Asesinato de una monja conmueve al Brasil
Habrían sido dos pistoleros a sueldo de hacendados. Stang denunciaba la destrucción del Amazonas.
BELEM, Brasil (AP/Télam) _ Miembros del gabinete brasileño y procuradores se reunieron el domingo en una región amazónica para investigar el brutal asesinato de una misionera estadounidense de 74 años, un crimen que impactó al país y que grupos de derechos humanos han comparado con la muerte del activista Chico Mendes.
El secretario de Derechos Humanos, Nilmario Miranda, anunció ayer que dos pistoleros a sueldo, identificados como Eduardo y Fodogio, son los sospechosos de matar a la religiosa defensora de los derechos humanos Dorothy Stang, pero dijo que aún no fueron detenidos.
Miranda señaló que los dos hombres fueron identificados por un trabajador rural que acompañaba a Stang en el momento en que ésta fue asesinada a balazos en el municipio de Anapú, a 600 kilómetros de la ciudad de Belem, capital del estado de Pará, en el noreste del Brasil.
El ministro se reunió con el presidente del Instituto de Colonización y Reforma Agraria (INCRA) Rolf Hackbart y el procurador de justicia del estado de Pará Felicio Pontes, para discutir el caso.
La misionera Dorothy Stang, de 74 años, fue baleada tres veces en el rostro en un área cerca del poblado de Anapú, en Pará, el sábado temprano, de acuerdo con la policía. La misionera habría recibido nueve tiros a quemarropa en varias partes del cuerpo, pero de inmediato no fue posible aclarar las diferentes versiones.
Stang, que había vivido en Brasil desde comienzos de los años 60 y trabajado en la región amazónica por más de 20 años, se dirigía a una reunión con campesinos locales cuando fue baleada. La policía identificó a dos pistoleros a sueldo, dijo Miranda, pero no se conocía quien ordenó el asesinato.
El ministro de Justicia, Marcio Thomaz Bastos, comentó que el crimen de Stang mostraba el irrespeto hacia una sociedad democrática, de la misma forma que lo fue el asesinato en 1988 de Chico Mendes, un dirigente sindical que logró llamar la atención internacional sobre la destrucción del Amazonas.
La misionera se había reunido el 3 de febrero con el ministro Miranda en Belem, capital de Pará, en un encuentro en que la monja narró las amenazas de muerte a las que estaban siendo sometidos trabajadores rurales de la región, dijo el despacho de Miranda en un comunicado.
El crimen «fue un intento de intimidar al gobierno federal para detener la protección de las comunidades amazónicas'', dijo la ministra Silva a la televisora gubernamental TV Nacional.
La muerte de la misionera fue repudiada por numeroso grupos y asociaciones, de los ambientalistas de Greenpeace hasta la Orden de Abogados de Brasil (OAB). «Dorothy murió luchando por el Amazonas, como Chico (Mendes) murió», dijo Paulo Adario, director del programa amazónico de Greenpeace. «Y otras personas morirán si el gobierno no toma acciones'', agregó. La muerte de Stang la «vemos con tristeza e indignación…tristeza porque los trabajadores de Pará están mas débiles, una vez que perdieron una aliada…y con indignación porque es un compañero de lucha por los derechos humanos que sacrifica su propia vida'', dijo la Comisión de Derechos Humanos de OAB en un comunicado.
Una vida de lucha con los «Sin Tierra»
El asesinato de la monja brasileña conmovió a la opinión pública brasileña porque Stang, quien era miembro de la Comisión Pastoral de la Tierra de la Iglesia Católica, denunció hace días que la comunidad campesina en la que vivía recibió amenazas de muerte de latifundistas.
La misionera trabajaba junto al Movimiento de Campesinos Sin Tierra (MST) en la creación de emprendimientos productivos en Anapú que eran resistidos por los terratenientes madereros que los consideraban una amenaza para sus intereses económicos.
Stang combatió por años la acción de hacendados y madereros que devastan áreas del Amazonas. Greenpeace estima que cerca de 90% de la madera producida en el enorme estado de Pará es cortada ilegalmente. El Amazonas de Brasil es tan grande como el oeste de Europa, y cubre 60% del territorio brasileño, mientras los expertos aseguran que cerca de 20% de sus 4 millones de kilómetros cuadrados ya han sido destruidos. La sobrina de la misionera, Angela Mason, dijo desde Estados Unidos que la monja había dicho a su familia que su cabeza tenía un precio.
«Estaba protegida básicamente por su condición de ser una anciana y una monja'', dijo.
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