Argentina debería seducir a las Malvinas

ANDRÉS OPPENHEIMER (*)

A 30 años de la fracasada invasión argentina a las Malvinas, una cosa parece clara: el país está siguiendo el peor camino posible para recobrar las islas del Atlántico Sur controladas por los ingleses. Antes de ocuparnos de la desastrosa política exterior del gobierno de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner con respecto a las islas, dejemos en claro que el reclamo histórico de Argentina sobre las Malvinas es legítimo. La posición de Gran Bretaña de que no puede haber negociaciones sobre la soberanía mientras la población, estimada en 3.200 isleños, quiera seguir siendo británica no se sostiene, según expresan la mayoría de los expertos en derecho internacional. El libro del año 1927 del profesor de Derecho de la Universidad de Columbia Julius Goebel, titulado “La pugna por las Falkland”, y su secuela de 1983 escrita por el profesor de Leyes de la Universidad de Yale, Michael W. Reisman, dejan pocas dudas sobre que la ocupación británica de las islas es ilegal. Para resumir esta historia, la única transferencia negociada de la soberanía de Malvinas se produjo en 1767, cuando los franceses se las cedieron a la corona española. Cuando Argentina se independizó, heredó legalmente todos los territorios que antes eran españoles. De manera que, cuando los británicos invadieron las islas en 1833 y las bautizaron Falkland, fue básicamente una ocupación ilegal. Las Malvinas ocuparon los titulares de todo el mundo el 2 de abril de 1982, cuando la dictadura militar argentina, en un obvio intento de fortalecer su menguante popularidad a nivel nacional, invadió las islas. La ex primera ministra Margaret Thatcher envió su armada y Gran Bretaña recuperó el archipiélago después de una guerra que dejó casi 1.000 muertos. El hecho de que gran parte de la opinión pública mundial se volcara en ese momento a favor de los británicos, debido a una revulsión generalizada por las acciones de la Junta Militar de Argentina, no cambia la premisa básica de que las islas pertenecen a Argentina, escribió Reisman en su ensayo. En la mayoría de los sistemas legales, el título pertenece al propietario, no a la persona más agradable, explicó. Ahora el gobierno populista de Fernández de Kirchner ante un creciente descontento público por las altas tasas de inflación y una desaceleración económica, y ante noticias del descubrimiento de grandes yacimientos de petróleo alrededor de la islas, está volviendo a poner las Malvinas en el candelero. Ya sea porque quiere distraer la atención pública de los crecientes problemas económicos o porque está previendo una bonanza petrolera en el Atlántico Sur, la presidenta argentina ha lanzado una ofensiva diplomática en Latinoamérica para impedir que los barcos con bandera malvinense amarren en los puertos de la región. Según los informes de prensa, eso ya está generando escasez de frutas frescas en las islas. Además, Argentina ha amenazado con iniciar acciones legales contra las empresas que extraigan gas y petróleo de Malvinas, lo que hace temer a los isleños que no podrán beneficiarse de los nuevos descubrimientos hidrocarburíferos. Nigel Haywood, el embajador británico de las islas, le dijo recientemente al diario argentino “El Cronista” que “Argentina amenaza constantemente con hacernos la vida cada vez más complicada”. Un amigo argentino que acaba de visitar el archipiélago me confirmó esta semana que los kelpers, como se conoce a los isleños, no están enojados con el pueblo argentino sino con el gobierno de Fernández de Kirchner. Los kelpers están especialmente preocupados por el reciente pedido de la presidenta argentina a Chile para que le traspase los vuelos al continente operados por LAN Chile, que son los únicos que conectan Malvinas con Sudamérica. Los isleños temen, si eso ocurre, estar a la merced de los caprichos políticos del gobierno argentino, según me relató el viajero. Una de las pocas voces razonables que se han alzado en esta disputa es la de un grupo de 17 intelectuales argentinos que recientemente firmaron un documento titulado “Una visión alternativa”. Allí señalan que Argentina no puede seguir ignorando los deseos de los isleños. La actual política argentina de exigir la devolución de Malvinas, sin tomar en cuenta el deseo de sus habitantes, debilita las justas demandas de Argentina, afirma el documento. Mi opinión: en vez de asustar a los kelpers con amenazas constantes, Argentina debería intentar seducirlos. Debería ofrecerles vuelos gratuitos para emergencias médicas, envíos gratuitos de lo que haga falta en las islas e intercambios culturales y deportivos. Considerando el antagonismo de los isleños hacia las autoridades argentinas, borrar las cicatrices llevará tiempo y no será fácil. Pero la actual política del gobierno argentino está más diseñada para ganar el aplauso fácil en casa que para lograr la recuperación de las islas, y va en contra de los propios intereses argentinos. (*) Analista internacional


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