«¿Arde París?»: los dramáticos días de la liberación en 1944

Por Hans Hermann Nikolei

Arde París, arde París?», gritaba histérico Adolf Hitler por teléfono. El «Führer» de la Alemania nacionalsocialista había ordenado la destrucción de la metrópolis a orillas del Sena, que debía quedar reducida a escombros y cenizas, igual que Varsovia. Una y otra vez presionaba al comandante de la ciudad, general Dietrich von Choltitz, para que comenzara con la destrucción. Pero este amante del arte saboteó las órdenes.

Hoy hará 60 años, el 25 de agosto de 1944, que firmó la capitulación. París era libre.

Para el general Charles de Gaulle este levantamiento se produjo demasiado pronto.

El 16 de agosto de 1944, cuando la policía de París empezó a negarse a seguir las órdenes de los alemanes, el jefe de la Francia libre prohibió la sublevación. Y es que los aliados, que avanzaban en el norte y sur del país, querían rodear a París en su marcha hacia Alemania. Comenzar en esos momentos una batalla por París era tan inútil como peligroso.

Pero los comunistas de la resistencia querían aprovechar una «situación revolucionaria» y reforzar así su postura para los tiempos posteriores a la victoria.

El 18 de agosto, el veterano de la Guerra Civil española Henri Rol Tanguy, que comandaba en París a los partisanos de las Forces Françaises de l'Intérieur (FFI), ordenó una movilización general.

Unos días después también los hombres de De Gaulle tomaron las armas. Mientras en Normandía el valle de Falaise se convertía en una trampa mortal para las tropas alemanas, la sublevación en la capital gala comenzaba el 19 de agosto con una huelga general.

«Serrad sus piernas, roed por todas partes», era el lema.

Los partisanos, que tenían una central telefónica secreta, usaron estos canales para moverse rápidamente y de incógnito. Poco después, 600 barricadas limitaban los movimientos de los ocupadores alemanes y aumentaron las emboscadas.

Miembros alemanes de la resistencia como Peter Gingold, que hoy vive en Francfort, trataban de minar la moral de los soldados de la Wehrmacht con llamamientos en su idioma materno.

Von Choltitz, el artífice de la conquista de Sebastopol en 1942, había asumido la comandancia del Gran París el 9 de agosto.

Sabía que no podía mantener la ciudad con sus 16.00 hombres y 80 tanques. Rápidamente, negoció mediante el cónsul general sueco Raoul Nordling un alto el fuego, que sin embargo fue cancelado sólo 24 horas después por el FFI. Pero también ignoró las órdenes de Hitler de colocar minas en todos los puentes.

El 22 de agosto, Von Choltitz dio a Nordling luz verde para enviar un mensaje al general estadounidense Dwight Eisenhower: París arderá si los aliados no intervienen.

Fuertemente presionado también por los franceses, Eisenhower le dio al general galo «Leclerc» (Philippe Marie de Hauteclocque) la orden de marchar hacia París.

Leclerc llevaba largo tiempo esperando esta orden.

Quería que París fuera liberada por franceses y no por los estadounidenses. Comandaba una tropa con 4.200 vehículos y 16.000 hombres del norte de Africa, Chad y Siria, pero su II División Blindada, de la que formaban parte numerosos combatientes españoles, estaba a las órdenes de las fuerzas norteamericanas.

Mientras se combatía en algunos lugares de las afueras de la ciudad, una avanzadilla de Leclerc llegó el 24 de agosto de 1944 hasta el ayuntamiento de París.

A la mañana siguiente, sus tanques Sherman avanzaban hacia la capital gala desde tres puntos. Por la tarde, Leclerc y Von Choltitz firmaban ante la presencia de Tanguy la capitulación del comandante alemán.

Una hora más tarde, De Gaulle entró en París bajo los gritos de júbilo de la población.

Las bajas causadas por la liberación de la ciudad fueron relativamente bajas: 130 soldados de Leclerc, 500 combatientes de la resistencia (mil, según otras fuentes) y entre 400 y 600 civiles perdieron la vida en París.

(DPA)


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