Aversión al error

Datos

“Me hacen doler los ojos los errores de ortografía”, me dijo categórica. Comparto. Pero no siempre, depende quién los cometa. Recuerdo las cartas de mi abuela. ¿Qué importaba si tenía errores cuando nos partía el alma de amor con aquellas cartas simples o certificadas que semanalmente vencían la distancia que hoy se disimula tras una llamada, un sms, un wa o un posteo en el muro? Escribí “te quiero” como quieras. Pero escribí. Más vale equivocarse en una letra y no sepultar sentimientos, ideas o convicciones bajo la presión censora del saber académico que privilegia la forma al fondo.

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