Ay, Ayti

Redacción

Por Redacción

clave de y

“La pequeña sombra / de Venecia Lonis / regresa alargada / declara sus intenciones: / estremece y agita / imagen oscura entumecida / detenida en la denuncia / exánime Venecia / anticipas el terror/ y todos los temblores / apocalíptica Venecia / inocente niña, gastada y triste. / 12 de enero 2010. Terremoto en Haití /convulsión y lamento/ Haití de playas rutilantes, usurpadas / Florecerán tus gentes y tus días/ mar caribeño antillano/ mareado de esperanza /ola turquesa, ola esmeralda/ Perteneces a tus gentes /que reclaman la vida/ la vida digna / hermosa y libre.” Así se expresa la poetisa, dibujante e investigadora Kova d’ Onga Lastra Carreño, parte de la floreciente poesía haitiana, que ha dado nombres tan desconocidos para nosotros como los de Emmelie Prophète, encargada de la Dirección del Libro en el Ministerio de Cultura y Comunicación de Haití; Cèlie Diaquoi -Deslandes; Marie Thérèse Colimar -Hall; Mona Guerin -Rouzier; la activista y poetisa Mauve Renaud, quien forma parte de los voluntarios que en Miami coordinan el envío de personal y bienes a Puerto Príncipe. (Datos extraídos de “Oh ese pobre gran Haití”, del cubano Ernesto del Valle, integrante del “Movimiento poetas del mundo”.) Cuando nuestros ojos ya están saturados de cadáveres, escombros, tropas invasoras, médicos abnegados en su anonimato o su escueto relato, médicos posando con sus heridos y sus muertos; cuando además el negocio se hace más floreciente que nunca y desaparecen niños y niñas para ser tragados por la maquinaria del tráfico de personas y solícitos misioneros norteamericanos quieren llevarse “por su propio bien” un contingente infantil (quizás Venecia Lomis pudo ser una) y las madres adoptivas se quejan por “las demoras” en ese paraíso asolado por los invasores humanos y por la tierra volcánica que sólo pone la lápida a una muerte lenta, a la vista y disimulo de todo el mundo libre y el otro; cuando ya ahítos de análisis, sentimos lástima por “esos pobres negros”, entonces, permítame aportarle que este pueblo no es para la lástima. Fue el primer país americano en declarar su independencia. En 1697 el tratado de Ryswick entrega la parte occidental a Francia: ésa es Haití. En 1804 el esclavo Dessalines encabeza la rebelión y proclama la independencia. En esta historia de revueltas y ambiciones, hay hitos: en 1818, Estados Unidos, prohíbe el comercio con Haití. Este pequeño país compra el reconocimiento de Francia por millones de francos-oro (que aún estarán pagando.) Estados Unidos invade la isla en 1914, pretextando la gran inestabilidad política, tal como hace ahora. Y hemos visto películas sobre Francois Duvalier, “papá doc” y sus” macutes”, y zombies uno, zombies dos y zombies tres. Que hable la primera de la estirpe de poetisas, entonces: Anacaonda, reina y poeta. Anterior a las dominaciones extranjeras, sus versos recreaban, en fiestas comunales, los mitos de la creación. Ella reza a los antiguos dioses así: “Ustedes hacen, oh Tzemés, el sol, la luna y las estrellas de oro, el rayo y la tormenta. / Ustedes hacen el Destino/. Venimos, oh Tzemés, a ofreceros nuestros corazones cargados de inquietudes. / El temor de un presagio nos hace sufrir/ y el futuro de Ayti parece amenazado por un peligro /que nos hará rodar hasta la desesperanza y la locura”. Anacaonda era esposa de Caonabó, cacique de Maguana, enclave de la antigua isla La Española, hoy dividida entre Haití y República Dominicana. Su nombre significa “Flor de oro” y se rememora su belleza y vasta cultura. Asumió el poder al morir su esposo. Al declarársela culpable de sublevar al pueblo, fue ahorcada en 1504 (De “La poesía femenina en Haití”, Saint -John Kauss). Ay, Ayti. No basta enjugar las conciencias con festivales y donaciones.

MARÍA EMILIA ALTO bebasalto@hotmail.com


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