Análisis: No habrá victorias rápidas

La campaña militar que se apresta a iniciar Estados Unidos contra el terrorismo internacional y los países que lo apoyen no es «una guerra como cualquier otra». Se sabe que no habrá una victoria rápida. Y que el poder de las armas será sólo una parte, aunque, según lo definiera el secretario de Estado Colin Powell, «ciertamente es una opción».

También se ejercerá presión diplomática, política, financiera y económica. Se buscará cortar las conexiones vitales a los autores intelectuales y ejecutores del plan terrorista. Pero el objetivo mínimo es que el «enemigo invisible» no pueda moverse más como pez en el agua.

La población estadounidense se prepara para sufrir limitaciones a las tradicionales libertades cívicas de que gozaba, como consecuencia del inevitable refuerzo de los controles. Cobran fuerza las voces que sugieren no seguir necesariamente siempre la vía legal en la persecución de terroristas.

Tras el shock de los ataques se espera algo más que una acción militar simbólica y ejemplar. El ex comandante en jefe de la OTAN, general Wesley Clark, predice una acción masiva, que se distinguiría sin embargo más por la precisión que por el desplazamiento de tropas. EE.UU dispone de medio millón de personas bajo armas. El Ejército cuenta con 7.600 tanques de combate, la Fuerza Aérea de 2.300 aviones de combate, la Marina de más de 200 naves de guerra, entre ellas 12 portaaviones.

En Cercano y Medio Oriente se encuentran estacionados cerca de 30.000 efectivos, dos portaaviones con sus naves escolta y más de 300 aviones de combate.

Pero los planes bélicos no se concentran en el desplazamiento de estas fuerzas, sino en las tropas de elite, las «Special Operating Forces», creadas en 1962. Entre ellas se destacan los apenas 5.000 comandos secretos de la «Delta Force» y otras unidades similares. Las fuerzas especiales -Rangers del Ejército, SEALS de la Marina y cuerpos de comando de la Infantería de Marina- suman en total unos 40.000 efectivos.

En el pasado han sido convocados una y otra vez para «trabajos ingratos» como la lucha antidrogas en Colombia o el control del movimiento marítimo en el Golfo Pérsico.

Bush sabe que lo que llamó la «primera guerra del siglo XXI» es totalmente nueva. Pidió paciencia a sus compatriotas, porque se requeriría de una campaña prolongada. El presidente parece haber escuchado las advertencias que una acción militar contra Afganistán u otros refugios de terroristas sólo dificultaría la lucha si no va acompañada de medidas económicas y políticas. Invadir un país o bombardearlo sólo acrecienta los sentimientos anti EE.UU y fortalece al «enemigo en las sombras». (DPA)


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