Carteles

Redacción

Por Redacción

MARÍA EMILIA SALTO bebasalto@hotmail.com

¡Ah, por fin! Han llegado los días lindos, estos días donde el sol es suave y amable, los cero grado han quedado en agosto –al menos como norma, claro. Aún faltan las olitas polares pasajeras y las heladas de noviembre–. ¡Esto es setiembre! La primavera es, para esta servidora, sinónimo de caminar por mi amado bosquecito. Fantaseo antes de llegar, le aseguro. Ya veo el verde intenso de pinos y cipreses, contrastando con el verde seco, austero, de nuestra flora patagónica, haciendo combinaciones con los tonos amarronados de las bardas y los azules, naranjas, del cielo. Ya siento el olor de los árboles, ese aroma que exhalan al atardecer y en las primeras horas de la mañana. Me veo avanzar, dejando atrás el permanente zumbido de motores y bocinas. Entonces puedo comparar qué ha pasado en estos meses. ¿Caminamos? Epa, epa. Cuidado con las piedras sueltas. Me parece que hace mucho que la máquina apisonadora de esa arena gruesa está ausente. Me refiero a la que semeja a la de los dibujos animados, donde el gato Félix queda hecho una alfombra y se levanta. Aquí, si no andamos con el ojo puesto donde pisamos, no va a ser tan fácil recuperarse, sobre todo cuando alcancemos las zonas de acantilados. Cuesta abajo en la rodada no sería un tango, sería un verdadero drama entre alpatacos y rocas. “Ayudemos a conservar lo que es de todos”, reza el primer cartel que nos recibe. Un buen consejo para quienes tienen que conservarlo en condiciones de ser transitado. Sigamos nuestro caminito. Con buen criterio, al pie de algunas plantas, podemos ilustrarnos de qué se trata: una mata de “jarilla macho – larrea cuneifolia”, según reza este otro cartelito. El latín da cierta jerarquía, ¿no es cierto? La tal jarilla bordea el bosque implantado, es decir, los ejemplares verdes de mi fantasía. ¡Oh pinitos y cipreses infantes! Las canaletas están tan secas como los surcos que muestra “Curiosity” en Marte, de tal forma que el verde inocente se ha convertido en un melancólico marrón. Sólo los más grandes, que seguramente han encontrado alguna napa errante, emergen lozanos. Contenga la respiración: al pie de otro cartel, que informa “alpataco – prosoniipis flexuosa var depressa” (¡vaya prosapia para nuestro humilde, feroz alpataco!), el perro de una pareja de caminantes caga abundantemente. Con buen criterio, ha optado por el palo del cartel, evitando las enormes espinas autóctonas. Sus amos parlotean amigablemente, ajenos al otro cartel que ya se nos viene encima y reza “levante los residuos de su perro”, y que, para el caso de analfabetismo, ostenta un dibujito de perrito, caca y palita. No nos desanimemos. Evitemos esos otros restos de letrina animal, y tratemos de disfrutar. ¿Para eso hemos venido, verdad? Naturaleza, vida sana, el ejercicio más barato y mejor del mundo. ¿Qué se han hecho los pajaritos? De acuerdo, cuesta escucharlos teniendo en cuenta que el ruido de la civilización apenas ha aminorado, porque cada vez el delicioso bosquecito está cercado de enormes edificios, producto, sin duda, de ordenanzas de excepción, porque toda esta zona es –era– intangible, como el sueldo de los jueces pero no tanto. Y porque la mayoría además de parlotear entre ellos y ellas, camina hablando por celular, así que es posible enterarnos que la hija todavía no compró las cortinas, que el turno del médico fue suspendido y minucias así. ¿Esto no sería contaminación auditiva? Avancemos del “avistaje de aves”, según reza otro cartel, si bien quizás habría que traer prismáticos. Ahora sí podemos ver la siguiente admonición: “mantengamos limpio el medio ambiente”, un cartel grande, grande, al pie del cual duermen un par de botellas vacías y cuelga una bolsa de contenido innominado. Y si le parece, dejemos pasar a esa dama del perrito gritón, ese ladrido agudo, histérico, de los perritos muy, muy cuidados, y eso es cierto porque la dama le habla como se habla a un bebé, lo cual no deja de darme cierto escalofrío. ¿Ya le parece que volvamos? Apenas vamos por los veinte minutos. No nos dejemos pinchar totalmente el globo de la fantasía. ¿O prefiere esos gimnasios de música agresiva a todo volumen y olorientos sudores? ¡Faltan varios carteles!

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