Paro bancario: ¿Se puede vivir sin el billete de papel?

Entre las colas que se viven esta mañana y la cercanía al fin de semana largo, es bueno saber si otras alternativas nos pueden ser útiles.

Ante la llegada del fin de semana largo y las dificultades por la falta de billetes que provocará la medida de fuerza del sector bancario el día viernes, surge la pregunta: ¿hace falta tener billetes? ¿Se puede vivir sin papel moneda?

La respuesta puede parecer algo ridícula pero obliga a pensar y revisar el porqué y el para qué del dinero en formato físico.

Algo de historia

Desde que el hombre habita la tierra en comunidad, sucede que aquello que a alguien “le sobra” puede suplir la carencia de alguien a quien eso mismo “le falta”. Esa práctica en la que cada quien ofrece su propio excedente y toma del excedente de otro, se llama intercambio, y es la base de la economía moderna.

La noción más rústica y antigua de intercambio es el “trueque”, donde los individuos trazan determinada cantidad de un bien, por determinada cantidad del otro.

El trueque funcionó durante siglos y permitió a miles de personas suplir sus necesidades en una economía de subsistencia. Sin embargo, es un sistema poco práctico, que presenta serias dificultades. Los problemas principales son tres y se pueden graficar con un sencillo ejemplo.

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El primero es el valor intrínseco de las mercancías. ¿Cuantas peras vale una vaca? Lo lógico sería contabilizar cuanto costó producir cada una. En épocas antiguas, la medida elegida era la cantidad de horas de trabajo utilizadas en la producción de cada bien.

Pero aun si el dueño de la pera y el dueño de la vaca pudieran ponerse de acuerdo acerca del valor de cada cosa, surge un segundo problema. ¿Como hacemos si el dueño de las peras desea comprar media vaca? Un problema de compleja solución no solo en este caso, sino en infinidad de transacciones.

Un tercer problema es el almacenamiento. El trueque de mercancía a cambio de mercancía no permite el ahorro. Existen bienes “estockeables” y bienes perecederos. Quien intercambia una mesa por dos bolsas de papa, difícilmente pueda guardar las papas para usarlas el año que viene.

La función del dinero

La utilización de una mercancía que sirva como medio de cambio fue utilizada desde tiempos antiguos por civilizaciones incaicas y aztecas que usaban semillas para ese fin, y también en el comercio asiático de ultra mar. Más tarde aparecieron los metales preciosos, y la constitución de los estados modernos y la soberanía nacional finalmente dio lugar al dinero mercancía.

Pero sean semillas, monedas o billete, lo importante del dinero, es que soluciona cada uno de los problemas que presentaba el trueque.

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El primer problema queda saldado porque el dinero posibilita expresar el valor de todos los bienes y servicios en la misma unidad de medida. El precio de las peras y de la vaca es claro para cada uno de los actores, ya que la referencia ya no es la cantidad del otro bien, sino la cantidad de dinero.

El problema de la “indivisibilidad” de los bienes también queda solucionado. El productor de peras vende todas sus peras y el de vacas hace lo propio con sus animales. Ambos reciben determinada cantidad de dinero, que luego utilizan como medio de cambio para obtener la canasta de bienes de su preferencia, en la proporción que deseen.

Por último, la aparición del dinero posibilita el depósito de valor. Es decir, el dinero permite el ahorro, con lo cual el productor de peras ya no necesita gastar todo su dinero hoy, y puede guardar parte de su excedente para periodos posteriores. Es una de las bases del sistema capitalista: unos ahorran y otros piden crédito.

¿Hace falta el papel?

Para responder la pregunta original, basta con repasar las funciones del dinero y analizar si el dinero virtual puede cumplir cada una de dichas funciones. La respuesta naturalmente es afirmativa. De hecho, aunque la mayoría no lo sabe, solo una pequeña porción del dinero que circula en el mundo es “dinero físico”. Por el contrario, el dinero que mueve las transacciones globales es dinero virtual. ¿Por qué razón entonces hay fiebre por el billete? Puede haber muchas respuestas. Sin duda hay una componente de tradición y cultura que indica que es mejor contar con el dinero debajo del colchón. Una razón mucho más certera, es que no todas las transacciones que realizamos a diario se pueden abonar de forma electrónica, especialmente aquellas que son de importes menores.

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En este sentido, vale decir que en nuestro país es obligatorio que los comercios minoristas operen con tarjeta de débito, lo que al menos en parte fomenta la bancarización de las transacciones. Aun así, hay que señalar que el peso de la economía informal es demasiado alto en Argentina. Las estadísticas oficiales indican que cuatro de cada diez trabajadores argentinos se desempeñan “en negro”. Ello implica que tanto sus salarios como sus consumos son abonados “en efectivo”, y que por lo tanto la circulación necesaria de billetes en papel sea alta.

Más allá de los datos, por seguridad, comodidad, espacio y agilidad, la opción del pago electrónico es y debiera ser la tendencia no solo en el país, sino en el mundo. Tan cierto como que durante el fin de semana largo, lo más probable es que la mayoría de nosotros necesite contar con unos pesos en la billetera para comprar el pan o el diario.


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