causa nunca pasó de “muerte dudosa” y ya prescribió.

“El reclamo sigue porque yo no sé lo que pasó con mi hijo. Tengo muchas dudas. Estaba todo golpeado. A mi no me pueden decir que se ahogó porque no tenía signos de ahogamiento. Creo que a nivel judicial y político tuvo mucho que ver para ocultarlo. Todos los grandes jefes taparon la muerte de Atilio”, asegura Fernanda.

Para el aniversario de la muerte de Atilio, todos los años la familia y vecinos hacen una marcha por las calles de Traful.

Dejan un ramo de flores en el muelle donde fue encontrado el cuerpo, luego visitan la tumba de Atilio en el Cementerio y rezan.

Su marido, Pedro, falleció hace unos años, pero el reclamo sigue junto a sus otros cinco hijos.

“A mi marido lo amenazaron por teléfono en su momento, le dijeron que le iba a pasar lo mismo que a Atilio. Para mi se trabó todo a nivel político, sino se hubiese descubierto”, apunta la madre.

Cerca de cumplir 66 años, Fernanda recuerda a su hijo y mantiene el dolor intacto desde aquel 17 de marzo.

“Antes era tenerlo, cuidarlo, y después fue un tremendo agujero en mi corazón. Lo sigo viviendo con dolor de no saber qué le pasó, tanta tristeza de no saber qué pasó”, dice, y enfatiza, con la voz quebrada: “la angustia de no saber qué pasó con él”.

“El reclamo sigue porque yo no sé lo que pasó con mi hijo. Tengo muchas dudas. Estaba todo golpeado. A mí no me pueden decir que se ahogó…”,

aseguró la mamá de Atilio al cumplirse 16 años de su muerte.

La investigación, plagada de irregularidades

“La primera autopsia no se había hecho. Cuando lo vestimos le vimos las marcas en el cuerpo, muy sospechosas. Volvieron a llevar el cuerpo, extrajeron las vísceras y se olvidaron de preservarlas en frío y no sirvieron para la autopsia”, recuerda el padre Rubén Capitanio, quien en esa época era párroco de Villa La Angostura y Traful. El cura encabezó junto a la familia el reclamo de justicia y desde hace años viene denunciando la muerte impune.

“Tenía unas marcas en los brazos, como que lo habían tenido, sostenido y apretado de contenerlo, era un chico que no era violento pero si se lo atacaba reaccionaba con fuerza, como que lo habían querido contener. También tenía una herida en el labio”, agrega. La autopsia oficial arrojó que las marcas habrían sido producidas por los rescatistas cuando sacaron el cuerpo del agua. Sin embargo, Capitanio confirma que el cuerpo fue extraído del agua con un gancho desde el cinturón del pantalón.

El cura advierte que a la irregularidad con la autopsia se sumaron otras, como el hecho de que en el lugar donde fue encontrado el cuerpo en la mañana del lunes 18 ya había sido rastrillado la noche anterior con reflectores, pero no había nada. Recuerda que incluso estuvo el testimonio del encargado de una lancha que aseguró haber amarrado la embarcación el domingo por la noche en ese mismo lugar, y que también dijo que allí no había nada. “A Atilio lo tiraron donde apareció, no se cayó”, asegura el cura.

“Entregué pruebas, confiaba en la justicia y no así en todos los funcionarios judiciales, le entregué documentación que a mí me llegó, declaraciones que me entregaron a mí por miedo porque la policía estaba involucrada, entregué esa declaración y nunca pude saber si estaba en el expediente. Todas esas anormalidades nos afirmaron un complot para encubrir la muerte”, sostiene Capitanio, hoy en Centenario y miembro de la Pastoral Social de la diócesis de Neuquén.

El por entonces fiscal Rolando Lima caratuló la causa como “muerte dudosa”. El caso tuvo repercusión provincial y se instaló en Traful supuestamente para investigar el caso. Pero la causa nunca avanzó y al tiempo el fiscal ascendió a juez. Tiempo después fue condenado a cinco años y estuvo preso por manejos irregulares en otras causas.

Capitanio señala que pese a que la comunidad y la familia contrataron a abogados, la querella no pudo avanzar.

Datos

“El reclamo sigue porque yo no sé lo que pasó con mi hijo. Tengo muchas dudas. Estaba todo golpeado. A mí no me pueden decir que se ahogó…”,

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