“Argentina… ¿un cero en políticas educativas?”
Cada tres años se realizan en varios países los exámenes educativos PISA (Informe del Programa Internacional para la Evaluación de Estudiantes). En el 2009 se evaluó la comprensión lectora y este año serán las matemáticas. Intervendrán 67 países. Con agrado leía un artículo que decía que en Uruguay 185 centros educativos ya se estaban preparando para estos exámenes. ¿Y en Argentina? No he escuchado a ningún funcionario hacer mención alguna al respecto. Lo último que he leído son declaraciones criticando esta modalidad, ya que entienden que son exámenes que no tienen en cuenta la diversidad cultural –claro, no es lo mismo Asia que América–, declaraciones a propósito de los pésimos resultados que Argentina tiene en estos exámenes –quedó 58 detrás de Chile, Uruguay y Brasil– en donde varios países asiáticos se llevan los laureles. Pero lejos de preguntarnos por qué Latinoamérica está última y por qué Argentina, de ser uno de los mejores sistemas educativos hasta hace algunas décadas, ha retrocedido hasta quedar última, en el mundo y en Latinoamérica; lejos de mirar qué hacen en China, Singapur, Japón, en países europeos como Finlandia o, si no nos da mucha pereza viajar, mirar qué hacen nuestros hermanos chilenos y brasileños –para analizar sus sistemas, sus programas, la relación economía-educación, sus sistemas universitarios, etc.–, nos quedamos con la crítica a los exámenes PISA. Lejos de alarmarnos con estos resultados, de la autocrítica y de buscar qué podemos mejorar en políticas educativas, nos quedamos con la crítica para afuera. Parece que aún creemos que somos el granero del mundo y que tenemos una educación de calidad como antaño. Actualmente estamos los docentes analizando la reforma de la Ley Orgánica de Educación de Río Negro, porque vivimos de reforma en reforma y parece que nos encantan los papeles y la burocracia. Pero para que ésta sea efectiva de una vez y para siempre, ¿no es hora de preguntarnos por qué estamos donde estamos? ¿Qué programas y reglas podemos emular de otros sistemas educativos del mundo que dan resultados en algunos aspectos? Datos, manejemos datos para ir a lo concreto y no quedarnos en leyes absurdas que no dan resultado. La realidad es la mejor verdad… De nuestros estudiantes universitarios sólo se recibe el 10% y, de esos, el 8% pertenece a la clase media y alta. ¿A esto le llamamos educación igualitaria? Nos jactamos de que nuestras universidades son gratuitas… A costa de tener miles de estudiantes crónicos, siendo esto costosísimo para el Estado, el rico se recibe y el pobre queda a mitad de camino. ¿Educación gratuita para la clase alta solamente? Mientras en Chile hay miles de becas para que sus alumnos universitarios estudien en el exterior, aquí no hay políticas educativas de esa índole. Es más, les cerramos las puertas a las universidades extranjeras mientras en Asia hacen todo lo contrario: hacen convenios con las mejores universidades del mundo. Hay un desfasaje tremendo en cuanto a egresados profesionales: la mayoría son psicólogos (unos 5.000 por año) contra muy pocos técnicos e ingenieros. ¿El motivo? Parece que nuestros alumnos secundarios al elegir su carrera obvian las que tienen matemática y demás ciencias exactas: la pésima formación secundaria los paraliza y los condiciona a elegir carreras más “fáciles”. Se dice que un alumno asiático hoy en día va a estar más preparado para capacitarse, relacionarse y conseguir trabajo en el exterior el día de mañana que un estudiante latinoamericano. ¿El motivo? Ellos –India por ejemplo– tienen inglés desde primer grado. Argentina a partir de quinto o séptimo, en los mejores casos. ¿Y qué programas podríamos analizar de otros países para ver si podemos mejorar? Las tutorías escolares de escuelas primarias de Finlandia, la red de escuelas vocacionales secundarias en Singapur. Esto les ha dado excelentes resultados para combatir la deserción y el analfabetismo. El programa para la capacitación de docentes de zonas carenciadas de Brasil, las becas universitarias chilenas para poder ir al exterior, etc. Deberíamos ir a cuestiones concretas, específicas, al pragmatismo, al aula. Deberíamos empezar por la autocrítica: ¿qué hacemos mal?, ¿por qué estamos tan mal? ¿Qué hacen los demás países?, ¿qué podemos incorporar?, ¿qué ideas originales podemos aplicar? Como dice Violeta Gainza, destacada pedagoga musical: “Ningún currículo sobrevive a una enseñanza incompetente”. Yo me atrevería a decir: ninguna Ley Orgánica de Educación sobrevive a una pésima formación de docentes y de alumnos. Jorge Ariel Amuchategui, DNI 24.125.361 – Bariloche
Jorge Ariel Amuchategui, DNI 24.125.361 – Bariloche
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