«Alone with everybody»: Ashcroft resucita con un gran disco
Luego del éxito de "Urban hymns", el líder de los extintos The Verve vuelve al ruedo con un disco solista al que vale la pena prestar atención. Riesgo, emoción y buenas canciones en "Alone with everybody".
A través del tiempo los grupos de las islas británicas amagaron con quedarse con el mote de «salvadores del rock and roll».
The Verve, luego de una carrera inestable, lograron gran suceso gracias al simple «Bitter sweet symphony», una bellísima composición que los ubicó durante un tiempo en los más altos sitiales.
«Urban hymns», el disco que contenía ese hit y el estremecedor «The drugs don»t work», permitía pensar que no se trataría sólo de un golpe de suerte aislado de siete millones de copias.
En escena desde 1990, tuvieron de teloneros por varias giras a los sobredimensionados hermanos Gallagher de Oasis, pero una serie de accidentes, enfermedades y desavenencias entre sus integrantes hizo que no lograran concretar sus posibilidades.
La mala suerte del grupo fue bautizada por los músicos como «The Verve Voodoo», que incluyó quebraduras varias, infecciones, extensos distanciamientos y drogas.
Todo el manual del rocker. Hasta que llegó el suceso y parecían encarrilarse las cosas.
Pero Richard Ashcroft, guitarrista, líder y compositor de la banda, decidió sin más que era tiempo de sepultar a la banda y asentarse en una nueva etapa que incluye sobriedad y paternidad. Pasó largo tiempo dando forma a un material solista, y cuando creía haber llegado a un punto importante… perdió los masters de sus canciones. Gracias a Dios, las cintas aparecieron.
Y el resultado final puede disfrutarse -cabalmente- con al edición de «Alone with everybody», una obra serena, inteligente y cuidada donde se ha incrementado la habilidad de Ashcroft para crear melodías y climas conmovedores con una instrumentación delicada y personal.
El primer single «A song for the lovers» retoma la fórmula de las dulces cuerdas que utilizó en «Bitter sweet symphony», y otras canciones como «Slow was my heart», «You on my mind», «Crazy world» y «Money to burn» conforman un disco debut que se destaca en una época en que todo suena parecido y en que nadie arriesga el todo por el todo.
A través del tiempo los grupos de las islas británicas amagaron con quedarse con el mote de "salvadores del rock and roll".
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