Atahualpa: las pistas clave que sigue la Justicia

Los investigadores confían en llegar rápido a la verdad. Se pudo conocer el recorrido del joven gracias a canes.

VIEDMA (AV).- Los investigadores están convencidos de que caminan sobre terreno seguro. De que cada paso dado los conduce hacia los autores del crimen del joven Atahualpa Martínez, ocurrido el 15 de junio. Sin embargo, las acciones no convencen a la comunidad, no alcanzan a satisfacer las pretensiones de los familiares de que se descubra quién disparó el arma calibre 22 que terminó con la vida del muchacho, muy apreciado por quienes lo conocieron.

Transcurridos 15 días, ¿cuánto se avanzó hacia la resolución y qué detalles de la muerte salieron de la total oscuridad en la que estaban en aquellas dramáticas primeras horas de estupor? Aunque el hermetismo judicial es total, existen elementos que insinúan certeza.

Los perros marcaron el rumbo. Los canes entrenados empezaron a actuar ni bien se encontró el cuerpo, tirado junto al camino de tierra que pasa junto a la planta transformadora de Edersa. Desde allí, los olores fueron seguidos hasta el ingreso a los barrios Lavalle y Mi Bandera, donde también se encontraron los últimos rastros de vehículos similares a los que se detectaron en el barro, junto al cadáver. Pero ahí se pierden las huellas, ya que el tránsito de aquella mañana de domingo -Día del Padre- tapó todo vestigio. Y los perros no pudieron seguir la pista por la presencia de otros numerosos animales que los distrajeron de su labor específica.

Lo mismo ocurrió luego de que los canes continuaran el rastro desde el pub Miloca, ubicado en Caseros casi México, hasta el ingreso al barrio. Queda claro entonces que aquella madrugada Atahualpa salió del pub hacia el extremo sur de la ciudad. Tras ingresar al sector donde él vivía, sus rastros se pierden.

Pero existen ahí algunos testimonios que evalúan los investigadores. Aparentemente el muchacho habría sugerido a allegados, que pretendía encontrarse con una joven dedicada a la prostitución, supuestamente regenteada por sujetos con prontuario. Los mismos que días después del homicidio fueron detenidos -y luego liberados- por tenencia de drogas en una finca de la que se secuestraron prendas de vestir y una camioneta.

Otro allanamiento, realizado a pocos metros del sitio donde apareció muerto Atahualpa, permitió secuestrar más estupefacientes y detener a otros dos hombres. Allí los perros relacionaron un par de zapatillas con las prendas secuestradas junto a la camioneta.

Anteayer hubo más operativos en otras dos viviendas del Lavalle. Secuestraron más ropa y se detectaron gotas -posiblemente de sangre- en algunos elementos y una pared. Un hombre -uno de los que ya había sido detenido con droga junto a la camioneta- volvió a ser demorado por resistencia a la autoridad, junto a una chica de 20 años. Un automóvil y una moto quedaron bajo custodia.

Los datos parecen a simple vista convincentes. Pero hay un punto clave que no cierra. ¿Por qué el cuerpo fue arrojado en el camino, en dirección al centro de la ciudad? Cualquiera sabe que por esos mismos atajos se accede a otros senderos vecinales y descampados, donde el cuerpo hubiera demorado días en ser encontrado. Sin embargo, el cadaver quedó allí, a la vista, sin que nadie procurara ocultarlo. Como un mensaje o como un testimonio crudo de que quien lo ultimó no le teme a la Justicia.


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