«Argentina es un país de muchas contradicciones»

Doctor en Lingüística, será parte de la interminable exportación de "materia gris" argentina. "Queremos cambios, pero la reacción a ellos es constante". "Siempre volvemos atrás. No llegamos a cumplir esos sueños con los que empezamos", dice.

José Masullo asegura que la universidad argentina aún no pudo crear estructuras estables para el docente o investigador.
No sabemos qué pasará cuando esta crisis haya trascurrido diez años. Pero, todavía, la Argentina sigue exportando «materia gris». Profesionales del país son contratados en el extranjero por universidades o empresas que reconocen su excelencia y que, devaluación mediante, les pagan muchas veces más que lo que ganarían quedándose. ¿Sólo una cuestión de dinero? Seguro que no. Más bien, la vía a un reconocimiento sincero al propio mérito, la posibilidad de capacitación, el acceso a un perfeccionamiento que acá se haría imposible. Tampoco es una cuestión de distancia, pero la Argentina parece haberse alejado mucho del centro del mundo durante el último año, aun cuando no se haya movido de su lugar.

El doctor en lingüística Pascual José Masullo, mentor y director del postgrado en Lingüística de la Universidad Nacional del Comahue es ahora docente de la Universidad de Pittsburgh, en Estados Unidos. Para eso, ganó un concurso internacional al que aspiraron muchos otros profesionales de ese país y del mundo.

Antes de partir, aseguró que lo que más le duele es dejar a sus alumnos de grado y de postgrado, y habló de los sentimientos contradictorios que combinan el orgullo, la pena y la insatisfacción colectiva de saberse parte de una multitud de argentinos que han aprendido a acostumbrarse a la incertidumbre.

Periodista – ¿Cómo fue el proceso éste de este contrato en el exterior?

José Masullo – No hay una respuesta simple. Por un lado, yo interiormente estaba buscando algo diferente. Estaba en Inglaterra como profesor invitado (el pasado verano del hemisferio sur) pero sabía que el cargo no podía ser permanente y, en forma fortuita, me enteré de este cargo en la Universidad de Pittsburgh y me presenté al concurso que se había convocado. Fui pasando las distintas preselecciones hasta que me invitaron a visitar la universidad, a que presentara mi investigación, querían conocerme, querían que yo los conociera y, bueno… fui el candidato elegido. Esos son los hechos objetivos. Pero como decía, hay tantos factores, una búsqueda interior, inconsciente , a lo mejor también una insatisfacción que hacía que buscara otros horizontes.

– ¿Qué cargo tendrás allá?

– Por ahora, voy a ser profesor invitado del Departamento de Lingüística de la Universidad de Pittsburgh. El contrato puede hacerse permanente si nos convenimos mutuamente, y se espera que yo aporte en Teoría Lingüística y en Lingüística Hispana en particular, es decir que tendré un doble rol. Voy a enseñar Teoría Lingüística y Lingüística del Español. Espero por lo tanto poder participar de algún proyecto que involucre a ambas universidades, es decir también a la Universidad del Comahue. Mi ida a Estados Unidos en este momento no implica un corte definitivo con la Universidad del Comahue. De hecho, lo que más me duele en este momento es dejar a mis alumnos, tanto a los de grado como a los de postgrado. Yo luché mucho por el postgrado aquí y hemos llegado a consolidarlo. Tenemos graduados excelentes, alumnos excelentes, tengo muchos tesistas y abandonarlos parcialmente me cuesta. Pero no me voy del todo porque el contrato me permite volver al país con frecuencia y la idea es seguir vinculado. La Universidad del Comahue me propone que dicte seminarios cuando venga.

P – Y a la vez seguirá la supervisión de algunas tesis…

J.M. – Sí. Muchas de ellas se defienden a fin de año, y para eso volveré.

P – En cierto modo es una paradoja, porque acá está dando Lingüística en la carrera de Inglés, y allá va a dar Lingüística Hispana.

J.M. – Voy a dar clase en la carrera de Lingüística y en el Doctorado de Lingüística Hispánica.

P. – Sin duda que este logro es un orgullo personal -por lo que significa ganar un concurso internacional en un país tan competitivo como es Estados Unidos-, pero cuénteme cómo vive este proceso desde el punto de vista del país. Usted es argentino, estudió su carrera de grado acá, hizo un doctorado en Estados Unidos y volvió al país. Seguramente habrá vuelto con cierta expectativa, ¿cómo lo siente ahora?

J.M. – Yo me siento argentino. No sé cómo definir el «ser argentino». Siempre sentí que era mi responsabilidad brindarle a la Argentina -en mi caso a la universidad- todo lo que yo podía. Para mí fue importante poder generar cambios, poder crear un ámbito nuevo de estudio e investigación, como es el Postgrado de Lingüística de la Escuela de Idiomas. Pero por otro lado, la Argentina es un país de muchas contradicciones. Porque por un lado se premia la creatividad y por otro lado se la castiga. Por un lado decimos que queremos cambios, pero la reacción a eso es constante. Yo ahora puedo poner el Postgrado en Lingüística en perspectiva y decir que hemos logrado un gran nivel. Pero no fue fácil abrir ese camino, ni en la universidad ni a nivel país. Por ejemplo, las trabas burocráticas ministeriales, al principio, eran absurdas. Lo mismo con respecto a las evaluaciones externas. Hasta que tuvieron que aceptarnos, reconocer el nivel y reconocer la importancia de la maestría. Y luego, en épocas de crisis como ésta, estos proyectos sobreviven con el esfuerzo individual o de algunos grupos, o inclusive alguna vez con el apoyo de algunas autoridades. Pero en estos momentos un proyecto de Doctorado en Lingüística es muy difícil porque no están dadas las condiciones. Hay necesidades más básicas que satisfacer. Por ejemplo, nuestra biblioteca no sé cómo se va a poder mantener. No podemos renovar las suscripciones periódicas. No hay dinero para investigación. No hay dinero para becas…

P – Hay dos planteos en esto de elegir irse a trabajar al exterior. Por un lado está lo económico: cobrar en dólares representa un beneficio respecto del sueldo que podría obtener acá. Pero está esto otro: las posibilidades de formación personal y de desarrollo.

J.M. – Sí, porque lo que también falta en la Argentina es continuidad en los proyectos educativos. Más estabilidad. La Universidad argentina todavía no logró crear una estructura estable para el docente, para el investigador, para el que hace tareas de extensión, para el artista… Es como que siempre volvemos atrás. No llegamos a cumplir todos esos sueños con los que empezamos.

(Entrevista: Alicia Miller)


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