“Argentina contradictoria”

La Argentina es un país rico, pobre, contradictorio. Por una parte la opulencia; por otra, la miseria. Para sorpresa y admiración de turistas y no turistas, en las galerías Pacífico de la Capital se instaló un árbol de Navidad de un costo varias veces millonario, adornado con 7.000 estrellas talladas en cristal de Swarovski; por otra parte, la miseria. A veces nos sorprende una noticia: “Un niño ha muerto de hambre en el norte argentino”. Una noticia más entre tantas, un cuadro desgarrador si uno tuviera que presenciarlo. Cientos y tal vez miles de niños no son noticia porque no han muerto aunque en ellos la desnutrición por siempre hará mella. ¿Quién tiene la culpa? El gobierno, por no aplicar correctamente los recursos que se le ponen a disposición, por destinar millones al fútbol, a la publicidad oficial y otras menudencias sin, primero, tener asegurado el mínimo indispensable a todos habitantes y por no cumplir con su función redistributiva. Una justa redistribución del ingreso es lo que diferencia un territorio de una nación. También tiene la culpa el Estado, que somos todos, por permitir tal desidia. Presurosamente se autoconvocaron las cacerolas en Plaza de Mayo para protestar contra el “corralito”, pero ninguna salió para protestar por la muerte de un niño por hambre. Mientras oficialismo y oposición, con ásperos debates y brillante retórica, se adjudican culpas, una buena parte de la población no tiene satisfechas las necesidades básicas. En lo que fue “el granero del mundo” que cobijó a millones de inmigrantes, la situación es inadmisible. Hace más de medio siglo circulaba una frase: “En la Argentina los únicos privilegiados son los niños”, frase que en la actualidad nadie se atrevería a repetir para no hacer el ridículo. Los economistas no pueden explicar dos enigmas: cómo Japón sin tener nada es un país desarrollado y la Argentina, teniéndolo todo, es uno “en desarrollo”. Dicen que nada es más caro que una oportunidad perdida; perdimos tantas como país que da pena ver lo que pudimos ser y no fuimos: una potencia. A pesar de todo, coherente con mi incoherencia, sigo apostando a la Argentina y pienso que, al igual que Lázaro, en algún momento nos levantaremos y comenzaremos a andar. Lucía Bedin, DNI 16.407.296 – Neuquén

Lucía Bedin, DNI 16.407.296 – Neuquén


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