ANALISIS: Diamantes para el desayuno

Desde la época de la gran crisis en la Pittsburg de su infancia hasta el último glamour del matrimonio Reagan en la Casa Blanca, Andy Warhol desplegó además de su talento para la notoriedad, una fina percepción para detectar los íconos de la vida norteamericana, objetos, productos, marcas, estrellas de la pantalla, músicos de moda y superhéroes de la política y de la historieta.

Creó la necesidad de sus retratos en todo integrante mayor o menor del jet set, de la realeza en actividad o en decadencia y de millonarios como nuestra dama del cemento.

Tuvo el espejo de su propia revista «Interview» para reflejar a sus amigos y su estudio la Factory, se convirtió en el centro de la vida artística absolutamente indispensable para existir en Nueva York.

Era pálido y tímido, respondía con monosílabos a la prensa, pero comprendió cabalmente el espíritu norteamericano del pionero, que también en arte buscaba la aventura y el culto a la novedad, detectó la evolución del mercado de arte en los 60 que incluyó a las capas sociales medias y la proliferación de galerías de arte, fundaciones y programas de difusión del arte moderno a cargo de los museos y además… trabajó.

Trabajó, renovó y llevó a un punto muy alto la técnica de grabado, conocida como serigrafía, tal como lo hicieran anteriormente Dalí con la litografía y Picasso con el linóleo.

Le adjudicó gran importancia al papel como soporte y a fuerza de experimentación amplió los límites de la técnica serigráfica manual y fotomecánica e incluso la trasgredió con su particular efecto desenfocado, de bordes vibrátiles y de superposiciones y yuxtaposiciones de planos de intenso cromatismo, como en su carpeta Marilyn.

Sus series de grabados de altas tiradas responden a su deseo de llegar a un público más amplio y por otra parte, la posibilidad de multiplicar los originales firmados iba de acuerdo con su interés por el trabajo en serie, por la línea de fábrica, por la repetición de elementos, por el efecto hipnótico del neón que se prende y apaga; como el mismo expresó: «Cuando vemos varias veces seguidas una fotografía macabra, acaba por no hacernos ningún efecto» y ese efecto de deshumanización de los medios de comunicación masivos lo empleó por ejemplo en «Muerte» y «Desastre».

Trabajaba con ayudantes y lograba equilibrar los efectos intuitivos y los procedimientos manuales con todos los elementos proporcionados por la tecnología, como la cámara polaroid para las prolongadas sesiones con sus retratados.

En sus últimas series gráficas como «Animales en peligro» explora con precisión y elegancia el arabesco lineal, logrando un deliberado desajuste entre los contornos y los planos de color, las tintas resplandecen con polvo de vidrio, perdón… con «polvo de diamantes» como Andy Warhol denominaba al material de las superficies iridiscentes.

 

(*) Licenciado en Pintura de la Universidad Nacional de Córdoba.

EDUARDO GUEVARA (*)


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