«Aspiro más a ser el Guasón que a un galán de telenovelas»

Por CLAUDIO ANDRADE

candrade@rionegro.com.ar

– ¿Puede definirme a un galán de telenovelas?

– Un dulce de leche.

– ¿Pertenece usted a esa sagrada raza de actores?

– Más; aspiro a ser el Guasón.

– ¿Qué se siente ser el malo de la película?

– Una responsabilidad. ¿Qué sería del mundo sin el mal?

– ¿Sabe usted cuál es el misterio de las mujeres?

– El pelo debe ser uno.

– ¿Es tan duro el ambiente televisivo como dicen?

– La vida es dura; el ambiente televisivo tiene aire acondicionado.

– ¿Es una hoguera de vanidades?

– Una fogata de aspirantes.

– ¿Sabe por qué las computadoras se bloquean?

– Tienen miedo a tanta información.

– ¿Es la humanidad el «reality» show de quién sabe qué marcianos?

– Somos los marcianos.

– ¿Correrá el maratón de Nueva York?

– En bici y hasta el puente de Brooklyn.

– ¿Le teme usted a la muerte?

– Una fracción de tiempo, le temo, me aterroriza.

– Si fuera un marinero de 1492, ¿se subiría a una de las carabelas de Colón con destino a un nuevo mundo?

-Siendo un niño, dibujé las tres carabelas de Colón y mi abuela Tina se sorprendió de lo bien que lo había hecho, ¿cómo no me voy a subir?

– ¿Me dice «tres palabras tres» sobre Buenos Aires? Pero, por favor, no mencione el tango, el fútbol, los barrios porteños ni mucho menos, el obelisco.

– La milonga, la pelota, las callecitas y…pido disculpas.

– ¿Se puede ser tan malo como usted lo ha sido en algunas telenovelas?

– No, pero se puede ser tan idiota y más, también.

– ¿No han sacado, paradójicamente, lo mejor de usted aquellos papeles?

– Sos malo, Claudio.

– ¿Qué es un buen solo de una guitarra eléctrica?

– Un encuentro con Dios o con el Diablo.

– ¿Tiene suerte Dios?

– Las moscas tienen suerte.

– ¿Es un marciano Bill Gates y no nos damos cuenta?

– Vos porque no conocés a la mujer.

– Padre Ignacio Gadano: he pecado, ¿con qué palabras me absuelve?

– Vaya hijo, no se crea tan importante.

– ¿No es un genio Michael Jackson?

– Me mataste.

– ¿Me cuenta un sueño vinculado con su carrera?

– Formar parte de una compañía teatral.

– ¿Es usted un símbolo sexual de los '90?

– Sí, de fines de los '90; en el '94 tuve un accidente que me desfiguró la cara.

– Creo que un comercial bien puede ser una obra de arte in

voluntaria, ¿exagero?

– Las obras de arte están en los museos pero no, no exagera.

– ¿Es usted el protagonista de aquel célebre comercial de Phillip Morris?

– De Jockey. Yo era el compañero de Silvita Morris, mejor promedio y excelente flautista.

– Vestido de traje, perfumado a 300 pesos la onza, rozando la perfección del imaginario colectivo de millones de mujeres, ¿qué se siente?

– Uno se sonríe. Luego se levanta para retirarse del lugar de una manera espléndida.

– ¿Por qué dejó de fumar y en su lugar manosea corchos?

– Cambié el corcho por un palito. Lo dejé (al cigarrillo) por una droga más poderosa, el oxígeno.

– ¿Qué diferencia a un hombre elegante de uno ordinario?

– El elegante se distrae fácilmente, el ordinario jamás.

– ¿Qué es una película de terror?

– La que consigue que una mujer busque protección.

– ¿Cuál es la mujer más atractiva, sensual, maravillosa y especial de la televisión argentina?

– Prefiero a las de carne y hueso (que es como contestar, mi mujer)

– Estamos en los descuentos, vamos todos a cabecear con la lengua afuera el último córner del partido, ¿sabe por qué llegamos a esa maldita situación?

– Porque indefectiblemente se nos acabó el tiempo.

– ¿A qué sabe la piel de la mujer de sus sueños?

– Me bloqueé, demasiada información.

– ¿Qué es la factura del teléfono celular?

– Un fastidio.

– ¿Por qué internet siempre es tan odiosamente lenta? (¿O no estamos pagando el servicio Premium?)

– No, no lo estamos pagando.

– ¿Por qué a las empresas les importa tan poco su consumidor?

– Les importa el consumidor pero no tienen idea de quién es la persona que está detrás.

– Si pudiera, conversaría sobre actuación con: 1) Marlon Brando, 2) Gastón Paul o 3) Robert De Niro.

– Con Gastón conversaría, con los otros tendría que sentarme a escuchar.

– ¿Qué es Hollywood?

– Una industria estratégica.

– ¿Es usted un hedonista?

– Soy cristiano, existencialista, un poco romántico y sí…hedonista.

– Y ya que estamos, ¿qué hacía tan pero tan especial a Humphrey Bogart?

– Su infinita tristeza.

– ¿Y a James Dean?

– No lo conozco.

– ¿Quiere cambiar el mundo?

-Empiezo por mi metro cuadrado.

– Deje volar su imaginación (y esto ya parece una pregunta de un programa de las tres de la tarde): cuénteme como será su vida dentro de 20 años.

– Dejo volar mi imaginación, entonces: me veo más sabio, más bueno, más fuerte…y más lindo. O sea, más narcisista.

– Es usted un ser distinto, especial, ¿me dice por qué?

– Cuando tenía 10 meses de vida se me perforó el tímpano derecho. Tenía que usar un tapón para que no me entrara agua.

– ¿Hace Pilates?

– ¡Qué hijo de p…! ¿Cómo sabés?

El lado oscuro

Hay una especie de extraño regodeo en el acto de pronunciar la palabra con que mejor se lo conoce a Ignacio Gadano: «Nacho». Se lo dicen sus amigos, en lugar del convencional Ignacio, también los allegados, y aquellos que lo 'tienen' de los comerciales o que lo admiran por su extenso trabajo en las telenovelas y en el teatro.

No puedo explicar el motivo, pero también he terminado repitiendo «Nacho» una y otra vez a lo largo de nuestra entrevista, y más tarde aun, como si el apodo fuera un salvoconducto hacia el costado más divertido de la existencia.

Esta especie de irradiación positiva no deja de resultar peculiar en el actor. Después todo, «Nacho» Gadano ha encarnado a varios malos en la televisión argentina, con un sello particularmente siniestro, acaso por los complejos rasgos humanos con que condimenta sus personajes. Malo más retorcido que los de «Nacho», otro malo interpretado por «Nacho». ¿Dije «Nacho» muchas veces, ya?

Debe constituir un reto no menor saberse un símbolo sexual de una época. Horas antes del encuentro, le comenté a un par de amigas a quién iba a entrevistar y las expresiones fueron definitivas: ¡¿Ah, sí?! Y esto, dicho con ojos dormilones y mirada expectante. Así son las cosas con «Nacho», en parte, como consecuencia de lo que ha construido a lo largo de los años. La admiración sensual tampoco es un asunto para dejar librado a la suerte.

Hay otro «Nacho» girando en el universo actoral. Este es simplemente Ignacio, un actor de carácter osado en lo que se refiere a sus incursiones artísticas, apasionado por el teatro, ajeno al reino de la pantalla.

Fue el actor, por ejemplo, que consiguió encendidos elogios, junto con su mujer, Andrea Bonelli, por la obra «Finlandia», de Ricardo Monti.

Es el actor que interpretó «La cuestión del deseo. Bacantes», sobre una obra de Eurípides. Esfuerzos que se emparentan a uno de su mayores sueños: formar parte de una compañía teatral.

Sabiendo que su talento está vivo, Gadano se interna en las fauces de los malos «fashion» del nuevo milenio. Seres viles, ciclotímicos, capaces de traducir en venganza la ambición que a todos nos corre por la epidermis.

Estos galanes «al revés», con los que nos ha deleitado «Nacho», mucho más atrapantes que los protagonistas bañados en un empalagoso jarabe de caramelo, son su contribución más interesante a un género tan competitivo como la telenovela.


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