ANÁLISIS: Un día, frente a las brasas…

Como el Rosas ficcionado por Andrés Rivera en «El Farmer», un día Néstor Kirchner estará cargado de años. Y otro día, como ese Rosas, estará sentado frente a brasas de leños y reflexionando sobre el poder que supo acumular.

Seguramente Kirchner no leyó la excelente novela corta de Rivera, pero ante esos leños de vejez quizá admita que en la Argentina que presidió ya no era posible lo que él se negó a aceptar: ejercer el poder bajo la lógica que fue propia del Restaurador, de vaca es vaca; toro es toro.

Entonces Kirchner tendrá la posibilidad de entender por qué en algo más de un año se le deshilachó tanto poder: porque transformó su concepción de la política en no política. No quiso poner en presente los dictados más inmediatos de la historia política del país.

Esos dictados dicen -por caso- que el poder no se reproduce in eterno, sin solución de continuidad. Dicen que en política a veces el poder se reproduce más con silencios y regulando la marcha, que caminando bajo impronta de furia. Dicen también que la buena política reposa muchas en no hacer problemático lo que es sencillo, y que no es sencillo creer que se puede tomar el cielo por asalto. Y dicen que la política pierde cuando se define y le asigna un único rol: aparato de conquista.

Veterano de la política, con cuero de elefante a la hora de la política, en su despedida a Raúl Alfonsín, formuló una reflexión interesante: «Un buen político sólo se ve si tiene sueños, pero hace historia cuando sueña con el conjunto».

Néstor Kirchner puede incluso ganar las elecciones del domingo. Es una posibilidad, quizá la menos posible, pero es.

La antropóloga argentina Pilar Calveiro sostiene que las causas de la tragedia que liquidó a Montoneros puede resumirse en una ecuación: «Primero perdieron la batalla política, luego la militar».

Lejos de establecer comparaciones, la sentencia vale para reflexionar sobre la dialéctica que suele adquirir la lucha política cuando se va ciegamente por el todo y más todo.

En ese camino se puede aventurar que el estilo de Kirchner de hacer política bajo la consigna «todo o nada» ya le limó mucho poder.

Algún día de los años por venir, Kirchner estará junto al crujiente fuego de leños. Y ahí quizá se pregunte por qué no puso sus sueños en el más allá de sus propios dictados, como sugiere Antonio Cafiero.

Y entonces se preguntará por qué llega con poder tan apretado a este domingo.

 

CARLOS TORRENGO

carlostorrengo@hotmail.com


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