ANALISIS: Tambalea potencia nuclear, aliada clave de Bush

¿ Quién está detrás del crimen de Bhutto? era la pregunta más frecuente y la menos respondida ayer en esta país. Sin embargo, algo parece claro: la violenta desaparición de la principal líder opositora y favorita en las legislativas hace peligrar las elecciones y amenaza con hundir en la crisis política a una potencia nuclear y aliada clave de Washington en el sudeste de Asia.

Pervez Musharraf se considera a sí mismo como el hombre que le dio a Pakistán «la esencia de la democracia». Tras el asesinato de Bhutto, apenas a dos semanas de las elecciones parlamentarias del 8 de enero, debe haberse reducido aún más el número de los pocos que aún le creían. El asesinato fortalece el poder del cuestionado presidente paquistaní, aunque resulte imposible atribuirlo a un sector determinado, coincidieron analistas.

Noberto Consani, director del Departamento de Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP) dijo que «es imposible atribuir el asesinato a un solo sector». «Al presidente Musharraf le saca la principal rival para las elecciones del 8 de enero. Una candidata que se había comprometido a investigarlo y que empalmaba con la tradición legalista expresada en las manifestaciones de los abogados», explicó. Pero también «para los sectores del fundamentalismo islámico era inconcebible que una mujer asuma el poder en un país de amplia mayoría musulmana. Los grupos vinculados con Al Qaeda, que operan en al frontera con Afganistán, se la tenían jurada», sostuvo.

Para Consani » Bhutto no garantizaba el control de las fuerzas armadas, en un país que es clave en la región y que, encima, es la única nación islámica con arsenal nuclear».

Estados Unidos se esforzaba ayer por hacer frente a las enormes consecuencias del asesinato, después de invertir un enorme capital en promover la fallida reconciliación entre Bhutto y el dictador. Es que la nación que en sus planes debería ocupar el papel de bastión en la lucha contra el terrorismo internacional, en lugar de encaminarse hacia una democracia libre se precipita en el caos político. El regreso de Bhutto al país tras años de exilio y la capacidad de su partido para participar en elecciones libres e imparciales habían sido una piedra angular en la política de Bush en Pakistán, cada vez más preocupado por el creciente autoritarismo y aislamiento político de Musharraf.

Pero ya en los días previos al asesinato de Bhutto comenzaron a crecer las dudas sobre la limpieza del proceso electoral. Ahora Bhutto está muerta. Antes, la Comisión Electoral, dominada por simpatizantes de Musharraf, vetó la candidatura de el también ex primer ministro Nawaz Sharif, por tener antecedentes penales. Ya no quedan rivales fuertes que pudieran desde la jefatura de Gobierno obligar a Musharraf a compartir el poder. De todos modos ya no es siquiera seguro que vaya a haber elecciones. Sharif reaccionó al asesinato llamando a un boicot electoral y a una huelga general. La relación entre Washington y el hombre fuerte paquistaní se había enfriado desde hacía tiempo. Desde los atentados terroristas de 2001, Estados Unidos entregó 10.000 millones de dólares a sus aliados paquistaníes. Pero a pesar de la generosa ayuda, Musharraf no logró dominar el terrorismo en su territorio ni en la vecina Afganistán. En lugar de ser utilizados para la «guerra contra el terrorismo», los fondos financiaron el rearme de Islamabad contra India, su «enemigo ancestral» con quien sostuvo ya dos guerras por la disputa de la fronteriza Kachemira.


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